En Lucas 23:38-43, se cuenta acerca de aquel último momento que vivió Jesús en la cruz al lado de dos ladrones, uno de ellos empezó a insultarlo diciendo: ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! Pero el otro criminal lo reprendió diciendo: ¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; este, en cambio, no ha hecho nada malo. Luego dijo: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso, le contestó Jesús.
Son varios aspectos que quiero resaltar sobre estos versículos. Hay dos culpables viviendo la misma situación, mientras uno refleja soberbia y burla, el otro reconoce que lo que vive es consecuencia de sus malas acciones. Te pregunto ¿Cuál de las dos posiciones asumes cuando pecas?
Me pongo a pensar en el día que tuvo el segundo criminal, no creo que haya sido bueno. Desconozco cómo era el procedimiento en aquella época, pero presumo que fue detenido por la comisión de sus delitos, acusado y finalmente condenado a morir crucificado, así que no es muy difícil pensar que fue un pésimo día; ya no había lugar a arrepentimientos, ya no podía devolver el tiempo, lo hecho, hecho estaba, cuánto daño hizo a su prójimo y cuanto dolor causó a su propia familia y amigos, a la gente que lo amaba. Allí estaba viviendo las crónicas de una muerte inevitable; aun así volteó a mirar a Jesús, viendo en Él su última esperanza, apelando aquella sentencia, que si bien no le devolvería la libertad, sí lo llevaría al paraíso y lo que fue un día fatal, terminó siendo su salvación. “Hoy estarás conmigo en el paraíso, le dijo Jesús”.
Muchas veces estamos perdidos, pero basta voltear a ver a Jesús para ser perdonados. Aquel ladrón ya no tenía más oportunidad y gloria a Dios que pudo aprovechar la que le quedaba, así que no esperemos estar en una situación así para buscar perdón, restauración y salvación.
Un segundo aspecto que quiero resaltar, es cuando estamos del otro lado de la situación. Yo me imagino lo felices que estaban sus víctimas al ver a su victimario pagar por los delitos cometidos contra su persona y sus bienes, pero lo que para ellos era justicia, para aquel ladrón fue el camino a la salvación. Guarda tu corazón de alegrarte del mal ajeno, evita señalar y juzgar a los demás, porque mientras tú condenas, Dios salva y lo que para ti es un mal bien merecido, si Dios, a bien lo tiene, es lo mejor que puede pasarle a un corazón arrepentido. Sea que te parezca o no, el amor del Padre cubre multitud de pecados y al que quieres y merece que le vaya mal, si esa persona voltea su mirada a Jesús probablemente le vaya mejor de lo que te va a ti.
Un tercer aspecto y no menos impactante e importante es la actitud de Jesús, también en una cruz y a punto de morir siendo inocente, dio esperanza a aquel ladrón. Qué gran ejemplo de fortaleza y amor ¿A cuántas personas animamos, consolamos y brindamos una palabra de aliento aunque también estemos pasando por un mal momento?
Mi querido lector, que esta palabra nos lleve a evitar juzgar, a ser empáticos y solidarios con el dolor ajeno, aunque también estemos en aflicción. Por último, nunca pienses que te levantaste con el pie izquierdo y, sin convertirte en una persona que no acepta sus errores, tampoco te excedas en darte latigazos de culpabilidad, voltea tu mirada a Jesús, no hay mal que por bien no venga, aunque el mal tú mismo lo hayas provocado, porque mientras otros te condenan, Dios te salva y algún día, como aquel ladrón, también estarás con Él en el paraíso.
Jennifer Caicedo