SIRVIENDO A LOS DEMÁS 

Si nos detenemos a pensar en nuestro diario vivir, prácticamente todo es obligatorio; cumplir un horario laboral, asistir al colegio o universidad. Si una madre le pregunta a su hijo si quiere ayudarla con los quehaceres, lo más seguro es que obtenga un “no” por respuesta, así que lo que con frecuencia vemos son órdenes, lava el baño, lava los platos, haz el aseo y así, casi siempre hacemos las cosas por obligación, no por convicción.

No se me hace raro que vivamos en medio de normas, vivir bajo una total libertad de hacer lo que queramos puede llevarnos a actuar de forma inadecuada. Hacer lo que debemos y no lo que queremos de alguna manera fortalece nuestro carácter y nos crea disciplina, aunque puede ser un poco estresante y agotador e incluso molesto; pero si cambiamos nuestra manera de pensar, nuestra actitud y en lugar de hacer las cosas porque nos toca, las hacemos con una verdadera entrega, seguramente seríamos más felices y viviríamos menos estresados. 1 de Corintios 16:13 nos exhorta a hacer todas las cosas con amor.

Ofrecernos voluntariamente a servir en nuestro trabajo, en casa, en la iglesia, en el barrio o en cualquier otro lugar, sin ninguna condición de por medio, sin esperar un reconocimiento, es decirle a Dios “¡Heme aquí, úsame a mí!”

No esperes ser perfecto para servir y ser instrumento en manos de Dios. Para bendecir a otros basta con disponer el corazón y ofrecer nuestros dones y talentos al servicio de los demás. Jesús, siendo rey no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate de muchos (Mateo 20:28).

Como Jesús debemos a prender a servir en todo momento y lugar, una recompensa de ello la encontramos en Mateo 4:8-11, cuando Jesús le dice a Satanás que no se postrará ante él porque solo ante Dios se postra y solo a Él le sirve, seguidamente se lee que llegaron ángeles y le servían, así que, podemos estar convencidos que el servir a otros provoca que ángeles de Dios nos sirvan a nosotros.

Recuerdo que en estos días, la juez que tengo por jefe, acababa de salir de una extensa audiencia con ganas de tomarse un tinto, pero viéndonos a todos ocupados en nuestras labores, sin siquiera pedirnos el favor, se dirigió a la cocina, preparó café, volvió al área de trabajo con bandeja en mano ofreciéndonos a todos, incluso al secretario del otro juzgado que estaba presente; aún tenía la toga puesta, ese atuendo signo de respeto a la Administración de Justicia y que la distingue como autoridad, que no le impidió servirnos a los demás por encima de su jerarquía, eso es el verdadero servicio, nunca antes la había admirado tanto.

Conviértete en alguien que sirve a donde quiera que vayas, donde quiera y con quiera que estés, así estarás sirviendo al Padre.

Jennifer Caicedo

DESCARGAR COLUMNA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
💬 ¿ Necesitas ayuda?
Hola 👋 ¿En qué podemos ayudarte?