¿VIVIENDO BAJO TU PROPIA LUZ O CONFIANDO EN MEDIO DE LA OSCURIDAD?

Isaías capítulo 50

Entre ustedes, ¿Quién teme al Señor y obedece a su siervo? Si caminan en tinieblas, sin un solo rayo de luz, confíen en el Señor y dependan de su Dios. Pero tengan cuidado, ustedes que viven en su propia luz, y que se calientan en su propia fogata. Esta es la recompensa que recibirán de mí: pronto caerán en gran tormento. Isaías 50:10-11 NTV

En el diccionario la palabra TEMER significa: sentir miedo [una persona] ante alguien o algo que considera que puede perjudicarla o causarle un mal.  El temor a Dios por el contrario, no está fundamentado en el miedo, sino en la reverencia. En Deuteronomio 10:12 dice, Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.

Pensemos en esto, cuando éramos niños teníamos cuidado de hacer algo que desagradara a nuestros padres, ¿por qué? por una de dos razones: por el castigo que recibiríamos o por la tristeza que causaríamos en su corazón y la desilusión que les ocasionaríamos.

Igual sucede con Dios, tendemos a desarrollar un temor fundamentado en el castigo o el amor, la reverencia y respeto que sentimos hacia Él. Entonces, cuando el temor se fundamenta en el castigo, no actuamos de manera libre y honesta, sino que hacemos o dejamos de hacer porque nos sentimos reprimidos e intimidados por la consecuencia de nuestras acciones; pero cuando el temor se basa en el amor, respeto y reverencia actuamos de manera genuina, porque no queremos fallarle a nuestro padre, ni entristecer su corazón, evitamos actuar mal por amor y no por castigo.

Al respecto, estoy convencida que Dios no desea intimidarnos para que obedezcamos, sino que obedezcamos entendiendo que es lo mejor para nuestra vida, como lo dice en 1 Juan 4:17-18 y al vivir en Dios, nuestro amor crece hasta hacerse perfecto. Por lo tanto, no tendremos temor en el día del juicio, sino que podremos estar ante Dios con confianza, porque vivimos como vivió Jesús en este mundo.  En esa clase de amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo, y esto muestra que no hemos experimentado plenamente el perfecto amor de Dios.

Ahora bien, vayamos al otro término usado en el pasaje objeto de esta reflexión, que es OBEDECER, según el diccionario significa cumplir la voluntad de quien manda o lo que establece una ley o norma. También se define como el «cumplimiento respetuoso o sumiso a los mandamientos de uno en autoridad». En el sentido bíblico, la obediencia requiere el cumplimiento cuidadoso de la voluntad de Dios, implica una rendición total que es la muestra más fidedigna de nuestro amor por El. Sin duda alguna, La obediencia a Dios es una parte esencial de la fe, dado que, es el libre sometimiento a la palabra cuya verdad está garantizada por Dios, que es la verdad misma.  Nuestro mayor referente de obediencia fue Jesús quien se hizo obediente hasta la muerte (Filipenses 2:8).

Retomando la pregunta que hace el profeta Isaías al inicio de este capítulo: ¿Quién entre ustedes teme al Señor y obedece la voz de su siervo? Y considerando estas dos definiciones (Temor y Obediencia) solo quienes temen y obedecen a Dios, pueden aun en medio de la oscuridad seguir descansando y dependiendo de Dios.  Aunque no vean respuestas, aunque la tormenta arrecie, aunque no hayan recibido lo que esperan, aunque las cosas no se den como habían pensado, perseveran, no se apresuran, ni se angustian, mantienen la calma y dejan todo en control de su Señor.

Por el contrario, para aquellos que andan en su propia luz y se calientan con su propia fogata (mérito propio, recursos, fuerzas, inteligencia, sabiduría y suficiencia), la advertencia es: andarán siempre en angustia y caerán en gran tormento; otra versión expresa en dolor seréis sepultados. Andar en nuestra propia luz o encender nuestro propio fuego, hace referencia a una vida lejos de Dios, a los planes que hacemos sin incluirlo, a las decisiones que tomamos siguiendo nuestra percepción y no su consejo; a aquello en lo que depositamos nuestra esperanza.  Esto incluye esquemas de la filosofía humana, la religión, la incredulidad, la justicia propia, el dinero, toda dependencia de nuestras propias fuerzas. Todas estas son luces falsas que abrazamos, nos apartan de Dios de manera sutil y nos llevan a renunciar a su consejo, revelación y a resistir su voluntad para nuestra vida.

Es muy común, que con el pasar del tiempo, luego de haber orado tanto por algo, de haber esperado la intervención divina que no llega, cuando a pesar de creer no cambia la situación, no sale el trabajo, no llega la sanidad, y en su lugar seguimos recibiendo golpes y aflicciones; justo en ese momento, queramos tirar la toalla y tomemos la decisión hacerlo a nuestra manera porque a la manera de Dios no funcionó o sencillamente Dios se tardó mucho y mis oraciones ni si quiera llegaron al trono.

Pero su palabra nos enseña en Proverbios 3:5-8 Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos.  Solo Él puede encaminarnos por la ruta correcta, aunque pasemos por el valle de la sombra de la muerte, sabemos que nuestro destino está seguro en El.

En el libro de Génesis nos encontramos con dos personajes que ilustran muy bien estas dos perspectivas de vida, uno de ellos es Sara, ella pensó que era demasiado vieja para ser madre y que tal vez no era a través de ella que Dios le daría descendencia a su esposo, por ello se desesperó, encendió su propia luz para alumbrar su desesperación y acelerar el cumplimiento del plan de Dios, convenciendo a su esposo de acostarse con su empleada. Por otra parte, está un Abraham caminando a sacrificar al hijo de la promesa, confiando en la palabra de Dios aún en medio de la angustia que le producía el solo hecho de pensar en matar a su único hijo, ciertamente este debió ser un momento muy oscuro para Abraham, pero su obediencia y esperanza en Dios le permitieron ver la luz al final del camino y el cumplimiento pleno de la promesa.

¿En qué condición te encuentras hoy? ¿Cómo Sara (viviendo bajo tu propia luz) o como Abraham (confiando en medio de la oscuridad)? ¿Tu confianza está totalmente depositada en Dios? o ¿estás dejándote llevar por tu propia sabiduría? De cualquier forma, esta palabra es un mandato a confiar en el nombre del Señor hasta el final, nos invita a permanecer en Dios, a no confiar de manera intermitente y luego inquietarnos; sino a llegar a hacer de Dios nuestra habitación, un lugar de descanso constante y seguro, así como los barcos ingresan al puerto, arrojan sus anclas y luego se quedan allí hasta que pase la tempestad. Dios no nos llevará a donde no pueda salvarnos, pero si decidimos caminar en dirección opuesta a El entonces estaremos por nuestra propia cuenta y definitivamente tendremos que asumir las consecuencias.

Vicky Pinedo 

DESCARGAR COLUMNA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
💬 ¿ Necesitas ayuda?
Hola 👋 ¿En qué podemos ayudarte?