La raza milenaria wayuu, ante tantas promesas incumplidas por parte del Estado Colombiano, de los gobiernos Departamentales y Municipales, ha dicho basta ya. Y a través de sus voceros que tienen credibilidad ante el país han venido denunciando la desidia y el abandono en que los ha tenido el estado colombiano. Ahora la gran prensa nacional se ha venido en ristre contra el bienestar familiar y muchos dirigentes de esta región de la patria contra el hambre y la desnutrición que agobia a la niñez wayuu. ¿Pero no ha sido el mismo Estado un genocida a través de la historia contra esta sesión del país? ¿Contra la nación wayuu que siempre ha sido ignorada por parte del mismo gobierno nacional?
Ahora como siempre vienen a darse golpe de pecho y con su doble moral quieren convertirse en los catones de utica de nuestros procederes. Ahora esos grandes periodistas y algunos políticos mediáticos del país lanudo sacan a relucir su amor por La Guajira. Cuando el mismo Estado miró a esta región a partir de 1975 cuando entró en operación la explotación gasífera y los contratos de comercialización con las minas del Cerrejón. Pero siempre la lógica de la pobreza es amarga y es cruel y desesperada para quien la sufre. Sin embargo, la pobreza del indígena guajiro va más allá de sus intrínsecas amarguras, crueldad Y desesperanza.
Porque la naturaleza le es hostil e ingrata. Porque la “civilización», que tienen al alcance de sus pies descalzos, apenas si ocasionalmente les otorga el recurso de la limosna piadosa, porque para ellos la norma del Estado es el olvido; porque la clase dirigente local Y nacional sólo les ha conferido el espejismo vano de una retórica incomprensible estéril. Porque en torno al indígena guajiro sólo hemos podido tejer un manto de silencio genocida y ahí el país lanudo ha tenido mucho que ver en su olvido ancestral y social a lo que ha sido siempre esta región espuria de los colombianos.
¿Qué tipo de conducta social, entonces se puede esperar de él? De estos noveles de pobreza absoluta, solo se pueden derivar patologías de grupo, patrones de comportamiento «ilógicos» unas veces, «irracionales» los más. Consecuentemente el indígena guajiro, en apariencia, muchas veces ha obrado en contra de un progreso «importante» de la civilización. Supuestamente se han opuesto algunas veces al desarrollo del Departamento. ¿Pero es que esta civilización no es acaso la que encuentra en la raíz misma de la miseria ancestral?
Las tristezas guajiras para el indígena, tienen un elemento común: la miseria absoluta, el olvido social y el abandono secular a que se ha visto sometida la población Wayuu. Ese abandono repito ha sido por siglos y solamente se ha atendido su miseria con pañitos de agua tibia.
Naturalmente y «Last but no least» lo último pero no lo menos importante detrás de cada hermano guajiro, está un indígena hambriento y ansioso sediento Y desesperado, mísero y sin horizontes, abandonado a su suerte y sin fortuna Y marginado a su pesar, este hombre unamuniano de carne hueso Y no mera abstracción sociológica se agarra, como el náufrago a cualquier cosa, incluso a los despojos mismo del “progreso” o como el perro de Anarkos, al umbral polvoroso de la puerta de una civilización que nada les dice y poco les trae.
Entonces para este auténtico problema y no debemos olvidar que más vale formular el interrogante correcto, que encontrar respuestas correctas a interrogantes inválidos, pensamos que solo es dable atacarlo mediante una batalla frontal y honesta contra la marginalidad del indígena guajiro. Porque el dinero que ellos debían de haber recibido por concepto de transferencias de resguardos indígenas solamente lo han disfrutado algunos de ellos con el beneplácito y el apoyo de algunos Alcaldes Municipales de esta región de la patria. Urge, pues, el diseño y puesta en marcha de un efectivo y pronto programa del desarrollo para, por y con el indígena guajiro.
Este programa de desarrollo indígena e indigenista tendría por objeto prioritario la promoción de la dignidad del indígena guajiro y su incorporación progresiva a los procesos sociales y económicos que mejoren su bienestar y su calidad de vida, dentro de parámetros de respeto y defensa a sus valores y su patrimonio cultural:
- Planificar y organizar el hábitat del indígena guajiro, consultando sus patrones culturales de conducta social, así como sus habilidades y capacidades en el manejo de medios de producción.
- Institucionalizar, de una vez por toda la capacidad y educación del indígena, respetando, promoviendo y defendiendo sus tradiciones culturales (en esta área se ha avanzado mucho y en esto el Cerrejón ha contribuido de manera decidida).
- Crear dispositivo de salud eficaces, cuya operación se adecue a las formas de asentamiento indígenas, principalmente dispersas y que involucre sistemas preventivos como la producción de agua potable en su entorno de habitación.
- Institucionalizar la defensa, divulgación, conservación y enriquecimiento del patrimonio cultural indígena guajiro. (En esto se ha avanzado bastante, a través de la secretaría de Asuntos Indígenas).
- Incrementar proyectos completos de repercusión y habilitación del desierto guajiro. (Aquí los diferentes mandatarios que han pasado por la administración pública, no escucharon el eco de ese gran pensador y experimentado profesional en el área de suelos como lo fue CARLOS FRÍAS GIL. Un gran soñador que murió con las ganas de haber cumplido muchos de sus propósitos.
- Diseñar y aplicar mecanismos efectivos de incorporación digna de la población indígena a los sectores «modernos» de la economía departamental en particular, a los desarrollos carboníferos y sus establecimientos futuros.
La gobernación de La Guajira y las alcaldías municipales donde existe la influencia de la gran nación wayuu (Uribía, Manaure, Riohacha, Maicao, Albania, Hatonuevo, Barrancas), son los instrumentos institucionales públicos y las alianzas del sector privado, son los más adecuados para satisfacer los fines e implementar las acciones antes anunciadas, como una de sus más prioritarias dimensiones de funcionamiento. Mas el apoyo decidido de los senadores y representantes que en estos momentos se ha observado ese sentimiento como mujer Wayuu de la senadora del Pacto Histórico Martha Peralta, quien comenzó al liderar el amor por su etnia y su tierra. Creo que estos instrumentos deben servir de soporte vital a las aspiraciones del mandatario seccional, para capitalizar los recursos’ provenientes de su inmejorable perspectiva inversa, hacia la satisfacción de aquellas y otras necesidades del Departamento de La Guajira.
Hernán Baquero Bracho