EL REALISMO MÁGICO DESDE LA ORALIDAD PROVINCIANA

El realismo mágico es un movimiento literario hispanoamericano surgido a mediados del Siglo XX que se caracteriza por la inclusión de elementos fantásticos en la narración, con lo que se pretende profundizar en la realidad a través del enfoque mágico que en ella subyace. Gabriel García Márquez es uno de sus máximos representantes y su obra “Cien años de soledad” es tal vez el máximo paradigma de ese estilo narrativo.

Se podría definir como el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común y la EXAGERACION se convierte en su impronta y en el ingrediente clave que lo apuntala y le confiere genuina identidad. Por eso se dice en los tertuliaderos literarios que García Márquez no inventó nada, pues casi todas las historias consignadas en su libro fueron tomadas de la realidad de su comarca. Y en demostración de ello, vamos a referir tres pequeñas historias que corroboran que desde la oralidad provinciana se teje el realismo mágico con absoluta normalidad.

PRIMERA HISTORIA: Siempre he considerado que don Abraham Romero Daza fue un campesino irreverente, un ávido lector que lo convertía en conversador conspicuo, un hombre provinciano dueño de una entonación altiva y singular y definitivamente un insigne practicante del realismo mágico desde la oralidad. En alguna ocasión don Abraham viajó desde Barranquilla hsta Bogotá por asuntos de negocios. Estuvo tres días alojado en el Hotel Tequendama y el fin de semana resolvió pasarlo con sus hijos y sus sobrinos en un apartamento de estudiantes que ocupaban en la Avenida Caracas con la calle 69 de Bogotá. Cuando regresó a Barranquilla, su esposa Lucy le preguntó por los muchachos. Y Abraham se despachó en detalles con su acostumbrada elocuencia:

–        Lucy, te cuento que esos muchachos están pasando hambre allá en Bogotá. Están flacos y hambrientos. Entonces resolví matarles el hambre. Me fui a Corabastos a hacerles un mercado gigantesco. Lucy, compramos medio bulto de yuca, un quintal de plátano, una arroba de malanga, medio puerco despresado, siete gallinas, casi media vaca y como una tonelada de bastimento. Te cuento Lucy… que les hice un sancocho en un tanque de 55 galones. ¡Todos quedaron jartos y con la barriga brillante…!

SEGUNDA HISTORIA: Corraleja es un corregimiento de San Juan del Cesar, localizado en el cordón de pueblecitos que en el oriente de la cabecera municipal serpentean la cordillera en la ruta San Juan, El Tablazo, Los Pozos, Corraleja, Cañaverales, Conejo y Fonseca. Allí vivía con su familia el parroquiano Félix Fuentes, un campesino terco y trabajador. Sin embargo, Félix Fuentes permanecía contrariado con su familia y con sus vecinos porque tenían incrementado el vicio de escudriñar en demasía las actividades del prójimo. Y editorializaban sobre el comportamiento de todos los habitantes del pueblo. Las especulaciones eran el pan de cada día, hasta tal punto que los chismes no se distinguían de la realidad. Hasta que un día Félix Fuentes explotó. Y a grito templado lanzó una maldición sobre todo su pueblo. Salió sin camisa un caluroso mediodía a la puerta de su casa y exclamó:

–        Maldita sea toda la gente de este este pueblo. Tienen la lengua tan larga, que no encontraran perdón de Dios. Van a tene un castigo ejemplar, como nunca antes en la vida se había visto. Le voy a pedí a Dios que mande una creciente bien boja, que el rio se salga de su cauce, que entre a Corraleja, que inunde a todo el pueblo, que arrase con todo y que se ahogue to’el mundo… pa’ que no quede rastro de nadie… ¡Nojoñe…!!!

Su mujer, que muy temerosa escuchaba esos improperios, le recriminó su blasfemia con mucha fe cristiana. Le recordó que esas maldiciones podrían volverse contra él, pero Félix Fuentes no cejaba en su inconformidad contra su pueblo y contra Dios.

–        Me importa un carajo que se empute la gente y a mi Dios también me importa un carajo. Ojalá que esa creciente venga con fuerza… y se lleve todo… para que este pueblo maldito nunca más en la vida vuelva a retoñar. ¡¡¡Se lo tienen bien merecido, por lengua larga…!!!

Félix Fuentes no había terminado de desahogar su espíritu contaminado de ira, cuando de repente el sol brillante de Corraleja fue tapado por unas nubes espesas, color gris oscuro que se posaron desafiantes sobre el pueblo. Las primeras gotas que comenzaron a caer llegaban al suelo con tal fortaleza, que la tierra sedienta se saturo casi de inmediato. Estaban acostumbrados a que las gotas pequeñas se iban volviendo adultas, pero esta vez llegaron como una ráfaga que azotaba los techos de las casas sin ninguna contemplación haciendo estropicios ensordecedores. El aguacero repentino muy pronto se transformó en un diluvio de proporciones gigantescas y el ruido de la creciente del rio pasó de ser un murmullo lejano, para convertirse en un remolino de piedras que estremecían su lecho. La creciente llegó con tal fuerza, que las tres calles del pueblo se volvieron tres ríos repentinos y la escorrentía en su proceso de invasión fue acomodando el caudal en todas las hondonadas que a su paso encontraba, hasta que comenzó a sobrepasar los sardineles y a penetrar en las casas. La consecuencia de la súbita inundación se estaba reflejando en que el agua comenzaba a llegarle hasta la rodilla a las personas dentro de las casas.

Félix Fuentes permanecía en silencio temeroso y en ese momento ya no emitía ningún sonido y mucho menos ningún improperio. Su mujer, llorando y asustada, le recriminaba sin parar.

–        Vite…! eso te pasa por estar maldiciendo a la gente… ahi tenei, por está cogiendo el nombre de Dios pa estas cosas…!

Félix Fuentes seguía blanco como un papel. Y ahora la voz cantante la llevaba su mujer, quien no paraba en su desahogo:

–        Eso es un castigo de Dios… Ahora tenei que atenete a las consecuencias. ¡Ahí tenei tu castigo…!!!

La última idea que le vino a Félix Fuentes después de escuchar la andanada de su mujer, fue decirle una respuesta a grito templado, como para que su arrepentimiento fuera escuchado allá en el cielo.

–        Pero si yo no estaba diciendo eso en serio…! ¿O es que acaso uno no se puede jugá con Dios…?

TERCERA HISTORIA: El último segmento dedicado a mostrar chispas de realismo mágico en la oralidad provinciana, está protagonizado por dos conocidos personajes de nuestra Provincia. El villanuevero Manuel “El Mocho” y el juglar de Alto Pino, Leandro Díaz.

Leandro Díaz, compositor vallenato invidente, venia de regreso de una gira musical por la Alta Guajira. Leandro viajaba a bordo de un campero sin aire acondicionado que salió de Riohacha con destino a San Diego, donde residía. La carretera sin pavimentar de aquel entonces hacía que el polvoriento recorrido resultara más tortuoso de lo que muchos hoy en día no se imaginan. Leandro venia en el puesto delantero del pasajero firmemente aferrado al manubrio que nacía desde la guantera y que servía precisamente para que el copiloto se apoyara en esa barra metálica y de esa manera sortear mejor el brincoleo de los vehículos en carretera sin pavimento. De repente Leandro le pregunta al conductor:

–        Por dónde vamos…?

–        Vamos pasando por el ramal de El Molino

–        Ah… bueno… entonces vamos a aprovechá pa entrá a Villanueva, porque quiero saludar a mi amigo Manuel “El Mocho”

Manuel “El Mocho” fue rebautizado desde que perdió uno de sus brazos y se había acostumbrado a sobrevivir con bastante solvencia con una sola extremidad superior.

Al llegar a la casa de Manuel “El Mocho” el conductor estaciono el carro y la emoción del anfitrión fue grande. Inmediatamente le expresó su alegría por la inesperada visita y lo condujo directamente al patio, para invitarlo a que se refrescara del caluroso viaje con el bálsamo refrescante del agua de un coco que inmediatamente seria servido directamente desde la fruta que aún estaba en el gajo.

“El Mocho”, muy solícito, llevo un par de asientos para el patio y le dijo a Leandro que se sentara y que esperara unos minutos mientras él se trepaba al árbol, desprendía algunos cocos y se refrescaban en esa mañana calurosa.

Leandro se acomodó en el taburete con sus ojos cerrados y espero con paciencia las atenciones de “El Mocho”, quien con la destreza de un primate y armado de una machetilla, abrazo el tronco del árbol y lo fue escalando poco a poco con la ayuda de sus dos piernas y el único brazo de su humanidad. Muy pronto “El Mocho” alcanzo a tener contacto con las frutas del cocotero del patio de su casa. Cuando ello sucedió, trenzo sus piernas para asegurar el apoyo de su cuerpo, desenvaino la machetilla y se dispuso a bajar la maceta de cocos que sería consumida. Justo en ese momento, un enjambre de avispas comenzó a atacar a “El Mocho”. Y aunque Manuel tenía solvencia para enfrentar la cotidianidad con un solo brazo, la repentina conjugación del manejo de la machetilla, el contacto con la maceta y la reacción de espantar los insectos atacantes con el único brazo de su inventario corporal, Manuel “El Mocho” perdió el equilibrio y al contacto con el suelo se sintió un estropicio contundente.

Leandro, quien permanecía sentado esperando que “El Mocho” descendiera del cocotero, le dijo:

–        Ya “Mocho”, bajate…  que con esa maceta tenemos…!

Orlando Cuello Gámez

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6 comentarios de “EL REALISMO MÁGICO DESDE LA ORALIDAD PROVINCIANA

  1. luz marina Aroca dice:

    Cada Dia mas Contenta y sorprendida favorablemente al leer las anecdotas de mi querido primo Orlando Cuello Gamez Excelente narrador de nuestras costumbres provincianas !!! Gracias prima Ivonne por compartirnos estas Historias me hacen remontar a mi niñez!! Gracias!!!

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