DEL AHORRO, EL MODELO ECONÓMICO Y LA TEORIA DEL CAMBIO

CONSIDERACIONES PARA UN APRENDIZ DE POLÍTICO

Bueno amigo, comencemos por aclarar de dónde viene el ahorro y de cómo este factor se puede convertir en el motor de riqueza para una familia, una empresa, una ciudad y un país Ahorro, por definición, es todo excedente positivo que queda luego de sustraer los gastos de los ingresos. Si alguien gasta menos de lo que gana puede ahorrar; si alguien gasta más de lo que gana, no sólo no puede ahorrar, sino que, por norma general, se endeuda para cubrir el déficit de sus gastos, lo cual empeora su situación. Obviamente que a éste último le queda casi imposible ahorrar, y si lo logra, será para pagar primero las deudas. Para entendernos, diremos entonces que la primera persona se encuentra en superávit y puede ahorrar, y así mismo diremos que la segunda se encuentra en déficit y le vine muy difícil la posibilidad de generar ahorro.  

Ahora, ¿Qué está bien hacer con el ahorro? El recurso disponible debe servir, idealmente, para hacer inversión: inversión en educación, inversión en vivienda propia, inversión en tierras productivas, inversión en proyectos de agroindustria, inversión en iniciativas de empresas industriales, de servicios, de entretenimiento, etc. Esa inversión bien hecha debe genera riqueza, que es el beneficio legítimo que obtiene toda persona que logra ejecutar adecuadamente la fórmula. Lo contrario sucede cuando la persona toma sus ahorros, si los tiene, para atender sus necesidades de gastos, en cuyo caso se aleja de la posibilidad de generar riqueza.

Lo que acabamos de explicar le sucede igual a un individuo que a un país. Un país que se duerme frente a la urgencia de hacer inversión social clave se enfrenta a una situación de insostenibilidad, que quiere decir que puede verse comprometido en una condición de bajo crecimiento económico, disminución de la riqueza en manos de los ciudadanos productivos y aumento de la pobreza estructural, es decir, alto riesgo de hambre generalizada. Un país sumido en dicha circunstancia vive mal. No es viable.

¿Qué corresponde hacer?  Lo primero es revisar el modelo económico, porque no es admisible que en un país se enriquezca una élite de privilegiados en el poder mientras el resto de la población se empobrece. Ahí tenemos un modelo de economía equivocado que debe corregir el Gobierno. Esa es su primera responsabilidad. El Estado debe asegurar lo necesario para que las gentes se enriquezcan con su trabajo y puedan vivir bien, y proveer siempre nuevas medidas de política pública que faciliten el surgimiento y fortalecimiento de más y más empresas que abran mejores oportunidades de trabajo para todos. Este puede ser u modelo seguro en el que todos, o al menos la mayoría, pueden aspirar a un empleo digno que les permita cubrir sus gastos básicos, aportar a su seguridad social y pensión, y sobre todo ahorrar, ahorrar para hacer inversión y crecer.

Como quiera que no tenemos en Colombia empleo suficiente, en razón de que la industria decrece, se agota y se cierra, o que la manufactura decrece y pierde competitividad frente a los productos que llegan por toneladas desde el exterior, o que la producción del agro pierde competitividad frente a los productos importados, las gentes, que finalmente se cansan de esperar una oportunidad, se lanzan a las calles en ejercicio de actividades informales con la esperanza de capturar el sustento diario. A ese fenómeno se le ha dado el nombre de “trabajo informal”, que no es más que un desesperado esfuerzo de “rebusque” que hacen hombres y mujeres para poder sobrevivir. Una considerable mayoría de personas en edad productiva se encuentra casi toda en esta condición: trabajando en las calles por unas monedas. Esto puede verse bien porque es una salida frente a la falta de oportunidades de empleo formal, pero hay que tener cuidado con los graves efectos sociales de esta tendencia cada vez mayor en todas las ciudades: la cifra puede no ser exacta, pero se estima que el 55,8 por ciento de la fuerza laboral mayor de 18 años está en las calles, según informe DANE de junio 2024, lo cual representa un verdadero desastre. ¿Y sabes por qué? Precisamente por lo que hemos explicado: no generan excedentes; no logran aportar a su seguridad social y pensión; no logran ahorrar y no pueden hacer inversiones para crecer. No te voy a decir que no haya personas que hayan logrado un nivel de desempeño adecuado y hayan logrado hacer de su negocio una forma consolidada de “empresa callejera”.  Sí los hay, no son pocos y esta es una buena noticia, pero nos gustaría estar seguros que están siendo capaces de pagarse sus propios salarios formales, están cubriendo sus aportes de seguridad social y pensión, y están ahorrando para crecer. Para la mayoría que no lo logra la situación es perversa, con un peligroso agravante y es que suelen caer en manos de las mafias de microtráfico que les vinculan a los negocios ilícitos, con la promesa de que logran al final del día mejores resultados económicos.

¿Te vas dando cuenta qué es lo que implicaría el cambio, si es que vamos a hablar en serio del asunto?  Un modelo económico que lanza a las gentes a trabajar en las calles está equivocado. Un modelo económico que no permite que las gentes se enriquezcan con su trabajo legítimo está equivocado.  Un modelo económico que empobrece está equivocado.  Muy mal en un país como Colombia que vive en permanente déficit fiscal y tiene que andar prestando dinero para cubrir sus gastos, y mucho peor cuando este país dilapida sus ingresos útiles para hacer inversiones por la vía de la corrupción, la mala administración, el desorden y la falta de planeación estratégica.  Un país así no logra ahorrar recursos para hacer inversiones clave. Un país así no logra proteger su riqueza. Un país así no crece.

Este problema viene desde la década de los 90, cuando el país se lanzó en la aventura de la “apertura económica” y se puso a firmar tratados de libre comercio por una y otra potencia, bajo el falso paradigma del crecimiento económico en alianza con los grandes mercados del mundo.  Tal vez ellos sí crecieron, nosotros no.  El cambio, entonces, está en corregir tan enorme defecto.

¿Entonces qué tenemos, mi amigo? Un desafío enorme, como puedes ver, porque tenemos que corregir una mala tendencia neoliberal que ya lleva décadas y que está demostrando que no funciona, tal como hemos visto. Tenemos que revertir muchos procesos que nos hacen daño en la perspectiva del comercio exterior y la desprotección de la manufactura nacional, porque allí está la oportunidad de doblar o triplicar la oferta de empleos. Si el Gobierno invierte recursos frescos de sus ahorros, a título de aportes de capital y créditos blandos, los sectores productivos pueden reaccionar en cuestión de pocos años, y en pocos años podemos reorientar las tendencias. Para invertir se necesita del ahorro, claro que sí, y una buena forma de usarlo está en la recuperación de la industria, la manufactura nacional, la consolidación y protección de la empresa nacional, que es donde se concentra la verdadera posibilidad de retornar la inversión por la vía de impuestos razonablemente tasados. En realidad es sencillo, sólo que hay que hacerlo pronto y hacerlo bien, con una responsabilidad fiscal a toda prueba.

De allí que no se vea bien que el gobierno proponga tomar recursos del ahorro forzoso, que es dinero privado para pagar las pensiones de los trabajadores y que se encuentra en los bancos, para hacer inversión pública, esta inversión en crecimiento de la que estamos hablando. Se podría decir que si los sectores productivos están escasos de dinero el Estado puede ayudar, y debe hacerlo, lo cual no es un procedimiento extraño ni fuera de la Ley, pero es mejor estar seguros que la plata de los ahorradores no se va a perder.  “El Estado siempre responde”, dicen los implicados en la iniciativa, pero ¿de qué forma? ¿Con Bonos del Estado, redimibles a largo plazo? Lo más probable es que el Gobierno haga la operación y, si es que se llega al caso, acuda a los impuestos para cubrir el compromiso, lo cual traslada el costo del “arriesgón financiero” a los contribuyentes que pagan impuestos, siendo ésta una burda sacada de plata del precario bolsillo de los contribuyentes. Lo peor que puede suceder es que no haya de donde sacar dinero para responder a la deuda con los ahorradores, quedando así acorralado el Gobierno, por culpa propia, frente ante la necesidad de emitir dinero, que es una vía más que segura para despedazar la moneda y empobrecer aún más a los colombianos. Afortunadamente el Banco de la República no es presa fácil para esta clase de aventuras.

Y apenas en estos días, el Gobierno Nacional convocó a un concurso de iniciativas productivas con la perspectiva de entregarles recursos de capital para dinamizar la productividad.  Se ve como acierto el que haya cierta priorización hacia iniciativas del sector solidario, sin embargo, no luce muy bien la cantidad de requisitos y trámites que deben cumplirse para lograr el apoyo. Esta es otra salida populista del “desesperado Gobierno del Cambio”, porque así no califique nadie para recibir el auxilio, ya queda en el ambiente el precedente de que el Gobierno destinó una jugosa bolsa de recursos para reactivar la economía. Populismo puro, mi amigo. Propaganda de gobierno.

Ahora, pensemos qué puede llegar a suceder con ese dinero en manos de los beneficiados, si es que llegamos al caso. ¿Surgirán nuevos negocios promisorios y nuevas empresas? ¿Crecerán las cooperativas y asociaciones actuales, tanto como para generar empleos? ¿Lograrán prósperos negocios que permitan pagar salarios formales? ¿Podrán los asociados formalizar por esta vía sus aportes a seguridad social y pensión? ¿Podrán ahorrar para pagar la deuda? ¿Tendrán excedentes de ahorro para hacer inversión? Si hay respuestas es porque el programa se pensó bien; si no las hay, nos queda la certeza que se está improvisando con los escasos recursos del país y que la “platica” destinada al programa se va a perder por el caño.    

Esto nos coloca en un terreno importantísimo de nuestra discusión, porque nos queda claro que necesitamos un aparato estatal impecable para hacer la tarea del cambio. Ese sí que es un problema mayor, porque todo lo que digamos aquí se puede venir a pique si seguimos con una institucionalidad corrupta, mediocre en su desempeño, paquidérmica en su operación, falta de aspiraciones y entregada a la pereza, la apatía y la desesperanza. Esto no puede seguir así. Necesitamos un Estado moderno, competente, idóneo, lleno de pasión por el trabajo, responsable en lo político, en lo económico y en lo social. Un Estado inundado por la Dignidad y la Decencia, y blindado en todo caso contra la corrupción y la codicia personal de sus servidores.  Sólo con una maquinaria sana y competente podemos hacer lo que queramos para direccionar tendencias de cambio verdadero.

Y quiero terminar esta discusión con una claridad para ti, mi querido amigo. No importa mucho si todo esto que hemos visto lo ejecuta un Gobierno de Derecha o de Izquierda. Al final, el resultado en favor de las gentes debe ser el mismo, porque lo que hemos hablado tiene tanto para un gobierno liberal como para un gobierno socialista, o para un gobierno de corte social demócrata si tú quieres, como los que dominan en Europa. El asunto aquí deja de tener enfoque de retórica política para tomar un enfoque práctico de desarrollo económico y social equilibrado, pensado en la gente y para la gente. Un enfoque que coloca la vida y el bienestar de las personas por encima de cualquier interés mezquino y de demagogia partidista. Los partidos de Derecha han tenido la oportunidad de gobernar este país por siglos y no lo han hecho bien; los resultados están a la vista.  Las tendencias de izquierda han conseguido por primera vez esta oportunidad para gobernar y lo están haciendo de manera nefasta; las señales también están a la vista. Al final, no se trata de que sea mejor que lo hagan unos u otros, se trata en cambio de que, en tanto unos u otros tengan la oportunidad de llegar al poder, lo hagan bien. Ese es nuestro desafío.

 

Arturo Moncaleano Archila

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