SEÑORES GUAJIROS: ¡HAGAN ALGO! O NO LLOREN LUEGO

No entiendo que lloren en Bogotá por los veinte niños que murieron de hambre en La Guajira, mientras miran indiferentes cómo botan a la caneca 300 mil millones en el departamento.

Ni comprendo la indiferencia de las poblaciones donde están despilfarrando miles de millones en obras que no tienen justificación alguna. Una cosa es que la gente esté desanimada porque ve que pasan los años y no pasa nada. Siempre ganan las mismas casas políticas y, cuando algunos terminan presos, otros ladrones ocupan su lugar y siguen atracando las arcas públicas. Todo en una región donde hay infantes, casi todos wayuus, que pierden la vida por falta de comida.

Volví hace poco a cuatro de los cinco pueblos donde estuve el año pasado para conocer en el terreno cómo pensaban gastar los 300 mil millones que el exgobernador, Nemesio Roys, había destinado a deportes y arreglos urbanos.

Si lo visto en el 2021 me pareció la crónica de un futuro despilfarro, incluso de robo en algunos casos, lo hallado en este 2022 confirma mis sospechas. Pero lo más triste, lo más decepcionante, fue la falta de interés de la ciudadanía.

Y no digan que no se puede hacer nada, que todo está perdido de antemano. Por fortuna también estuve en Cañaverales, donde buena parte de los lugareños participan en una lucha pacífica para defender una causa justa. No quieren perder su condición agrícola y temen que un proyecto minero acabe con sus fuentes hídricas. No son poderosos ni cuentan con aliados potentes. Su fuerza viene de la unión, la persistencia, el amor a su tierra y las ganas de que nadie de afuera les arrebate su futuro.

Estoy convencida de que lograrán sus objetivos.

¿Por qué en Urumita no hay acción alguna para detener la absurda piscina semiolímpica que están construyendo?

Nadie en su sano juicio admitiría que emprendan una obra tan inútil en una población donde el agua escasea. Y cuando es de público conocimiento que será un elefante blanco.

Pregunté a algunos vecinos por la famosa piscina y las respuestas fueron decepcionantes. Unos me mandaban a hablar con los del barrio Villa Amparo, donde quedará enclavado el paquidermo. Como si solo fuese de la incumbencia de una pequeña porción de Urumita y no de todos.

En Villa Amparo prefirieron callar para no buscarse problemas con el alcalde y sus aliados. Porque de las alcaldías corruptas, no solo come el alcalde.

Otros me respondieron que el problema era de Villa Amparo, sin agua desde hacía 7 días. Pero que ellos, en sus barrios, la recibían cada 48 horas y no había problema. Es decir, han normalizado tanto la anormalidad, que se conforman con unas migajas.

Otros ciudadanos preocupados por el devenir de Urumita, están inmersos en otra batalla igual de dura. Resulta que el alcalde, con maniobras sucias (incluso delincuenciales, denuncian), pretende arrebatar un buen pedazo de los predios de la Institución Técnica Educativa Agropecuaria para construir otro centro deportivo. Digo otro, porque ya existe un polideportivo sin utilizar debido a que una brisa arrancó parte de la techumbre y nunca la han arreglado.

Parece ser que el alcalde falsificó una firma para seguir adelante con un proyecto destinado a engordar la manada de elefantes. Son tantas las irregularidades de ese tipo, me dijeron, que los que quieren salvar la institución educativa no disponen del tiempo necesario para batallar en dos frentes.

Así que la piscina, que será pasto de ranas, no tiene dolientes.

Prueba de lo inútil de esa obra acuática es que la hace la alcaldía de Dibulla. Y en ese pueblo a orillas del mar, el funcionario responsable de los proyectos me aseguró que su gente irá a Urumita a nadar y los de Urumita se desplazarán a Dibulla, a tres horas de distancia, para hacer deporte en sus nuevas instalaciones.

Lo de Dibulla también es de no creer. Un Centro de Alto Rendimiento, a 4 kilómetros del pueblo, que tendrá 19 disciplinas deportivas. Una de ellas, la que más me llamó la atención, será el lanzamiento de jabalina. Uno de mis hermanos practicó en su juventud esa especialidad tan bonita y como la conozco bien y sé lo que requiere, no me quedó duda alguna de que en ese lugar enterrarán los 36.000 millones que cuesta levantar la obra faraónica.

¿Alguien protesta en Dibulla para impedir que boten semejante platal? En absoluto. Pero ahí podría disculpar a algunas personas.

En el barrio 11 de Febrero, una mujer me contó de sus constantes visitas a la alcaldía para quejarse por las aguas negras que corren por su calle y otras adyacentes. Nunca le han parado ni media bola. También vi esa misma porquería maloliente en el centro del pueblo, en un punto supuestamente turístico.

Seguí luego para Barrancas, donde están enterrando los 21 mil millones en unos andenes y demás arreglos urbanos que no hacían falta, y en algunos bolsillos.

Pero vean que en San Juan del Cesar la protesta ciudadana arrojó unos pocos frutos. No arreglarán un solo parque sino cuatro. ¿Era necesario gastar 11 mil millones en esas vainas habiendo otras prioridades? Para nada. Pero mejor cuatro que uno. Y, ojalá, no talen árboles porque si algo fascina en tierra caliente, es cortar la sombra y dejar un peladero para que la gente se abrase.

Me habría gustado escribir algo navideño, bonito, esperanzador. De pronto, Cañaverales me sube la moral y me indica que se prendió una luz al final del túnel. Que no todo está perdido de antemano. Que todavía hay guajiros dispuestos a dar la pelea por su pueblo. Lo mismo que los que impedirán que el alcalde de Urumita acabe con el colegio.

Pero deberían ser muchos más lo que den la batalla ahora para que luego no lloren por la miseria, por las vidas que el hambre se lleva.

Salud Hernández-Mora

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