No hay palabras que describan cómo nos sentimos cuando una relación termina de repente y llegan a la mente muchas preguntas ¿Qué pasó? ¿En qué fallé? ¿Por qué me está pasando esto?
El dolor, el asombro, la frustración, la decepción, es como si todo se juntara y casi que estás paralizado, te invaden sentimientos, todos, absolutamente todos son negativos. No es un buen momento para reaccionar, lo mejor es evitar actuar antes de hacer o decir algo de lo que más tarde puedas arrepentirte.
En ese instante de la vida, nada que lo que te dicen te alienta, cualquier consejo es inútil, el nudo en la garganta y la presión en el pecho parece que te controlan, te impiden dormir, ser eficiente en el trabajo o estudio y es como si el resto del mundo no existiera, solo tú y el dolor que estás sintiendo.
En esa situación lo mejor es dejarse caer de rodillas a los pies de Jesús, para que tus acciones no sean motivadas por los sentimientos y a su debido tiempo desaparezcan. Elije creer en Dios y que sea Él mostrándote el camino.
Es posible que llegue la inseguridad, pero tienes que saber que lo que eres nada tiene que ver con lo que pasó, pase lo que pase, sean cuales sean las cosas que vivas, sigues siendo tú, no más ni menos que nadie; nada cambia tu esencia, lo que sí puede pasar es que te veas en la obligación de moverte de lugar y prepararte para un nuevo comienzo. Por muy desbastadora que sea una separación puedes, es más, debes avanzar, la manera en que lo tomas y actúas solo depende de ti y ojalá que tu elección sea crecer a través de lo que viviste.
Para abrirte paso a ese nuevo comienzo, saca de tu cabeza que la otra persona es mala, o peor, que el malo fuiste tú, en cada historia siempre hay dos versiones, más una versión real. No es correcto pensar que la culpa recae en su totalidad en una sola persona por una sencilla razón, nadie es totalmente honesto, totalmente santo o totalmente puro que jamás se equivoque y sea 100% inocente.
No es sano ponerse a buscar culpables, cuando el daño es muy grande y no se puede reparar, es una pérdida de tiempo, así como también lo es el tratar de entenderlo, lo único que hay que entender es que esas cosas pasan. Dedica tiempo para reconocer tus debilidades, superar tus defectos, contemplar tus posibilidades y volver a empezar.
No seas soberbio al creerte recto, recuerda que a cada uno le parece correcto su camino, pero Dios es quien pesa los corazones (Proverbios 21:2), negarte a aceptar que probablemente también fallaste, es tardar más la sanidad, evitas que el mismo Padre intervenga ya que ello cerrará tu corazón. Reconocer con humidad tus errores y buscar en Él refugio, te permitirá escuchar su voz, recibir su consuelo, su paz, hasta que ya no duela más.
Ahora, ten paciencia, en estos días leí una frase que me gustó mucho: “Muchas personas quieren respuestas de microondas para los problemas de cocina lenta. Quieren alivio inmediato para un dolor que tardó meses o años en crearse”.
Sé objetivo, cualquiera que sean las razones que llevaron a la ruptura, el dolor no desaparecerá por arte de magia. Así que, en el proceso de sanación, pregúntale a Dios cómo puede ayudarte, la supervivencia dependerá únicamente del manejo que tú le des.
Perdona sin esperar que te pidan perdón, pretender que la otra persona se disculpe es darle el poder a quien te destruyó de que vuelva a herirte. Cuando eliges perdonar, soltar y seguir, eliges obedecer a Dios y acercarte más rápido a la cura que necesitas, esperar que el otro te sane o guardar resentimiento te hará esclavo de la amargura y por tanto más tardará en dejar de doler. ¿Acaso no sabes que cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel al que obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte o de la obediencia que lleva a la justicia (Romanos 6:16).
Sólo tú puedes decidir si obedeces al Señor quien sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas (Salmo 147:3), restaura el alma y guía por senderos de justicia (Salmo 23:3) o si obedeces a los sentimientos negativos. Dice en proverbios 17:22 que, el espíritu quebrantado seca los huesos, así pues, sentimientos de frustración y resentimiento que se van haciendo duraderos, es a ti a quien afectan, además contaminan a los que te rodean.
Jennifer Caicedo