LA IDEA DE COLOMBIA

Era una mañana en la isla de San Andrés cuando un grupo de amigos dedicados al oficio de la historia hablaban sobre la idea de Colombia. En un momento de ese dialogo el destacado investigador Armando Martínez Garnica afirmó de manera reveladora y solemne: “Colombia es un proyecto de oficiales venezolanos”. Primero fue concebida por Francisco Miranda como un extenso y nuevo Estado que abarcaría desde el rio Misisipi hasta el Cabo de Hornos. Posteriormente, hay otra Colombia proyectada por Bolívar en una dimensión más reducida y políticamente viable. Este concibe en Jamaica la unión de la Nueva Granada y Venezuela cuya capital deberá erigirse en Maracaibo o en el soberbio puerto guajiro de Bahía Honda. Esas visiones iniciales forman hoy parte de las expectativas generadas a lo largo de la historia. Son lo que llamamos los futuros del pasado.

Fue en el congreso realizado en la ciudad venezolana de Angostura en 1819 en donde se debatió concretamente esta idea. Aunque los elegidos estaban ligados en su mayoría al territorio venezolano la participación incluyó a la provincia de Casanare para consultar a aquel departamento la emancipación y libertad de la Nueva Granada. Algunas voces en Angostura, como la del coronel José María Vergara, consideraron que no se debía imponer este proyecto a los neogranadinos como si fuese un matrimonio de conveniencia entre familias sin haber consultado antes su voluntad. Otras figuras, como Francisco Zea, eran partidarios de que no se dilatara la iniciativa de poder crear una república firme y respetable.

Afirma el historiador Ángel Almarza que entonces “La idea de Colombia era una posibilidad real que ya se estaba materializando”. El 17 de diciembre de 1819 se promulgó la Ley Fundamental de la República de Colombia que consagró la unión de Venezuela, Nueva Granada y Quito. Este acuerdo será ratificado en el primer Congreso General de la República de Colombia que se reunió en la Villa del Rosario de Cúcuta a mediados de 1821.

Lo admirable en ese momento histórico es la fuerza arrolladora que se desprende de la capacidad de imaginar y de nominar. Como lo señala Martínez Garnica en su obra Historia de la primera República de Colombia 1819-1831, para vencer cualquier resistencia de los neogranadinos al nombre y a la configuración de la nueva república Francisco Antonio Zea se pronunció con argumentos de carácter persuasivo y con fe en el llamado Manifiesto a los Pueblos de Colombia diciendo. “Queredlo y está hecho. Decid, Colombia sea y Colombia, será”.

El surgimiento de Colombia en 1819 despertó ante las monarquías europeas una especie de gigantesca burbuja de expectativas políticas y comerciales. En mucho había contribuido a ello una representación exagerada de las riquezas del Nuevo Mundo y la codicia de las monarquías reñía con el apego a su ortodoxia ideológica. Ante el país actual encadenado a prolongados conflictos y encerrado en sí mismo cabe preguntarse: ¿somos coherentes con la idea original y las expectativas de Colombia? Aunque hoy nos denominamos colombianos quizás nuestra visión del mundo sigue siendo la misma de nuestros antepasados neogranadinos.

Weildler Guerra Curvelo

wilderguerra@gmail.com

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