Hace unos días, un empresario me envió una miniserie por WhatsApp, “Buena Data” de Hilda Molina, una historia sobre Fidel Castro y su revolución. Me impactó muchísimo y días después tuve la oportunidad de escuchar a la autora en una conferencia; ella, médica cirujana cubana, una de las fundadoras del Centro Internacional de Restauración Neurológica y Diputada de la Asamblea Nacional, rompió con el Gobierno en 1994 y como disidente, soportó 15 duros años, hasta que pudo salir de la Isla hacia Argentina, donde actualmente reside.
Cuando empecé a ver la mencionada miniserie, me sorprendieron muchas cosas; la primera, fue que ella afirmara que no tuvieron quien les avisara, y es verdad, muy pocos advirtieron lo que viviría Cuba. Uno de ellos fue Rafael Díaz- Balart, quien con un magistral discurso, en 1955, se opuso desde la Cámara a la amnistía de Castro y su grupo, porque consideraba que ellos no querían la paz, ni una solución nacional; no querían democracia, ni elecciones, ni confraternidad; sólo querían el poder, y el poder total, que les permitiera “destruir definitivamente todo vestigio de Constitución y de ley en Cuba, para instaurar la más cruel, la más bárbara tiranía, una tiranía que enseñaría al pueblo el verdadero significado de lo que es tiranía, un régimen totalitario, inescrupuloso, ladrón y asesino que sería muy difícil de derrocar”… lo que no presintió Díaz- Balart, es que duraría lo que ha durado, más de seis décadas y contando…
Castro, como todos los tiranos, prometió una “revolución democrática y humanista”, afirmaba entonces que no era comunista. La estrategia era despojar a Cuba de sus valores fundacionales y usar la Isla como laboratorio social y político de un modelo que buscaría expandir por la “Patria grande Latinoamericana antiimperialista”. Destruyeron la familia, privilegiando el Estado; eliminaron la religión; convirtieron toda la educación en pública, para adoctrinar; acabaron las instituciones de la sociedad civil; se valieron de la violencia, el odio y el resentimiento. La suya, fue también la batalla de las ideas, la revolución silente basada en antivalores; se ocuparon de la deconstrucción histórica, de la elaboración de discursos y consignas épicas para manipular, del daño antropológico, a través del quebrantamiento de la dignidad humana de los cubanos.
Todo este proceso se buscó exportar a partir de 1966, cuando se realizó la Conferencia Tricontinental, en la que participaron más de 500 delegados de 82 naciones y que dio origen a la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina. Ellos crearon unos campamentos de entrenamiento militar y otros de entrenamiento ideológico, para exportar la revolución. Años después crearon el Foro de Sao Paulo (1991) y más recientemente el Grupo de Puebla (2019).
Los lineamientos generales que imponen en los países aunque tienen particularidades, se guían por la llegada al poder mediante elecciones y una vez allí, reforman o suplantan la Constitución, sustituyen la institucionalidad republicana por la dictatorial, eliminan la independencia de poderes, erradican los valores, cambian o manipulan los procesos electorales, eliminan el honor al mérito, sustituyen la formación en valores por adoctrinamiento en antivalores, destruyen a los opositores, provocan el empobrecimiento colectivo y la eliminación de la clase media, expropian los empresarios, institucionalizan la corrupción, controlan medios y ONGs. En fin, el plan y las líneas son claras.
Les hago este recuento para advertir una de las vertientes que están involucradas en los eventos de las últimas semanas en Colombia; porque si no tenemos claro que aquí hay algo más que “marchas pacíficas” por “descontentos ciudadanos”, no vamos a salir de este espiral de violencia, y cuando despertemos, pueden ser que ya nos hayan arrebatado la democracia, la libertad y la Patria.
Nota final: si se animan, en nuestras redes pueden ver la miniserie.
Paola Holguín