Como es notorio, a lo largo de estas dos décadas del Siglo XXI, la sociedad ha sido receptora de nuevas retóricas, para con ello tratar de posicionar en instituciones nuevas élites académicas, que no sustentan sus visiones del mundo en procesos empíricos o trascendentales advenidos de la intelectualidad, sino, de pasiones e intereses en favor de sus –en muchos casos– terribles comportamientos personales o ambiciones contrarias a los verdaderos principios de la democracia de los pueblos y el concepto inmanente de libertad.
Esta Circunstancia es propia de la entrada en nuevas instancias de globalización y conectividad, sumado a un olvido o desinterés de los discursos históricos apelantes a la promulgación de la ética y moral aristotélica, que han regido al mundo durante milenios frente al entendimiento de sus valores, hoy conocido como “valores tradicionales”; dichos discursos procuraban mantener encendidos, sentimientos de patriotismo en las naciones, y que estas y sus ciudadanos, reconocieran la importancia de los derechos civiles y políticos, que son fuente del ejercicio de las libertades, y con ello evitar tiranías totalitarias como el Comunismo y el Fascismo, dos hijas del tan afamado socialismo, que azotaron a las naciones durante todo el Siglo XX.
Esta semana fuimos testigo de una elección que sí merece el título de “Histórica”, hablo específicamente de las elecciones llevadas a cabo en los Estados Unidos; estas son “Históricas” no por tratar de verlas bajo un manto de complacencia por su resultado, ni tampoco por ser este país, la “Potencia del Mundo” o cualquier otro apelativo que se le quiera dar, sino, en razón al trasfondo que ya no se esconde y que, más bien, fue elemento determinante para que Americanos y el mundo según parece, este queriendo dejar atrás el llamado Woke-ismo, entendido este concepto como nuevas posturas políticamente correctas, que tratar de definir un orden mundial sustentado en ideologías progresistas de izquierda, que han hecho parecer como moralmente más aceptable, circunstancias anteriormente inaceptables como los son por ejemplo: el aborto, la eutanasia, la laxitud de la ley frente a delitos graves, la suspensión o disminución de las libertades económicas, la secularización radicalizada de los estados, entre otros.
Este afán de las nuevas élites, de cambiar en la conciencia del mundo, el 5 de noviembre, estuvo presente en la memoria de los ciudadanos americanos, que decidieron por primera vez darle a un candidato Republicano, una victoria tan apabullante, frente a lo que representa hoy el partido Demócrata. Donald Trump, una persona que sin lugar a dudas puede resultar polémico, –entre otras cosas por su postura, inclusive, más conservadora que la de Homólogos de tiempos pasados– ha llevado a cabo lo que en términos específicos es posiblemente el surgimiento de una nueva era en la política interna y especialmente en el partido Republicano la retoma de la línea “Reagan”, pero en términos generales representa, lo que yo he decidido llamar “el desvanecimiento de retóricas”. Retóricas que la gente se cansó de escuchar por ser contrarias a la vida, la libertad, la democracia, el orden, la fe…; pero quisiera dejar en claro que esto no está pasando solo en norte de nuestro continente, sino, que además, el mismo efecto se ha venido dando en Argentina con Javier Milei, en el Salvador con Nayid Bukele, y en Europa con Victor Orban premier de Hungría y en Italia con Giorgia Meloni, solo por mencionar algunos.
Este efecto del desvanecimiento de las retóricas se puede delimitar a tres criterios; el primero es una inconsistencia de los discursos progresistas que dictan en sus palabras las soluciones a problemas latentes y también problemas creados por ellos mismo bajo nuevos conceptos como por ejemplo el del “patriarcado” y su relación con la violencia de género; pues esos discursos solucionadores, luego que sus emisores llegan al poder, son traducidos en leyes y políticas públicas que, irónicamente termina agravando las problemáticas, como ya se ha demostrado mediante análisis e investigaciones académicas; un ejemplo de ello es que en los países donde se han abiertos Ministerios de la mujer y género, entre ellos Colombia, según estadísticas de la CIDH y UN WOMEN, se ha recrudecido la violencia contra las mujeres, con amenazas, coerciones, maltratos físicos y psicológicos, así como, violencia intrafamiliar, que casualmente, tiene una relación directa con el uso de drogas y alcohol, que gano terreno bajo los discursos de legalización enunciados por los mismos que abogan por hacer Ministerios de la mujer en los países.
Otro criterio que está definiendo esta nueva primavera en el mundo, es el surgimiento de algo que ha sido llamado o etiquetado de distintas maneras: ultraderecha, nueva derecha, derecha libertaria, ultraconservadores; en pocas palabras, una derecha confrontacional y no meramente defensiva como la de hace algún tiempo, que ya no se limita a presentar números financieros o económicos positivos, sino que ha retomado y creado en algunos casos discursos apelando los “valores tradiciones” fundacionales de la sociedad occidental y las democracias modernas, y pues, con ello aportar soluciones, esta vez sí demostrado ser eficaces para resolver problemas causados por las políticas Woke-progresistas, como la tan conocida situación en Argentina, que por causa de pésimas administraciones desde la llegada de perón que impulsó a crear un Mega-Estado de bienestar presente en todos los lugares de la patria, con una política de subvenciones, que tuvo como consecuencia endeudando el endeudamiento del país hasta niveles imposibles de considerar, llevándolos a una tremenda inflación, que apenas hoy con políticas de choche se están solucionado.
Por último, el tercer criterio es concomitante a lo anterior, dicho criterio le ha sido acuñado un nombre interesante, “Batalla Cultural”, que consiste, en debatir o rebatir, las posturas que por muchos años en aulas de escuelas o universidad, así como, en diversas organizaciones e instituciones generales de poder nacional e internacional y la cultura artística, se aplicó a manera de doctrina para ir cambiando, la conciencia del mundo y con ello que los ciudadanos aceptaran por fin criterios contrarios, a los más grandes derechos y los más profundos valores morales humanos, para afianzar de manera disimuladamente tiránica por fin, el colectivo, sobre la individualidad personal, entrando hasta los hogares, las tradiciones y todo aquello que intrínsecamente nos otorga nuestra identidad. Pues esta “Batalla cultural” ha sido tomada en serio por proyectos políticos que veía cómo la gente terminaba subyugada por una izquierda decentemente violenta, y una derecha recalcitrante que sólo se dedicaba a ser receptora y multiplicadora de los mismos discursos woke.
Pues ahora, Donald Trump y los Republicanos, tendrá varios retos y entre ellos, es afianzar, como les corresponde por su posición en el mundo, la Batalla cultural y con ello terminar las retóricas que ya se están superando en muchas regiones continentales, pero de lo cual todavía hace falta transitar un largo y estrecho camino. Para esto es necesario que no se abandone –como se hizo en la primera administración– al Departamento de Estado, que es la agencia gubernamental encargada de la política Exterior de los Estados Unidos, porque esta es la mejor plataforma, para la consecución total y permanente de los objetivos por los que hoy el mundo clama y vota, en referencia a mejores gestiones de las economías, debilitamiento de dictaduras, mediación para evitar y terminar las confrontaciones bélicas entre estados y, sobre todo, la vuelta de occidente a su conciencia y su alma, abandono las retóricas progresistas.
Jaime Luis Mejía Solano
El artículo «El Desvanecimiento de las Retóricas» me parece muy interesante porque explica de forma clara y directa cómo han cambiado las ideas políticas en los últimos años. Me gustó especialmente cómo se analiza el cansancio de la gente con ciertos discursos progresistas que no han dado los resultados esperados, y cómo esto ha impulsado el regreso de ideas más conservadoras en varios países.
También es importante cómo el autor conecta estos cambios con líderes actuales como Trump, Milei o Bukele, mostrando que no es un fenómeno aislado, sino algo que está ocurriendo a nivel global. Esto nos invita a pensar en cómo estos movimientos pueden influir en el futuro de nuestras democracias y valores.
En general, me pareció un artículo que aporta una visión interesante sobre la política actual y que ayuda a entender mejor las razones detrás de los cambios que estamos viendo en muchos países. Es un buen aporte para reflexionar sobre el rumbo que está tomando el mundo.