EL COSTO DEL DESGOBIERNO…

Se está completando el tercer año del “Gobierno del Cambio” sin que se vea que se ha conseguido algo realmente transformador  y remarcable para el beneficio del país,  y en cambio sí numerosas medidas con efectos negativos en la institucionalidad y la estabilidad del Estado, en la funcionalidad del sistema de justicia, en la estructura y desempeño del sistema de salud, en la economía, en la seguridad ciudadana y el control del territorio, en la estructura y desempeño de la Fuerza Pública, en la seguridad energética, mientras se encuentra casi nada en materia de la seguridad alimentaria y el desarrollo del agro, la recuperación y desarrollo de la industria y la generación de empleo, como plataformas para la generalización de riqueza y el cierre de la brecha económica. Sin discusión de las cifras que suele presentar el Gobierno cada vez que rinde informes al Congreso y a la Nación, las cuales dan cuenta casi siempre de logros “impresionantes” que no siempre son ciertos, y que representan  en realidad de pálidos avances que le sirven muy poco a un país que necesita desesperadamente de un Gobierno eficiente, pulcro, libre de corrupción, ordenado y metódico en su trabajo, muy disciplinado y muy responsable en su compromiso con el bienestar de todos los colombianos. Un aparato así, que gobierna bien, es una garantía de “buena marcha hacia el futuro”. Un aparato que no lo hace, sea por incompetencia o por cualquier otra razón, provoca estados de atraso que tienen un costo de oportunidad que debe asumir el país y que le cuestan hasta la sangre a cada colombiano.  En mejores palabras, un buen Gobierno le ahorra costos y gastos a la Nación, con un beneficio directo para cada ciudadano; un mal Gobierno genera sobrecostos que termina pagando cada ciudadano, con los perjuicios inherentes en su economía y su bienestar.  Todavía mejor, un buen Gobierno construye capacidad productiva y genera riqueza; uno malo se dedica a destruir.

Se me ocurre ilustrar el caso de la siguiente manera:

Supongamos que hay un ciudadano del campo que cuenta con su bicicleta para marchar cada día hasta una vereda cercana en donde tiene su fundo, que cultiva para ganarse la vida. En las tardes, luego de la jornada, acomoda en la parrilla trasera de su vehículo una mochila en donde acomoda algunos productos que lleva a su rancho, con los que espera realizar algunas ventas y trueques que le dan la esperanza de alimentar su familia. Digamos entonces que mientras el hombre puede viajar a diario hasta su fundo, la vida de la familia marcha bien.

  Pero sucede que un día cualquiera comienza a presentarse un problema:  una pequeña balinera en el eje de la rueda trasera, que además es la pieza más pequeña de todo el artefacto, se sale de su puesto y comienza a generar dificultades de rodamiento. El hombre nota un ruido extraño en la rueda y que le cuesta más trabajo pedalear, así es que se detiene para aplicar algo de aceite lubricante en el eje y sigue su camino hacia el fundo.   Aunque el problema pareciera resuelto, la verdad es que la balinera resentida está dejando residuos de limadura que tarde o temprano conducirán a un daño severo en el eje, lo cual implicará que la bicicleta no pueda rodar finalmente.

  Las opciones “de gobierno” están al alcance en varios sentidos: 

  • La primera es que el hombre interesado identifique rápidamente el origen del problema y reemplace la balinera antes que cause más daño; a esto le llamamos ir directo al problema y resolverlo desde su causa. Mañana podrá llegar hasta su fundo sin problema
  • Otra es que el hombre insista en aplicar lubricante (que es un paliativo) mientras le dé resultado. El hombre podrá seguir viajando unos días a su fundo hasta que la rueda ya no le funcione más, teniendo entonces que hacer una reparación más profunda con sobrecostos correspondientes.
  • Y una tercera es que el hombre no haga nada para resolver el problema, pero sí se ocupe de mantener su bicicleta bien presentada, con nuevos adornos e iluminaciones, aunque ya no ruede y no le sirva para su propio transporte, quedando obligado a buscar alternativas para cumplir con su rutina de trabajo, con sobre costos naturalmente mayores.

Me inclino a pensar que la tarea de Gobierno es tan obvia, tan saturada de lógica, que debería conducir a tomar siempre la primera alternativa, y de repente la segunda si existiera algún nivel de flexibilidad, pero nunca la tercera. Sin embargo, sucede, y de eso se trata nuestra discusión de hoy.

El problema del “desgobierno” es que los problemas del país se quedan sin resolver, o por lo menos se aplazan en el tiempo de modo peligroso, quedando los ciudadanos expuestos a dificultades innecesarias, o quizás a efectos perversos que complican su vida.  Esos son los costos sociales implícitos en la falta de un gobierno eficiente, o en el desgobierno, si es que logramos precisar la diferencia, porque la falta de capacidad, la desorientación y el desorden, la improvisación y el caos administrativo, la falta de coherencia y la ausencia de liderazgo en la búsqueda de resultados son manifestaciones todas de falta de gobierno, y ese es el panorama que puede observarse luego de tres años del “Gobierno del Cambio”.

Nos adentramos en el cuarto año de gobierno sin que pueda vislumbrarse una solución definitiva al problema del conflicto interno. Se firmó el tratado de Paz con las FARC-EP y se hicieron profundos propósitos de transformación, pero casi todo se quedó en “veremos”. El gobierno de Duque se opuso como quiso a las iniciativas, y este va por un camino peor.  El caso es que el ELN y las disidencias de las FARC avanzan a su gusto por distintos territorios y el Gobierno Nacional parece no hacer nada, mientras que el Clan de Golfo, por su parte, y la delincuencia organizada en general, andan en la misma dinámica y pareciera que tampoco se avanza en nada concreto. Muy al contrario, el Presidente comparte tarima de exhibición con declarados y condenados delincuentes que saldrán pronto de las cárceles, en procura de quién sabe qué convenios y con la atrevida presunción de que está trabajando por la Paz. No vaya a terminar el Presidente por el mismo que camino de otro cuestionado progresista que pactó con los carteles de la droga en México las pautas necesarias para hacer su gobierno en paz, dando espacio, por supuesto, para que ellos pudieran hacer lo suyo.   El costo para resolver el problema y retomar el control del territorio, gracias a la inacción y el desatino gubernamental, es incalculable.

De ese modo llegamos al cuarto año del “Gobierno del Cambio” sin que se haga visible una transformación verdadera del esquema productivo agrario. Pareciera que no se ha hecho nada, aparte de repartir tierras a diestra y siniestra como en una feria de títulos de propiedad, pero sin avanzar realmente en un ajuste del modelo productivo que privilegie la producción nacional y eleve los distintitos sectores a los máximos niveles de eficiencia y rentabilidad, para beneficio de los millones de agricultores, para la seguridad y soberanía alimentaria del país, para el enriquecimiento legítimo de los trabajadores del campo, para el bienestar de todos y para verdaderos estadios de paz en las regiones y municipios. Ese problema central se quedó sin resolver porque “el conductor del gobierno” está entretenido en otros asuntos irrelevantes para la vida nacional, así como en su propia francachela de la reelección y en otros asuntos clave de su agenda personal. El costo implícito de reimpulsar el agro escala geométricamente mientras pasa el tiempo de inacción y negligencia para resolver lo que esperan los arroceros, los productores de papa, los cafeteros, los ganaderos, los avicultores, los productores de hortalizas y frutas, el sector de los lácteos, los cereales y granos… y, en fin, toda mujer y hombre del campo.

El cuarto año llega sin haber fortalecido nuestra producción industrial, y detrás de ella el empleo formal y la riqueza básica que viene inherente a los salarios estables. El “conductor del gobierno “entendió una cosa distinta desde que vislumbró a los empresarios e industriales como “esclavistas “y “capitalistas” que abusan de la oportunidad para explotar al trabajador, por lo tanto, frenó la tarea gubernamental de fomentar la industria como primerísima alternativa para generación de riqueza. El sobrecosto de re arrancar la maquinaria productiva del país y regresar a una postura industrial es inimaginable, sobre todo porque la generación que sabía hacerlo ya se retiró, mientras que la generación que viene está sin ser preparada para asumir ese desafío del re establecimiento industrial.  Tremendo asunto de trabajo para los próximos años.

Nos acercamos al cuarto año viendo cómo se debilitó y erosionó el sistema de salud, que no era perfecto, eso lo sabemos, pero que tenía ya dos décadas de desempeño aceptable en general. El “conductor del gobierno”, que más sería desgobierno, decidió desmontar la estructura porque la vio “capitalista y ladrona” y, sin calcular los efectos perversos sobre los usuarios del sistema y los perjuicios correspondientes, tomó decisiones que se revirtieron en contra. El sobre costo de recomponer, reorientar la marcha, restablecer la institucionalidad necesaria, sea privada o pública, garantizar la cobertura y lograr mejores niveles de calidad en los servicios, no lo asumirá el equipo de Gobierno que se ha empeñado en “quedarse 20 años” – tal como afirmó de manera cínica el Jefe de Gabinete- sino que lo ha de asumir el país entero, con un inmenso sacrificio de dinero y de vidas. Es el efecto directo de la medida de desgobierno que el “Gobierno del Cambio” impuso a zapatazo limpio, lo cual nos deja entender que aquello de “desgobierno” no significa necesariamente no hacer nada, sino que también se refiere a cometer errores.

Y viviremos el cuarto año de gobierno viendo cómo se termina de debilitar la posición energética del país, agravada en una previsible falta de solvencia petrolera, de gas domiciliario y de interconexión eléctrica. Como si la situación no se presentara grave, veremos cómo el “Gobierno del Cambio” sigue tomando decisiones contradictorias en curso del compromiso de hacer la “transición” hacia energías limpias. Otra vez, cometiendo errores que entrañan costos colaterales no previstos, o no considerados.

Y otro año de espectáculo gubernamental frente a los temas de la geopolítica internacional, terreno en el cual el Presidente se ha especializado en realizar pronunciamientos que generan conflicto: véanse por ejemplo los estados de tensión generados con el Perú por la afirmación ignorante e irresponsable de pretender soberanía sobre la isla de Santa Rosa en el Amazonas; o la afirmación irresponsable con respecto a la reelección del Presidente de Ecuador; o la iniciativa de territorio binacional en el Catatumbo, en abierta contradicción a la Constitución Nacional; o la prohibición de envíos de Carbón a Israel; o los dos graves desplantes al Presidente de Panamá. Pequeños ejemplos de la falta de idoneidad del cuestionable “Jefe de Estado” que se aloja en la Casa de Nariño.

Y así, de ese modo, podíamos quedarnos  hablando sin límite del costo que implica el proceso de recomposición y puesta a punto de todo lo que se frenó, o se destruyó, o se reformó para mal,  como sería el caso del debilitamiento de las Fuerzas Militares en su tarea del control del territorio, o de la Policía Nacional, o de la Universidad Pública, o del ICETEX, o de tantos otros  componentes del Estado que fueron penetrados por esa horda de burócratas que llegaron a cumplir “las órdenes” del “conductor del desgobierno”. El propio Presidente afirma que “llegó a Gobernar, no de parranda, pero creo que se equivoca en su propia percepción de lo que significa Gobernar, que nunca se refiere a “llegar a dar órdenes para cumplir caprichos personales”, y mucho menos para socavar la estructura del Estado en beneficio propio, como en efecto se está haciendo desde el 2022, y más ahora que se acerca el tiempo de elecciones, sino a orientar inteligentemente equipos de trabajo para fortalecer la estructura y estabilidad del Estado, y trabajar eficientemente para conseguir resultados de beneficio común.  

¡Eso sí es Gobernar!!!

 

Arturo Moncaleano Archila

DESCARGAR COLUMNA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *