En lo que va avanzando el tiempo hacia las elecciones presidenciales, se calienta el debate y se caldean los ánimos y comienza a verse quién está realmente involucrado en el ejercicio de convencer la opinión e inclinar a su favor las encuestas de favorabilidad. Unos lo hacen a partir de posiciones radicales que convocan multitud de emociones que tal vez, sólo tal vez, se reflejen en votos, mientras otros acuden a posturas más reposadas, quizás más prudentes – o tímidas para algunos críticos-, acaso más responsables, pero en todo caso menos explosivas y provocadoras, con las que tratan de expresar puntos de vista acaso más consecuentes con la necesidad de apaciguar los ánimos y concitar al consenso, siempre con la esperanza de despertar consciencia – que no emociones – para desatar corrientes sociales poseedoras de “un voto inteligente”.
Si este fenómeno político llegare a suceder, sería dado esperar que el abstencionismo patológico que ha caracterizado nuestras elecciones se recoja a una mínima expresión, simplemente porque para más y más ciudadanos volvería a “tomar sentido el salir a votar”, ya no porque sea obligación de “escoger entre los corruptos de siempre”, o acaso “votar por los dueños consuetudinarios del poder”, o peor aún, “hace r parte inconsciente de la maquinaria electoral que eterniza caciques y mandamases”, sino porque vale pena salir a elegir a los mejores hombres y mujeres para que se pongan al frente de “mejores gobiernos”. No sé cuál es tu caso, pero coincidamos en que el país necesita que todos participemos del compromiso de salir a elegir a nuestros gobernantes, tal como se consagra en la Constitución como derecho civil y político de todos y cada uno de los colombianos.
Puede ser que hayas escuchado durante este tiempo posturas de todo orden que te estén llevando a confusión y desconcierto, pero no te afanes porque lo mismo le puede estar pasando a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Tal vez ya no tengan tan claro a quién escuchar y a quién hacerle caso, todo porque, tras el pregón de lo que dicen muchos candidatos, no logra verse con claridad qué es lo proponen hacer durante su gobierno para sacar el país de la zanja en la que se encuentra y darles a las personas una oportunidad cierta y real de una vida mejor.
Si son los de “Derecha”, éstos lucen contaminados y presos de un mensaje impregnado de violencia de Estado que, si llegasen a ganar, han de conducir todo el aparato de seguridad del Estado contra toda forma de delincuente, grande o chico, que insista en caminar por ahí al margen de la Ley: pupilos destacados de Hobbes, quién hizo para ellos la tarea de imaginar cuatro siglos atrás <<El Leviatán (1651) >> como estructura de poder absoluto y dominio total de las armas y la fuerza para garantizar el orden y la convivencia entre ciudadanos que sólo buscan matarse entre sí. Lo malo del hecho, de hacerse realidad, es que ese discurso impregnado de autoridad, fuerza pública, uso de armas, represión, cárcel y castigo legal para acabar con la delincuencia, puede sumir el aparato de gobierno en una tarea de “policía superior” en clave de “represión” que de seguro le sustrae de la tarea principal de pensar y trabajar en el desarrollo y el bienestar general de las gentes. El problema aquí es que esa propuesta, represiva y sesgada hacia la violencia, pueda gustarle a suficientes como para pensar en la posibilidad de que los más radicales elijan un remedo colombiano de un Presidente como Nayib Bukele, que convierta este país en una súper cárcel que termine doblando la población carcelaria de hoy, siendo así un contingente humano que difícilmente cabría en tres o cuatro estadios abarrotados hasta las lámparas; un contingente que, reconocidas las cifras de hacinamiento que se viven hoy en el país, requeriría una infraestructura nueva tres o cuatro veces superior a la actual en un solo período de gobierno, lo cual viene a ser un desafío descomunal que exprimiría de lejos los recursos necesarios para otras prioridades del desarrollo económico y social del país. Ojalá tomes nota del problema que representa el creer y confiar que las propuestas radicales son la mejor y la única forma de atacar los problemas estructurales del país, cuando en realidad se concentran en contrarrestar efectos superficiales de problemas que son más profundos y que requieren más análisis y tratamiento. Puede ser que lleguen a resolverse algunos de los aspectos visibles del problema, como las cifras de delincuencia, por ejemplo, que es lo que están usando candidatos de la Derecha para convencer al público, porque saben que el factor emocional de suprimir la delincuencia en las calles y campos quiebra voluntades fácilmente. Las gentes son capaces de votar por uno de ellos por el simple placer de ver más delincuentes en las cárceles, no importa si tienen que acomodarlos uno encima de otro. ¡Tan barato se puede entregar el voto!
¿De qué más habla la Derecha? De vencer a la Izquierda en la esencia del “petrismo”. No se habla de ganar con una propuesta de país, de gobierno correcto y de desarrollo promisorio que sea contundente e irrefutable ante cualquier avanzada populista y que atraiga los votos de todo ciudadano decente, no, se habla de hacer coaliciones y alianzas electorales que permitan hacer recaudo de una mayoría de los votos de la maquinaria tradicional, aquella que garantiza que pueden colocarse por encima de la Izquierda en los resultados de la votación, es decir, una Derecha atormentada ante la posibilidad de ver otro turno de Izquierda que pueda ganar el Gobierno y llevar el país a resultados inimaginables, según ha sido nefasta la experiencia con el “Gobierno del Cambio”. Es decir, una Derecha que acude a lo peor de la política tradicional, como es la maquinaria electoral, para asegurar que aparezca una cifra superior de votos que haga posible el ganar en segunda vuelta, no por la contundencia y pertinencia de la propuesta de gobierno sino por la “eficacia” en el trámite de votos. A ello estamos expuestos; a ello se enfrenta cada votante que se reconoce de Derecha; a ello se enfrentan los ciudadanos que quisieran retornar a la práctica del voto.
La Izquierda no necesita quedarse atrás en su postura radical. Ya probó una vez que el voto populista puede ganar y que no hay motivos para pensar que no se vaya a repetir la experiencia, sobre todo gracias a lo que hace el Presidente Petro con “esmero admirable”. La maquinaria electoral de Izquierda también se encuentra perfectamente aceitada y lista para ponerse en marcha cuando sea necesario, todo con el fin de lograr el mismo resultado del 2022, o mejor quizás. No preocupa mucho el que grandes contingentes de afectos al Pacto Histórico, desencantados con el resultado del gobierno en curso, terminen regresando al Frente Amplio recientemente conformado para reforzar el grito de la Izquierda. Es un hecho que “el tigre nunca pierde las manchas” y, aunque esta sentencia vale para todo político, en el caso de la Izquierda es especialmente significativo después de haber logrado “quebrar” 200 años de hegemonía de Derecha, por eso se esperaría que se unan todas las fuerzas para dar soporte y persistencia a tal hito en la Historia de Colombia. Sin embargo, está claro que hay en la Izquierda una visión diferente de los problemas, lo cual da pie para un discurso diferente que no se ha hecho tan evidente aún, pero que brotará tarde o temprano en la voz de los candidatos de Izquierda. Naturalmente que la seguridad en el territorio y los territorios es un asunto que preocupa también a todos ellos, aunque hay que ver en qué tono se hablarán del asunto, por ejemplo, cómo puede ser el papel del Estado y las fuerzas del orden en la tarea de controlar la delincuencia rampante, porque habrá espacio para matices que, se quiera o no, se abren mucho espacio en el terreno de lo político, sobre todo cuando existe el antecedente guerrillero de muchos de sus militantes hoy sacrificados o desmovilizados en el Proceso de Paz. Aquí habrá, de seguro, posturas completamente contrarias a las que se escuchan en boca de candidatos de Derecha que piden “bala” para los delincuentes, pero no podemos reconocerlas aún. Tampoco se han de demorar los postulados en cuanto al modelo económico y demás asuntos claves de la vida del país, e incluso la suerte de las reformas propuestas por el “Gobierno del Cambio”, todo lo cual será motivo de debate abierto en el inmediato futuro, una vez la campaña entre en calendario final, aunque tampoco podemos decir mayor cosa de ellas porque la Izquierda se encuentra ocupada en resolver primero su razón de ser, su forma de presentarse ante el país y el contenido de su propuesta de gobierno, si es que la tienen. Para el debate electoral, estén ellos listos o no, estarán presentes las evidencias de medidas progresistas que han sido tomadas por el Gobierno del Presidente Petro y que se juzgan contraproducentes, como sería el caso de las reformas tributaria, a la Salud, al sistema laboral, al esquema pensional, a la Educación, además de la moratoria en la exploración de hidrocarburos y el debilitamiento consecuente de la soberanía energética, así como la tardanza en el ajuste de los TLC para el reimpulso del modelo económico. Y para el debate electoral estará, de sobre mesa, el increíble conjunto de escándalos, tramoyas y actos de corrupción que han penetrado cada centímetro de este “primer Gobierno de Izquierda” y que le deja para la Historia un perenne aroma de cloaca.
Dicho todo esto, podemos pensar que no es la Derecha radical e impregnada de violencia la que está llamada a recaudar el “voto inteligente” del país. Tampoco la Izquierda en tanto se muestre radical y populista, o se tarde en introducir en el ambiente del debate una visión correspondiente con los tiempos presentes de necesidades económicas y de bienestar social. Pero sí lo serán las posturas moderadas de Centro que recogen lo más pertinente de una tarea de Gobierno reconstructiva, ordenada, inteligente y sistémica; promisoria, sin caer en la utopía de la Izquierda o la ortodoxia de la Derecha; objetiva, en tanto centrada en realidades que pueden transformarse para generar desarrollo y bienestar social con claros propósitos de resultado; atrevida y valerosa, en tanto orientada a resolver problemas estructurales de fondo, no al accionar atropellado frente a situaciones superficiales; socialmente coherente, en cuanto se anima en el consenso y la participación de las poblaciones en las soluciones, avances y logros; políticamente correcta, en tanto permite la consulta y concurso de todas las fuerzas que se aglutinan en torno de una propuesta de Gobierno integral, más que en una lista de acciones contra una y otra situación problemática que no deja resultados ni permite avanzar; una visión de futuro que permite pensar en transformaciones y resultados de largo plazo; una visión que toma la tecnología y los recurso del presente como instrumentos imprescindibles para el trabajo eficiente y transformador; una acción integral, sistémica, cuidadosa, contundente contra la corrupción, corrigiendo lo que está mal para que el Estado en su conjunto funcione bien, con los mejores, los más competentes, los más comprometidos.
Así, la visión de Centro es la que más recoge hoy y la que más entrega en beneficio de las gentes. De lo que hay que ocuparse es de todos aquellos aspectos que constituyen la vida de un país que lucha cada mañana para sobreponerse a la tragedia, al atraso, a la pobreza y la desesperanza. La visión de Centro es el mejor baluarte para todos aquellos que no ven en la violencia de Estado la solución a los problemas de la vida de las gentes, y tampoco en el vacío de propuestas que se nota en el discurso de candidatos de Derecha y de Izquierda. Si la Derecha y la Izquierda no logran presentar una noción de Gobierno inteligente, sereno, práctico, responsable, cuidadoso, limpio, tomados en cuenta los gravísimos antecedentes de corrupción que ha tenido que soportar el país en tiempos recientes, podría pensarse que no van a conseguir el voto, aunque ya sabemos que la maquinaria electoral no tiene nada que temer al respecto.
Si el Pacto Histórico pudo romper sin mayores méritos la secuencia de 200 años de gobiernos de Derecha, cosa que podía haber estado bien si no fuera por el desastre que armaron en la Casa de Nariño, este es el tiempo para que las tendencias de Centro puedan romper la racha de gobiernos implicados en innumerables escándalos de corrupción, que no han sido pocos, para que el país pueda comenzar a ver la luz de los buenos gobiernos. Esta es la misión más grande que puede tener la propuesta de Centro. Esta es la razón que debe servir para reunir el voto de todos. De aquí en adelante será el tiempo de los buenos Gobiernos.
In memoriam de Emma (1920-2024)

