LOS IRRESPONSABLES

Debemos ser responsables y marchar el 21 de abril masivamente.

No responden por nada en ningún plano. Ni en el plano político, ni en el judicial, ni en el disciplinario, ni en el mediático.

La propaganda oficial, la manipulación de las redes sociales, las comunidades digitales herméticas, el tremendismo mediático del presidente y de varios de sus ministros y la perorata continua, lo que hoy empalagosamente llamamos el “relato”, incluso parecen mitigar la caída al vacío en las encuestas.

Claro la falta de vergüenza, decoro y derrotero moral explica, en una parte, la impunidad con la cual la administración Petro, grandes y chicos a la vez, han pasado a la acción positiva, ambigua o francamente ilegal, casi siempre contraria al bien común, marcada por la temeridad, impenitente a la negligencia, la falta de resultados y la imprevisión.

En paralelo se consolida la cultura del insulto en redes, la formulación de principios de política pública sin base en estudios, en estrategias o evidencias, sin evaluación de viabilidad y sin consideración por la generación mayúscula de ansiedad, incertidumbre e incredulidad colectiva.

Y el país ya entendió, dolorosa y costosamente, que el presidente actúa bajo un único principio: si la ley no me gusta o no me deja hacer, hay que desconocerla.

Y si cualquiera de las instituciones o poderes públicos no le camina al presidente, que se aliste porque le lloverán insultos, calumnias, presiones y vindicaciones.

Estamos esperando el momento en que con leguleyadas audaces, golpes de mano, crisis o incendios provocados, el presidente, ya totalmente desprovisto de sus máscaras y liberado de sus fingimientos para la galería popular que lo eligió, acometa el cierre del congreso y las cortes para reemplazarlas por nuevas instituciones que estarán bajo su control directo.

El presidencialismo, agudo y todo poderoso, entronizado en la reforma constitucional de 1968 y que pudo, pero no fue desmontado por la constituyente del 91, sirve hoy de herramienta mortífera para destruir el estado de derecho.

La democracia colombiana, arropada de sus fórmulas, rituales, templos y certezas de papel, sigue tendiéndole al aspirante de tirano el hacha para su propia decapitación. Cumpliendo los criterios del decoro, la colegiatura, la enrevesada y prolongada argumentación, nuestras altas cortes dejan pasar los días en la ruta al cadalso, confiando acaso en un improbable asalto de cordura del gobernante, sanguinario y obsesionado con su propio e infinito mesianismo.

Los oligarcas colombianos se acercan en grupos o mediante oscuros intermediarios, familiares del presidente o mandarines de la locura palaciega, indiferentes al bien común, cenizos de preocupación por sus millones y sus emporios. Buscan del presidente una tregua, a la manera de las grandes organizaciones criminales, en la cual se les permita seguir explotando los mercados que controlan, así como a los mafiosos y terroristas se les invita, con gestos y miradas golosas, como se las vimos al comisionado Otty Patiño, a ampliar las fronteras territoriales de su accionar y a sojuzgar, bajo la extorsión y la violencia, a más poblaciones para la expansión de sus economías ilícitas. 30 monedas de oro a cambio del silencio, la laudatoria vacía o la comisión discreta de las fechorías.

Pero Petro si es responsable del desastre. Lo quiere, lo busca y no lo niega igual que sus áulicos ¿Cuáles son entonces los irresponsables?

¿Acaso los que asumen sus competencias con la parsimonia de siempre a pesar de la virulencia de la violación y la amenaza?

¿Acaso los orientadores de la opinión? Esos que siguen más preocupados por exhibir una imparcialidad que hace días no sienten, y en la que en su fuero interno ya no creen, pero que mantienen, para no perder del todo el favor del futuro tirano y que sobre todo  mantienen para no patear la lonchera que llenan los mentados oligarcas que se apropiaron de los medios para apalancar su supervivencia en cualquier escenario.

¿Acaso la de los profesionales de la administración pública que conscientes de la debacle, la arbitrariedad, la mediocridad criminal y la corruptela rampante prefieren guardar silencio, ocultar y no accionar el control interno, dejando las constancias e investigaciones que su carácter de funcionarios públicos les obliga a interponer?

¿Acaso la de los oficiales de insignia de nuestras fuerzas que prefieren el muelle privilegio transitorio a la defensa de la vida de sus hombres, la integridad operacional y la doctrina?

¿Acaso la de los líderes de los partidos que se oponen o negocian en la independencia y que resultan incapaces de formar y participar en un frente democrático, que les da oso marchar y convocar las marchas por temor de que las movilizaciones no sean lo suficientemente grandes para su ego?

¡Seamos responsables! En la hora grave y la noche oscura dejemos atrás odios, rencores, diferencias, pendencias, cálculos, apegos y estrategias.

¡Seamos responsables! Busquemos el consenso y la defensa democrática. Un frente amplio, amplísimo, generoso, cohesionado, sin limitaciones, ni exclusiones ni reservas, que emule a los marchantes de la oposición.

Que nos vea Colombia juntos convocando a marchar el 21 de abril, voceando en todas las esquinas de las redes, invitando a nuestros líderes políticos y comunitarios, a nuestros servidores y funcionarios electos, a los valientes y dispuestos de las reservas, a los ciudadanos de todas las toldas. Seamos grandes ahora que se acrecienta la sombra de la dictadura, pero sobre todo seamos responsables.

Enrique Gómez Martínez 

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