En estos días conocimos una canción de la famosa cantante Shakira, la cual causó un impacto a nivel mundial, videos de apoyo y rechazo no se hicieron esperar, aún abundan comentarios positivos y negativos acerca de BZRP Music Session #53; pero con estas líneas no pretendo opinar acerca de la infidelidad de Piqué, de la posición de Shakira como su ex pareja y mucho menos de la actual compañera sentimental del exfutbolista y empresario español, sino de nosotros, sí, de ti y de mí.
Cuando de la vida de otros se trata y probablemente sin autoridad moral para hacerlo, pero haciendo uso de la libertad de expresión, muchos son los que opinan acerca de si esa vida es real o fingida. He escuchado cualquier cantidad de comentarios donde la mayoría de las personas pone en tela de juicio la manera en cómo se muestran los demás y más si se trata de las cosas que publica en redes sociales.
Si una pareja se ve feliz en una fotografía, opinan que seguramente no son tan felices, en lugar de bendecir; si alguien viaja, opinan que mínimo está endeudado, que no tiene ni para comer y aparenta lujos, en lugar de alegrarse porque disfruta la vida; si una mujer compra un auto, eso es que tiene un suggar daddy; si un hombre sale adelante, seguramente está en negocios turbios; si alguien mantiene sonriendo y es amable, entonces es hipócrita o algo quiere, en fin, todo el tiempo estamos creyendo que la gente finge y vive de apariencias.
Esta vez una mujer famosa le muestra al mundo su realidad, la realidad de todo el que ha sido engañado; muestra la tristeza de una persona engañada, la depresión que surge del sentimiento de abandono cuando el ser amado se va; la rabia que resulta de haber sido humillada; Shakira no hizo una fiesta, no aparentó felicidad, no fingió indiferencia, no se mostró grande y ajena a lo que estaba viviendo, es decir, no hizo eso que tanto criticamos, entonces ¿Quién nos entiende? Juzgamos severamente las apariencias, pero alguien se muestra como es, como está, como se siente y lo acribillamos, en fin, la hipotenusa.
Todos hemos sido heridos en algún momento, unas heridas son graves, otras no tanto, sin duda hay dolores más fuertes que otros, pero no tenemos ningún derecho de juzgar cómo lo maneja cada persona, sobre todo porque lo que puede ser muy doloroso para unos, puede no serlo tanto para otros. Cada golpe que recibimos de la vida, sea cual sea, pueden superarse en días, meses, incluso años y el tiempo no es ni tiene que ser igual para todas las personas.
Ahora, si está bien o mal mostrarnos rotos, personalmente creo que eso depende de muchas cosas. Compartir el dolor no necesariamente es ridiculez, inmadurez o victimizarse, puede ser una manera de ayudar a sanar; por otro lado, guardar el dolor no obligatoriamente es hipocresía de pretender aparentar que se está bien, puede ser prudencia y recato, lo cierto es que no exteriorizarlo de alguna manera puede retrasar la sanidad. Sea que el dolor se grite a los cuatro vientos o que se calle, es una decisión personal.
¿Qué nos dice La Palabra de Dios acerca de todo esto?
En una de las columnas que escribí hace poco, la cual puedes buscar en este magazine con el nombre “SÉ SELECTIVO”, hice referencia a 2 Reyes 4:8-37, donde se cuenta de una mujer que recibió por parte del profeta Eliseo, la noticia de que sería madre, sin embargo, el hijo muere estando sentado en sus rodillas. La mujer salió al encuentro de Eliseo y es recibida por su criado Giezi quien le pregunta que cómo estaban ella, su marido y su hijo, a lo que ella responde “BIEN”. ¿Estaba esta mujer bien con su hijo recién fallecido? Por supuesto que no, estaba rota, pero su repuesta fue por prudencia, algo muy diferencie a las apariencias y al fingimiento.
Claramente todos hemos vivido momentos en que creemos que una circunstancia es una carga muy pesada que no podemos llevar más, sentimos agotamiento, frustración, dolor o angustia. Dios quiere ser parte de esos momentos para ayudarnos a que nuestras cargas sean menos pesadas. Dice en Salmos 55:22 que, si se las entregamos, él cuidará de nosotros y en Mateo 11:28, nos dice que, si estamos agotados, él nos hará descansar.
Necesitamos reconocer que precisamos de la gracia de Jesús, quien nos acepta tal como somos, es falso que tengamos que parecer en lugar de ser, con él no tenemos que fingir. Aparentar estar bien cuando estamos mal, mostrarnos contentos cual la realidad es que estamos destrozados, es pretender que los demás se hagan una imagen de nosotros que no es cierta. Incluso mostrarnos buenos es una tontería porque La Biblia nos pone a todos al descubierto cuando dice que, “No hay un solo justo, ni siquiera uno” (Romanos 3:10).
Aceptar que no siempre estamos bien, que no somos perfectos, que estamos rotos y que muchas veces actuamos mal, es estar en la posición correcta, porque no solo nos libera de la carga del vivir de apariencias, sino que nos preparamos para recibir la gracia de Dios, su perdón y restauración.
Dejemos de juzgar como deben comportarse los demás y comencemos a ocuparnos de cómo podemos llevar nuestros propios dolores, frustraciones, rabias, tristezas o fracasos.
Por último, no está demás aclararte que yo solo escribo columnas, perdón que te salPIQUE.
Jennifer Caicedo