El boletín técnico publicado por el DANE el pasado 15 de mayo constituye un hito en el fracaso de la gestión del presidente Petro. Las principales cifras económicas de Colombia muestran un grave deterioro que ya no es posible imputar con facilidad al expresidente Duque, aunque, en cierta medida, se deban aún al efecto rebote de las políticas implementadas para afrontar la pandemia de COVID-19. Sin embargo, la pobrísima ejecución del presupuesto y los constantes mensajes de incertidumbre por parte del Gobierno han permitido que la tendencia no cambiara de rumbo y permanezcamos al filo de la recesión. ¡El crecimiento del producto interno bruto (PIB) del primer trimestre de 2024 fue de tan solo 0,7 %!
Con o sin los signos de exclamación, la cifra es en sí misma alarmante. Con solo echarle un vistazo, se alcanzan a ver las mesas con una o máximo dos comidas al día. El estrés de la clase media, graduada como enemiga por el presidente, que debe trabajar en dos o tres empleos para mantener su nivel de vida. La ruina de las pequeñas y medianas empresas, perseguidas por el gobierno Petro, que se esfuerzan por no cerrar sus negocios. Afortunadamente, la Administración pública y defensa, educación y salud crecieron un 5,3 % anual y contribuyeron con un 0,7 % al PIB, pero las industrias manufactureras y el comercio al por mayor y al por menor mostraron contracciones del 5,9 % y el 0,8 % respectivamente.
Las dificultades que atraviesa la economía deben poner muy contento al presidente. Por fin, entre tantas dificultades que han enfrentado sus reformas, logra cumplir su promesa más importante en materia económica: el decrecimiento, destruyendo la economía de mercado. Ahora sí seremos ejemplo de cómo reducir la emisión de gases de efecto invernadero en el mundo. «Le hemos puesto coto al desenfreno de nuestra precaria industria y débil comercio, con lo que podremos cumplir nuestras expectativas ambientales». Así lo debe pensar el presidente, desde su solitaria guarida, donde solo se escucha a sí mismo y si acaso recibe consejos de sus más dogmáticos y fieles seguidores.
X se ha convertido en el principal pasa tiempo de Gustavo Petro. «Por favor, guarde el teléfono». En la Casa de Nariño tendrían que fijarse estos mensajes y repartirse los periódicos serios de Colombia y el mundo: El Tiempo, El Espectador, The New York Times, El País, Libération… los que sean. Súrtase también la biblioteca. Es hora de leer más noticias y teorías económicas, de informarse más allá de los trinos y salir del frío ensimismamiento boreal que se respira en los edificios de la Administración nacional.
La solución de los desafíos estructurales de nuestra economía requiere información y datos, no ideologías y demagogia dogmática. Luego, la acción informada: soluciones pragmáticas para los desafíos de hoy y planificación cuidadosa para los de mañana. No es fácil y nunca lo ha sido. Es por este motivo que, aunque es quizás ya tarde, debe rodearse de los mejores asesores, de gente experimentada más allá de los títulos y afiliaciones políticas. Si concentra todas sus fuerzas en este asunto, podrá evitar ser estigmatizado y pasar a la historia como el presidente economista que destruyó la economía.
Juan Manuel Galán