Mal, bastante mal, le ha ido a Colombia con “el cambio” del candidato Gustavo Petro, al tiempo que los petristas de “izquierda” y de derecha le han sacado bastante jugo a su gobierno, incluido él mismo, disfrutando tanto de la burocracia como de sus exagerados viajes al exterior.
Muy mal porque, y este es el principal problema del país, en 2023 y 2024, en promedio, la economía nacional creció apenas al 1,15 por ciento, tasa incluso peor que la de los gobiernos anteriores, pues, en cuanto a producir más riqueza y más empleo productivo, Petro es tan neoliberal como ellos.
Con un error adicional de Petro: su persecución al petróleo, al gas y al carbón nacional, montada tras la mentira de echarles la culpa del cambio climático global, cuando solo aportan el 0,5% de los gases de efecto invernadero del mundo. Y, en contraste, sí le contribuyen con una gran suma al país, aporte que solo el cinismo de Petro lo lleva a la falacia de afirmar que va a reemplazar con turistas.
En cuanto a sus reformas, Petro les subió los impuestos a los colombianos del común y les redujo bastante las pensiones futuras a los jóvenes. En salud, ninguna ley pudo aprobar y sí, por decreto, le ha hecho mucho daño al magisterio. Y, tras ocultarlo como candidato, Petro les encareció bastante sus pagos a 131.166 deudores del Icetex de estratos 1 y 2.
Y obvio que Petro algo ha hecho en estos 36 meses. ¡El colmo de los colmos sería que no! ¡Con presupuestos sumados por 1.418 billones de pesos! Y aunque mucho cacaree sus gastos clientelistas, no logra ocultar su fracaso en promover la creación de más riqueza y más trabajo productivo, como se sabe, insustituibles en todo progreso.
Gastos que Petro ha apalancado con el aumento irresponsable de la deuda pública y el déficit fiscal, faltante que encartará al próximo gobierno y sobre el que, es seguro, se lavará las manos. Y gasto en mucho innecesario, como los $16 billones que decidió botar en aviones supersónicos de guerra, a los que el candidato Petro se opuso en el gobierno anterior.
En cuanto a la corrupción, una de las peores lacras nacionales, el gobierno de Petro no ha hecho nada en su contra. Por el contrario. Porque, como es sabido, se ha enquistado en los altos niveles de su administración y por enormes sumas, a partir de que, como lo explicara Gustavo Bolívar, Petro “le vendió el alma al diablo”, es decir, a los diablos de los partidos tradicionales con los que ganó y gobierna. Y diablos que, sin burocracia, contratos y demás mermeladas, incluidas las más corruptas, no “trabajan”, si así puede llamarse, y menos en cosas de verdad valiosas.
La “paz total” es otro fracaso. Según prueban los grupos armados en el 70 por ciento de los municipios, por la incapacidad de Petro para orientar con acierto ese proceso, empezado porque usó un nombre calculado para engañar. Pues la violencia no cesará aquí mientras los gobiernos de Estados Unidos, país donde residen la mayor parte de los consumidores y los traficantes de cocaína del mundo, no actúen para impedir que continúe ese negocio allá, lo que sí hicieron con la marihuana norteamericana; y con Petro mudo.
Jorge Robledo