DESATA EL PODER QUE DIOS HA DEPOSITADO EN TI

Joel Capitulo 2

 Truena la voz del Señor al frente de su ejército; son innumerables sus tropas y poderosos los que ejecutan su palabra. El día del Señor es grande y terrible. ¿Quién lo podrá resistir? Joel 2:11 NVI

El SEÑOR da la voz delante de su ejército. Enorme es su campamento y poderoso es el que ejecuta su palabra. Grande y temible es el día del SEÑOR. ¿Quién lo podrá resistir? Joel 2:11 RVA 2015.

Lo que más llamó mi atención en este versículo es la frase “poderoso es el que ejecuta su palabra”, y es así, porque hace varias semanas vengo reflexionando acerca del poder de Dios que obra en nosotros, leyendo en Hechos 1: 8 Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Estas palabras fueron pronunciadas por el Señor Jesucristo antes de ascender al cielo.

Sucede que, al aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador, se nos otorga el regalo del Espíritu Santo quien se instala en nuestro ser y mora (Juan 14:17; 1 Cor. 6:19) en nosotros a partir de ese momento, es El quien sella o refrenda nuestra nueva identidad como hijos de Dios.

Y a través del Espíritu Santo nos ha sido otorgado el poder para testificar, dar fe de la veracidad del reino de Dios y sus grandes maravillas aquí en la tierra, de modo que sea glorificado y alcancemos a otros para Cristo a través de los milagros y grandezas del Señor en nuestra propia vida.

Este poder nos faculta para hacer más de lo que ordinariamente pudiéramos pensar o imaginar.  Pero para ser honestos, no vivimos de manera permanente en ese nivel de poder al que se refiere la palabra.

Hasta que no haya un acto de rendición total ante el Espíritu de Dios, no viviremos en el poder de su fuerza, sino que vagaremos derrotados en nuestro hombre interior. Cuando nacimos de nuevo, recibimos al Espíritu de Dios (Hechos 2.38) y nuestro cuerpo se convirtió en el templo del Espíritu Santo (1ª Corintios 6.19). No obstante, a pesar de que vive dentro de nosotros, su poder parecer estar restringido en nuestro ser porque no es El quien gobierna, sino nosotros.

Al respecto, las escrituras están llenas de advertencias como las siguientes: No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu (Efesios 5.18). Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne (Gálatas 5.16). No apaguéis al Espíritu (1ª Tesalonicenses 5.19). Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios… (Efesios 4.30).

He pasado días meditando en las razones por las cuales no manifestamos ni vemos manifestarse el poder de Dios en nuestra vida y en ese reflexionar podía concluir que hay dos razones fundamentales que nos limitan.

  • No somos obedientes u obedecemos de manera parcial. Dice la palabra en hebreos 5:8-9 que El mismo Jesús aprendió la obediencia… A pesar de ser su Hijo, aprendió a obedecer por medio de todo lo que sufrió. Así que Jesús cumplió con todo lo que tenía que hacer.  Por eso, todos los que lo obedecen pueden tener salvación eterna.

¿Cómo así que “aprendió la obediencia” si venia del seno de Dios y siempre había sido obediente a Él?

La obediencia de Jesús antes de venir al mundo era incorruptible; pero después de haber vivido en la tierra, fue probada a través de circunstancias que no se habrían dado en el cielo.

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado. Hebreos 4:15

Es decir que, si es posible vivir sin pecar, como lo hizo Jesús la diferencia entre El y nosotros es que Él sabía a qué había venido a la tierra y la misión que traía, para la cual la obediencia era fundamental. El dispuso su mente, corazón y alma; y obedeció, para él hacer la voluntad del Padre era más importante incluso que sus necesidades básicas. Juan 4:34  —Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra —les dijo Jesús

Ciertamente, esa obediencia complacía a Dios, por eso su respaldo estaba con Jesús, por donde iba manifestaba el poder de su padre a través de milagros y portentos. Lo maravilloso es, que el mismo Jesús nos apoderó, nos facultó y nos escogió para hacer cosas mayores a las que El ha hecho. Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. Juan 14:12

Y aquí viene la segunda razón por la cual el poder de Dios no es manifiesto en nosotros de la manera en que debería.

  • No creemos, dudamos del poder de Dios. En este versículo de Juan Jesús dijo: el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará… y si escudriñas un poco las escrituras notarás que cada vez que Él iba a hacer un milagro, preguntaba a quién lo iba a recibir si creía o quería recibirlo, ¿por qué? Porque la fe moviliza el poder de Dios en nosotros tanto para recibir milagros como para hacerlos en el nombre de Jesús.

Con este poder Jesús logró sanar enfermos, echar fuera demonios, resucitar de los muertos, vencer la muerte, callar al mar, caminar sobre las aguas, etc. y su palabra dice que cosas mayores que las que el hizo podemos hacer si creemos.

Entonces ¿Qué debemos hacer?, al respecto necesitamos:

  1. Llenarnos de la palabra de Dios y decretarla sobre nuestra vida. Profundizar en ella, escudriñarla y declararla en nuestra vida, por que ciertamente a través de la palabra Jesús venció las tentaciones del diablo y pudo responderle a sus mentiras. Recordemos que el enemigo siempre usa las mismas estrategias, así sedujo a Eva le hizo creer en su mentira y que la mente de esta invalidará la verdad y la instrucción que Dios les había dado.

De esta misma manera El diablo sigue actuando en la humanidad, haciéndonos creer que lo que Dios nos ha dicho en su palabra y las promesas que hemos recibido son mentira, lastimosamente muchas veces hemos caído en ese juego de duda e incredulidad y hemos llegado a contender con Dios, reclamamos porque no vemos el cumplimiento de lo que nos ha dicho, incluso llegamos a pensar que entre más nos acercamos a El más problemas tenemos y esta es una de las grandes mentiras que el diablo ha introducido en nuestro subconsciente, por esto debemos contrarrestar cada dardo que llega a nuestra mente con la palabra de Dios.

Es preciso que a través de la palabra encendamos el poder del Espíritu Santo de Dios en nosotros. Efesios 6:17 Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.

Si queremos que el Espíritu obre poderosamente en nosotros para vencer a los principados y potestades, entonces debemos tomar su espada. 1 Juan 2:14b Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes, y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al maligno. Si no atesoramos la Palabra de Dios dentro de nosotros, no habrá poder y no habrá victoria.

Jeremías 23:29 ¿No es acaso mi palabra como fuego, y como martillo que pulveriza la roca? —Afirma el Señor—.

Hebreos 4:12 Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.

La palabra de Dios es su máxima autoridad y con el poder de ella creo los cielos y la tierra, creo al hombre y todo cuanto existe. Meditar en ella trae grandes beneficios, pero no basta solo con leerla y hablarla, necesitamos que cada palabra sea revelada por el Espíritu Santo y se haga viva en nuestra vida. Juan 15:7-8 dice: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

Es Vivir en la palabra de Dios lo que nos da la facultad de pedir lo que queramos al padre y tener la confianza que lo recibiremos.

  1. No es solo creer en Dios, sino creerle a Dios, son dos cosas distintas. Hay personas que creen que Dios existe, saben que es creador del universo, saben que es un ser celestial, que es un poder sobre natural y que nada se mueve si no es por Él.

Pero creerle a Dios nos lleva a establecer una relación personal y de amistad con El, conocerlo profundamente y descubrirlo a través de su palabra, hacer las cosas que le agradan. Creerle a Dios va más allá de ese saber que existe, es rendirle nuestra voluntad y dejar que nos guíe convencidos de sus planes de bien para nosotros. Creerle es estar al tanto de cómo actúa Dios y tener la certeza que lo que nos ha dicho lo hará, lo que dice su palabra se cumplirá.

Hebreos 11:6 Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan.

Vemos un ejemplo claro de esto cuando Dios habló a Abraham acerca de su descendencia, dijo que sería tan numerosa como las estrellas del cielo y Abraham le creyó. Abraham no tenía hijos, así que no tenía un fundamento natural en que basar su fe; sin embargo, él decidió creer que Dios le daría una descendencia. La fe que tuvo en esas condiciones y en lo que Dios le dijo, le fue contada por justicia.

La fe que le cree a Dios es una que se levanta por sobre lo adverso, que no se afirma en lo que el hombre es, sino en lo que Dios ha dicho. Es una fe que confía plenamente en Dios y se olvida de nuestra impotencia. Creerle a Dios no es solo aceptar su existencia, sino aceptar su veracidad. Es más ofensivo pensar que Dios es mentiroso, que ignorar su existencia. Creerle a Dios es la base de todos los tratos de Dios con el hombre. Sin fe es imposible agradarle, la honra de Dios se sustenta en su palabra y los que le creen, le honran.

Romanos 3:3 – 4b Pero entonces, si a algunos les faltó la fe, ¿acaso su falta de fe anula la fidelidad de Dios? ¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz, aunque el hombre sea mentiroso.

Es esta fe que hará que nosotros hagamos cosas mayores de las que hizo Jesús en la tierra, porque realmente creemos que podemos hacerlas, creemos que fuimos facultados para ello, creemos en el poder del Espíritu de Dios que mora en nosotros, creemos en la autoridad que se nos ha dado como hijos de Dios, creemos por encima de las circunstancias.

  1. Determinarnos a obedecer a Dios en todo, no de manera parcial, no en lo que yo quiero, no en lo que se me hace fácil, debemos obedecer en todo. Al inicio de esta reflexión leíamos el pasaje en el libro de Joel que dice: poderoso es el que ejecuta su palabra. Y pensaba en esta verdad revelada a través de la palabra: la obediencia desata el poder de Dios en nosotros.

Sin embargo, Dios espera demos pasos de fe, no esperando a sentirnos fuertes y confiados, sino avanzar en medio de nuestra debilidad, haciendo lo correcto, a pesar de nuestras emociones, a pesar de los temores; esta es la forma de cooperar con el Espíritu Santo y así es como nuestro carácter se desarrolla.

Para lograr la obediencia absoluta, es ineludible hacer a un lado nuestra vieja forma de actuar. Desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño. Efesios 4:22 NTV.

También debemos procurar cambiar nuestra forma de pensar. «Deja que el Espíritu cambie tu manera de pensar» Efesios 4:23 NVI. La Biblia dice que somos «transformados» por medio de la renovación de nuestra mente (Romanos 12:2).

De igual manera, debemos desarrollar los hábitos de Jesús en nuestra vida, dado que nuestro carácter es básicamente la suma de nuestros hábitos. La Biblia dice: y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Efesios 4:24 RV60.

Obedecer nos va a requerir valentía, esfuerzo, morir a nosotros, depender absoluta y plenamente de Dios. Es por esto que en la biblia encontramos que en varias ocasiones se nos insta a esforzarnos y no desmayar en: Lucas 13:24 Esfuércense a entrar por la puerta angosta, porque les digo que muchos procurarán entrar y no podrán. 2 Timoteo 2:15 Esfuérzate por presentarte aprobado ante Dios como un trabajador que no tiene nada de qué avergonzarse y que enseña correctamente a poner en práctica el mensaje de la verdad. Hebreos 4:11 Esforcémonos, pues, por entrar en ese reposo, para que nadie caiga al seguir aquel ejemplo de desobediencia. 2 Pedro 3:14 Por eso, queridos hermanos, mientras esperan estos acontecimientos, esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con él. Josué 1:9 Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas. Deuteronomio 31:6, Salmos 27:14.

La obediencia desata las bendiciones, el poder de Dios y también trae prosperidad, todo lo que emprendamos o hagamos en obediencia va a ser prosperado. Pero debemos entender que, así como la obediencia es la clave del éxito, la desobediencia es la
clave del fracaso.

  1. Orar intensamente y ejercitarnos en el ayuno. La oración es el vehículo que nos transporta a la presencia del que tiene todo el poder. La oración destruye ataduras, rompe cadenas, derriba fortalezas y produce verdadera libertad en nuestra vida. En la biblia podemos ver muchos ejemplos del poder que desata la oración, el libro de Daniel nos enseña que se arrodillaba tres veces al día, oraba y daba gracias delante de Dios y cuando fue lanzado al foso de los leones, Dios envía a su ángel para cerrar la boca de estos.

Sadrac, Meshack y Abed-nego nos enseñan que cuando oramos ni siquiera la llama más ardiente puede quemarnos, pues ellos fueron lanzados a un horno de fuego calentado siete veces más de lo que solían hacerlo y “ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían” Daniel 3:27.

Jesús dijo: «Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré» Juan14:14.

También está escrito en Jeremías 33:3 «Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces»

Por otra parte, como complemento de la oración tenemos un arma poderosa y esta es el ayuno, esta nos ayuda a fortalecer nuestro carácter; cuando lo hacemos de manera apropiada (dirigidos por el Espíritu Santo), aprendemos a controlar nuestros deseos y pasiones. Esto requiere de una actitud de humildad Mateo 6:17-18 Pero tú, cuando ayunes, péinate y lávate la cara. Así, nadie se dará cuenta de que estás ayunando, excepto tu Padre, quien sabe lo que haces en privado; y tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará. Ser generosos y tener misericordia hacia nuestros semejantes Isaías 58:7 ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes?  Perseverar en el propósito del ayuno, teniendo la actitud y la motivación correcta Ester 4:3 En cada provincia adonde llegaban el edicto y la orden del rey, había gran duelo entre los judíos, con ayuno, llanto y lamentos. Muchos de ellos, vestidos de luto, se tendían sobre la ceniza. Y deleitarnos en el Señor ya que el énfasis del ayuno siempre debe ser pasar tiempo con Dios, orar, adorarlo y leer su palabra. Este debe ser un tiempo en el que todo lo demás debería pasar a segundo plano para concentrarnos en escuchar y recibir lo que él quiere darnos.

El poder de Dios se desata en nosotros a través de la oración y el ayuno, sin embargo, el estilo de vida que llevamos hoy, donde todo se basa en la inmediatez, el tiempo se nos agota y estamos tan ocupados, que de lo que menos tenemos tiempo es de orar y mucho menos de ayunar. Y cuando lo hacemos es porque estamos en problemas que no podemos resolver por nosotros mismos, agotamos todas las posibilidades, usamos nuestros propios recursos y cuando nada nos funciona, es cuando nos acercamos a Dios.

Para concluir, ver el poder, el respaldo de Dios y sus bendiciones requiere que hagamos nuestra parte, Dios no está obligado a darnos lo que pedimos o queremos si no nos sujetamos a EL.

Efesios 3:19-20 Es mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios. Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en nosotros.

Experimentar la plenitud integral de Dios requiere que se movilicen en nuestro interior las cualidades de Dios, esas con las que nos dotó cuando nos hizo a su imagen y semejanza, para que, como parte del cuerpo de Cristo, podamos reflejar al mundo cómo es Dios. A medida que reflejemos la imagen de Jesús ante el mundo, Dios libera su poder divino por medio de nosotros.

No podemos seguir caminando en nuestra propia fuerza, Dios nos ha elegido, redimido y sellado; nos ha resucitado de la muerte espiritual, Él es quien perfecciona la obra que ha comenzado en nosotros y nos ha dado el poder que necesitamos para enfrentar la vida. ¡No hay límites! Su poder para nuestras vidas es inagotable.

 

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