En un momento tan retador, deberíamos iniciar una conversación de País.
En vez de permitir que la agenda y la única voz sea la de un Gobierno que no escucha, descalifica y persigue a quienes no piensan como ellos, y está empeñado en imponer su visión desde el radicalismo ideológico; la academia, el sector público y los líderes políticos de diversas orillas deberíamos empezar a construir una plataforma desde unos mínimos comunes para diseñar la Colombia del futuro.
Hoy necesitamos empezar por establecer unas líneas rojas que no son negociables, por ejemplo: la democracia como sistema político, con todo lo que eso implica (elecciones periódicas, libres y transparentes, respeto a la institucionalidad y garantía de pesos y contrapesos, y vigencia del Estado de Derecho, donde nadie esté por encima de la Constitución y la Ley); la garantía de las libertades, de circulación, expresión, pensamiento, culto, y por supuesto, económica; y el derecho inalienable a la propiedad privada y libertad de mercado como modelo económico.
Sobre esa base podremos emprender la construcción de una plataforma de País, no desde el radicalismo ideológico, sino desde la sensatez; porque en los recorridos por Colombia, lo que encontramos son millones de ciudadanos con anhelos similares; todos quieren un País seguro, con crecimiento económico y oportunidades.
No importa la región, los colombianos esperan poder emprender un negocio o una empresa sin sufrir por la extorsión (que creció 27% en el pasado semestre); las mamás quieren ver crecer a sus hijos sin el temor a que sean reclutados asesinados o abusados (en 2024, a junio tuvimos 142 casos de reclutamiento forzoso de menores; a agosto 375 niños fueron asesinados y el primer semestre llevabamos 8.905 denuncias por abuso infantil); los transportadores esperan poder circular libremente por las vías, sin tener que enfrentar vándalos, robos y bloqueos (a agosto de este año, se han registrado 415 bloqueos que representan 125 días perdidos). En este punto, todos tenemos claro que seguridad y justicia son un binomio inseparable, si mantenemos niveles de impunidad superiores al 93%, seremos caldo de cultivo para todo tipo de delitos, porque todo crimen parte del cálculo costo beneficio.
Colombia ha tenido un crecimiento económico que no se compadece con nuestras potencialidades, y en este momento, como nunca, hay incertidumbre frente al futuro; por eso, necesitamos recuperar la confianza, que se logra con seguridad física y estabilidad jurídica, transparencia y eficiencia de los sectores público y privado, y una mayor interacción entre los ciudadanos y la institucionalidad. Además, tenemos que hacer una apuesta seria por la competitividad, que nos obliga a pensar en temas como eficiencia estatal, energía, digitalización, infraestructura, transporte y logística.
Contrario a lo que muchos piensan, los ciudadanos quieren oportunidades para salir adelante, en vez de subsidios. Esperan, entre otras cosas, tener más y mejor educación (la apuesta por cobertura, calidad y pertinencia educativa; se tiene que dar en un modelo más acorde a este siglo, que exige bilingüismo, capacidad para uso y apropiación de tecnologías emergentes y competencias blandas). Más y mejor salud, donde en lugar de destruir un sistema basado en aseguramiento y solidaridad, podamos contruir sobre lo que se ha edificado a lo largo de más de tres décadas. Más y mejor empleo, que no se logra con sobrecostos y rigideces, sino promoviendo la formalización y la productividad.
La conversación debe empezar cuanto antes, porque la base de la agenda 2026 debe ser una plataforma de País, como punto de partida y la definición de candidatos se dará con el tiempo, como punto de llegada. Finalmente, María Corina en Venezuela nos dio ejemplo del camino que tendremos que transitar si queremos asegurarnos un mejor futuro.
Paola Holguín