ENEMIGOS EN LA POLÍTICA

Lo mejor que le puede pasar a un político es tener enemigos, así de sencillo. Hay que tener a quien culpar de errores, incumplimientos y fracasos. Además, que es bueno tener con quien contender para hacer más gloriosos los enfrentamientos y tener un chivo expiatorio contra quien descargarse. Al tener identificado al enemigo es fácil manipular a las masas para pedir el voto sin tantas explicaciones. Con la apertura formal de las campañas al congreso de la república veremos más espectáculos tipo circense de personajes que no tienen propuestas, sino que se avocan a criticar a otros siguiendo las directrices de los estrategas quienes han valorado la conveniencia de animar la campaña denunciando algo supuestamente escandaloso, y convirtiendo al que sea en su particular adversario.

Es fácil crear un enemigo político, esa receta la tienen a su disposición y ha sido implementada en todas las sociedades y en todas las épocas, se requiere un poco de oratoria, otro de exageración y otro de medias verdades. La idea es que no se afecte mucho el otro porque posiblemente para otro debate electoral se pueda pensar en un acuerdo programático, o sea, en unas elecciones posan como enemigos y en otros aliados, eso hace parte del “dinamismo” político. La conformación de las listas para las próximas elecciones ha promovido nuevos escenarios políticos que antes parecían impensables pero que dan cuenta que los enemigos en la política no existen. Se puede decir que hay contrincantes temporales que luego pueden alinearse bajo los mismos intereses.

Vemos con naturalidad que, políticamente hablando enemigos a muerte hasta ayer, hoy son amigos entrañables y por el contrario compañeros íntimos antes, ahora despiadados rivales que se quieren destruir; producto lo anterior de las nuevas alianzas para cada elección. Eso da cuenta según Julián, un amigo, de que actualmente pululan políticos con de ideas frágiles por ello cambian al vaivén de las circunstancias buscando el sol que más alumbre.

No hablo de inmutabilidad como principio base de la política pues a todos nos es lícito cambiar de ideas y de partido. Lo que quiero resaltar es que los enemigos en la política no existen; se identifican ocasionales rivales que eventualmente encuentran un propósito común por el cual luchar juntos, pero mientras eso ocurre se inventan una enemistad con fines oportunistas o ventajistas, que son casi siempre ligados a proteger intereses personales entendiendo que la política se ha tornado como la acción premeditada y consciente para alcanzar el poder o influir sobre quienes lo ejercen.

La enemistad política es una estrategia que todos usan, por tanto, no hay amigos del alma ni enemigos irreconciliables. El problema está que en las masas reciben un mensaje distorsionado y toman partido. La “supuesta” enemistad se convierte en el detonante social para todo tipo de violencia física y psicológica de quienes radicalizan sus posturas actuando basados en pasiones, sentimientos, ambición, afecto y odio. Estos mismos son los más perjudicados cuando se construyen nuevas alianzas, o se logra la reconciliación con viejos adversarios.

Ojo pelao pueblo, entiendan que no hay enemistades políticas por eso debemos ser prudentes y tolerantes con quienes hoy no comparten sus mismas ideas. Esta campaña electoral debe hacerse lejos de las agrias confrontaciones personales y enfocarla a la pertinencia y factibilidad de los programas y la calidad de los candidatos. La confrontación democrática no se trata de fijar posiciones irreconciliables, sino de propuestas distintas que buscan convencer a un electorado respecto a la oportunidad de mejora en las condiciones de vida social.

Entendamos que los hechos políticos cambian a lo largo del tiempo, no permanecen idénticos y puede lograr que quienes en otrora fueron “enemigos” posteriormente puedan encontrarse como aliados a una causa común. La variabilidad de la política es clara porque cambian los que ejercen el poder y las normas, además que el deseo de poder es constante y no acaba nunca. Sin embargo, el dinamismo no implica la deslealtad y traición. Mientras tanto “los enemigos” se usan bajo la técnica de ser la victima eterna con fines electorales o de gestión gubernamental.

Adaulfo Manjarrés Mejía

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