Las guerras que existen son todas desarrollo de «guerras latentes frías», de enfrentamientos que no se logran resolver hasta que otros factores acaban dándoles la dinámica que los convierte en guerras abiertas.
Pero toda guerra se desarrolla inicialmente en la ‘guerra de narrativas’.
Ejemplos:
La de Ucrania es para los rusos la continuidad de la que comenzó cuando, tras el golpe de estado contra el presidente proruso, las provincias del Dorbass y Crimea, con mayorías de descendencia Rusa, intentaron adherir mediante referendos a la Federación Rusa lo que produjo la represión militar y las primeras acciones bélicas; para ellos esto se convirtió en la «operación especial» ( no invasión ni declaratoria de guerra ) cuando la Unión Europea y los Estados Unidos presentaron el programa de ingreso a la alianza militar hostil a ellos (la OTAN) implicando la inminencia de que se instalarán armas nucleares en su frontera.
La narrativa occidental omite toda la historia y los antecedentes, e, identificando a Rusia con el enemigo que tuvo durante el enfrentamiento entre capitalismo y comunismo, considera que es un problema del sistema autocrático de esa nación del cual Putin es heredero, y que es alrededor de él como persona, de sus antecedentes y de su temperamento, que se expresa una especie de expansionismo atávico de los autócratas de esa nación.
La guerra de Gaza nace del nacimiento mismo del Estado de Israel cuando en vez resolver la situación en la que quedaba la población palestina se les entregó a los judíos la que consideraban ‘la tierra prometida’. Desde entonces se han dado varias guerras -y varias propuestas de solución (entre las cuales resoluciones de la ONU)- para buscar un entendimiento entre esas naciones. El partido político de Netanyahu, con él a la cabeza, no admite la posibilidad de dos Estados. Y del otro lado, Hamas no comparte la posición de la autoridad Palestina (reconocida por la ONU) de buscar una solución concertada, ya que no reconocen la existencia del Estado de Israel y lo consideran un invasor de lo que era su territorio. Éstas dos narrativas extremas y fundamentalistas tenían inevitablemente que acabar en una guerra abierta.
Toda guerra se crece -la fría latente, la de narrativas, y la guerra abierta- en la medida que cada parte es cada vez más intoxicada con las narrativas que se le presentan.
Las encuestas que servían para orientar en qué o cómo se debía influir, han sido reemplazadas por los algoritmos y las bases de datos. Las redes no apelan a la razón sino a la emoción, la prensa no informa sino hace propaganda.
En nuestro caso sería bueno entender que ya estamos en guerra: que «la guerra latente fría» consiste en que se crea una polarización inconciliable nacida del atraso en adaptarnos a los modos de producción actuales y el rezago que nos tiene en condiciones de diferencias de clases ya superadas por las sociedades modernas; que por el momento es la etapa alrededor de la narrativa pero que puede que esté pendiente de volverse ‘caliente’.
Las narrativas centrales son: Petro dice que a nombre del pueblo quiere el cambio y que le están intentando dar un «golpe blando». La oposición dice que Petro quiere mantenerse en el poder, y que está creando la justificación para un golpe de Estado.
La realidad detrás de esa narrativa y el motivo de la ‘guerra latente’ sería el conflicto que nace de los cambios que propone el gobierno, por un lado, y la oposición a esos cambios por parte de aquellos factores de poder que serían perjudicados.
Las estrategias: Petro, siguiendo su análisis y su narrativa, la de aumentar la polarización para buscar respaldo a su propuesta. La de la oposición, atacar (con o sin razón) a quienes representan el gobierno (no necesariamente por actos de gobierno) y atacar al Presidente ‘denunciando’ unas intenciones torvas que los opositores le atribuyen (reelección, acabar la EPS, volvernos un Venezuela, hacer política electoral con la Consulta Popular, apoderarse del Estado, fortalecer la delincuencia armada, etc).
Es como el caso del vaso medio lleno o medio vacío donde lo que importa es si se está llenando o desocupando. Los debates alrededor de las narrativas han desviado el análisis alrededor de lo adelantado y de si esto es lo que se recibió como mandato o no; no solo se pierde el conocer la realidad sino lo relevante que es el saber cómo vamos.
Las narrativas convergen creando la expectativa de una predicción autocumplida, es decir, cada vez una guerra menos fría, y la tendencia y posibilidad de acabar en un golpe de estado por o contra Petro.
Juan Manuel López Caballero