100 DÍAS ENTRE VANIDADES Y MENTIRAS

Los primeros cien días de gobierno han transcurrido entre un oscuro telón de vanidades y mentiras. El electorado, confiado en la promesa de un cambio palpable, se encuentra ahora navegando en las aguas turbias de la decepción, mientras aquellos que se presentaron como las soluciones a los principales problemas de las comunidades, en los primeros 100 días, se han ahogado en sus mares de promesas incumplidas.

En la reciente campaña electoral, en medio de su punto más efervescente, los entonces candidatos deslumbraron con sus discursos cargados de optimismo y humildad, realizando grandes investigaciones y criticas profundas a los gobernantes de turno. Los programas de contratación pública se hicieron muy populares, las críticas a las inversiones y los proyectos a las administraciones pasadas fueron el pan de cada día.

Se presentaron renders de proyectos aparentemente sólidos y compromisos inquebrantables con el bienestar de sus ciudadanos. Sin embargo, una vez en el poder, la realidad ha revelado la fragilidad de sus palabras. Se dieron cuenta de que una cosa es gobernar y otra muy distinta opinar. A la fecha, poco o nada se muestra de lo que se habló en campaña. Lo que antes era una realidad, hoy se remplazó por: “todo lo dejaron dañado”, “cuatro meses es muy poquito para mostrar resultados”. Reza un dicho popular, ¡por el desayuno se sabe cómo será el almuerzo!

Lo que si se ha notado, son los carros de alta gama, la presencia de escoltas y el derroche de lo que no se tenía. El saludo, que antes no se le negaba a nadie, ahora pocas veces se ha vuelto a dar. En los primeros 100 días de gobierno, se desparecieron de las redes, de la radio y hasta de los periódicos, donde gastaron bastantes sumas de dinero.

Algunos gobernantes, se han visto envueltos en la maraña de excusas y justificaciones, han visto desvanecerse sus promesas irrealizables. Mientras que en campaña aseguraban tener proyectos listos, presupuestos preparados y estructuras de trabajo montadas, ahora se refugian en la conveniente coartada de que la oposición les ha impedido actuar. Pero ya es hora de que asuman su responsabilidad y dejen de culpar a los demás por su incapacidad de gestión.

Quedó demostrado que estar en cargos públicos por años, no es garantía para la buena administración de los territorios. Se han cometido errores tan graves que, hasta el más ignorante ha sido capaz de notar su desconocimiento e incapacidad de gestión. Las rencillas políticas del pasado deben quedar atrás, los mandatarios modernos deben mirar adelante, que tanto siguen en peleas vanas. Estos territorios no pueden permitirse el lujo de sufrir las consecuencias de una gestión deficiente. Si les va mal a los gobernantes, le va mal al resto de la comunidad. Son los políticos quienes toman las decisiones más importantes de los territorios, y es hora de que lo hagan con responsabilidad y transparencia.

Lo cierto es que La Guajira no aguanta una gota más de improvisación. Estos pueblos no están para promesas que se las lleve el viento. Es hora de que los mandatarios locales reflexionen estos primeros cien días de desencanto. No desaprovecharé esta columna para preguntar, ¿qué razón dan de los pupitres para los estudiantes que se prometieron en campaña? Este suceso, quizás sirva para recordar que, así como un alumno no puede culpar al profesor por su falta de esfuerzo, los líderes políticos no pueden seguir culpando a la oposición por sus propias fallas. Es tiempo de asumir la responsabilidad y trabajar verdaderamente por el bienestar de nuestras comunidades, dejando atrás las vanidades y las mentiras que solo conducen al estancamiento y la desilusión.

 

Jose Armando Olmedo

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