Toda mi vida creí que la amistad verdadera debía ser recíproca; me amas, te amo; me das, te doy; te ayudo, me ayudas; siempre pensé que, si yo era honesta, real, detallista, leal e incondicional, mis amigos también tenían que serlo, si no, poco o nada me costaba romper una relación sin siquiera decir adiós; pero leo acerca de Jesús y ya no estoy tan convencida de ello.
Jesús tuvo amigos como Pedro, que lo negó tres veces y como Judas, que lo traicionó, sin embargo, sabiendo que el uno lo negaría y el otro lo traicionaría tuvieron un lugar en su mesa. En Mateo 26:50, Jesús le dice a Judas en el mismo momento de la traición: “Amigo, haz lo que viniste a hacer…”, es decir no le retiró su afecto, ni siquiera dejó de llamarlo su amigo en aquel instante.
Tener una amistad con amor y lealtad mutua sería lo ideal, todos queremos buenos amigos, pero mejor sería que en lugar de pedir fidelidad la ofrezcamos independientemente de quién sea el otro.
Sí, debemos cuidar con quien andamos, pues las malas compañías corrompen las buenas costumbres (1 Corintios 15:33), también debemos guardar nuestro corazón (Proverbios 4:23), y, si bien es cierto no tenemos que creer que todos son nuestros amigos, porque de hecho no es así, también es cierto que podemos regalar nuestra amistad incondicional a todos, porque una cosa es ESCOGER a nuestros amigos y otra muy distinta es BRINDAR una amistad a alguien, o SER amigo de alguien.
Sonará duro, pero es verdad, pretender reciprocidad nos hace de alguna manera hipócritas. Dios, quien es nuestro más grande amigo, nos ama, nos aconseja, nos guía, nos es fiel; sin embargo, una y otra vez le fallamos, no siempre demostramos amarle, no siempre seguimos su consejo, de hecho, en ocasiones desobedecemos su palabra anteponiendo nuestra voluntad, cientos de veces nos hemos olvidado de su existencia, pero una vez llega la adversidad buscamos su presencia y ahí está, dispuesto e incondicional. ¿Hacemos lo mismo con nuestros amigos, o demandamos de ellos una perfección de la que nosotros mismos carecemos?
Al leer las Escrituras, nos damos cuenta que David, quien fue culpable de homicidio y adulterio fue amigo de Dios, no fue por ausencia de pecados, sino que David, a pesar de sus faltas tenía fe y demostraba arrepentimiento delante del Señor cada vez que fallaba, esto nos enseña dos cosas acerca de la amistad; La primera, que no es la santidad o la perfección lo que nos hace amigos de Dios; la segunda, que podemos ser amigos de los demás por encima de sus defectos, debilidades o pecados.
Jesús, ha sido también nuestro fiel amigo, fue amigo de pecadores y nunca les pidió reciprocidad o condiciones, ¿qué tal si lo imitamos? Claro que tenemos que escoger a nuestros amigos, pero no tenemos por qué escoger de quien serlo. No necesariamente tenemos que considerar a todos como amigos, pero sí podemos ofrecer a todos una amistad.
Qué ejemplo tan hermoso de amistad nos da Cristo cuando murió entre dos ladrones y por pecados que no cometió, ¿lo acompañaron en aquel momento difícil todos sus amigos? No, solo estaban María y Juan, pero al resucitar no reclamó a sus discípulos, ni siquiera se los mencionó ¿por qué?, porque su amistad no imponía condiciones.
Hay amigos que solo estarán en las buenas, otros que solo estarán en las malas y quizás solo uno o dos estarán en todo momento, lo importante es no basar la amistad en las faltas, presencia o ausencia de otros, nadie está obligado estar siempre, ni todos tienen porqué correspondernos, pero cuan encantador sería que nosotros seamos buenos amigos; que en nosotros encuentren bendición, apoyo, consejos, abrazos y compañía, porque un amigo ama en todo tiempo y es como un hermano en tiempo de angustia (Proverbios 17:17)
Que Dios nos ayude a no tener amistades por conveniencia, ni sujetas a exigencias, que sane nuestras heridas si nos han traicionado y que nos dé valor para pedir perdón, si hemos sido nosotros los traidores.
¡Que el amor del Señor nos guíe y dé sabiduría para ser buenos amigos en todo tiempo!
Columna dedicada a mis amigos: John Jairo Cabezas, Henry Leonardo Murillo, Raúl Fernando Matiz, Jorge Antonio Dhaggill, Jose Luis Mendoza, Michelle Alejandra Calderón, Érika Patricia Fernández, Claudia Viviana Fontalvo, Kenith Maideth Castro, Viviana Soto, Luisa Fernanda Caicedo, Ángela Marcela Daza, Yajanis Paola Pinto, Neleibis Medina, Ana Carmen Gómez, Limerly Charry, Vanessa Alzate, Vanessa Ester Murillo, Silvana Pérez, Cinthia Orozco, Diana Carolina Fonseca, Lina María Maestre, Sabrina del Pilar Ayazo, Ana Karina Ayazo, Gabriela Garizábalo, Karen Lengua, Juana Mengual y a todos los que por alguna razón ya no lo son.
Jennifer Caicedo