Estamos a un paso de la recesión técnica (dos semestres consecutivos de crecimiento negativo del PIB). Es lo que muestran las cifras y la tendencia: I trimestre 3%, II trimestre 0,3% y en el III -0,3%. Bajo el supuesto de que este Gobierno, a pesar de lo que ha dicho, en realidad no quiere “decrecer”, hay un conjunto de acciones gubernamentales que podrían evitarla.
Una depende solo del mismo Gobierno y ya está financiada: acelerar la ejecución del presupuesto, 405,9 billones, altamente rezagado hasta 31 de octubre. En funcionamiento, la ejecución era del 71,2% y en inversión, aún más importante, 74 billones, de apenas era del 54,5%. Preocupa en especial que sectores cruciales para la economía como Vivienda (53,55%) y Agricultura y Desarrollo Rural (49,1%) tengan ejecuciones muy bajas. En nada ayuda, clara está, la incompetencia general de los equipos gubernamentales, improvisados, sin experiencia y conocimiento, sectarios y altamente ideologizados. Además de que pareciera muy difícil la ejecución completa para fin de año, el otro riesgo es el del gasto irresponsable, solo con la intención de mostrar que se asumieron compromisos de ejecución.
La segunda supone que Petro entienda que el sector público es solo el 20% de la economía nacional y que el otro 80% es el sector privado y que, por tanto, sin los privados, a los que ha llamado esclavistas y explotadores, cualquier esfuerzo será insuficiente. La economía se ha impulsado en los últimos años movida por el gasto de los hogares y por la inversión. Los dos van de para atrás. El gasto de los hogares lleva once meses decreciendo (-2,9% en septiembre) y la inversión se desplomó (-0,9% en el I trimestre, -7,7% en el II trimestre y -11,0% en el III).
El gasto de los hogares se ha visto claramente afectado por la inflación (10,48% a octubre), por la reforma tributaria y por el aumento de la tasa de interés. La del Banco de la República es de 13,25%, pero la de crédito de consumo y ordinario es de 26,53% efectiva anual y la de usura, que pagan muchísimos en el país, es de 39,80%. Ningún negocio es rentable con esas tasas tan altas. El Gobierno viene echándole la culpa al República. No solo es falso e injusto, sino que si el Banco no hubiera hecho su tarea la situación sería peor. No hay carga más gravosa para los ciudadanos que una inflación desatada. De manera que lo que el Gobierno debe hacer es cuidarse de contribuir a una inflación mayor. Y no lo está haciendo. En nada ayudan los aumentos de la gasolina, por ejemplo, que ya hoy se paga por encima del costo internacional. El subsidio había que eliminarlo (es de las pocas decisiones correctas de este Gobierno) pero el efecto inflacionario se podía moderar y darle un alivio a los ciudadanos vía eliminación de los impuestos, que son el 26% del precio final del combustible. Tampoco ha contribuido el caos en el manejo del sector eléctrico (no han designado aún todos los expertos gubernamentales de la CREG), y el de las tarifas de energía. Por otro lado, la propuesta del millón de créditos para combatir el “gota a gota” se quedó, como tantas otras del Gobierno, en titulares.
La tasa de interés explica en parte el violento frenazo del sector de construcción (-46,7% venta de viviendas nuevas), pero contribuye también que vienen haciendo muy mal la tarea de poner en marcha los programas de Mi Casa Ya y Cambia Mi Casa. Y tampoco han hecho la labor de potenciar la producción agrícola (-0,3% en el primer semestre), de manera que en nada ayudan a bajar el precio de los alimentos. En agricultura lo único resaltable del Gobierno, y para mal, ha sido su ataque a la Federación de Cafeteros.
La inversión, por su lado, se ha visto afectada por el deterioro acelerado de la inseguridad, la creciente incertidumbre en las reglas de juego, y el impacto de una violenta reforma tributaria. La tasa efectiva de tributación de las empresas saltó del 47,9% al 61,3%. Las rentabilidades se desplomaron, hay mucho menos dinero para invertir y muchísimo pasó del sector privado al público donde no se gasta y el que sí, se malgasta. Y el sector minero petrolero, el más importante de la economía nacional tanto por su aporte a las exportaciones (57%) como de los ingresos del Gobierno (10%) resultó el más afectado, aún después de recuperar vía justicia constitucional la deducibilidad de las regalías.
Cuando más necesitamos generar confianza para los inversionistas nacionales y extranjeros, más se empeña el Gobierno en destrozarla. Pareciera dedicado a destruir las pocas certidumbres con mensajes que van desde la propuesta de eliminar la regla fiscal hasta la de establecer control de cambios y, otra vez, la especulación de que será necesaria otra tributaria. Y, claro, en nada ayuda el riesgo económico, en algunos casos cuasi mortal, de las reformas laboral, de salud y de pensiones, en las que el Gobierno sigue ciegamente obstinado. En fin, nada será posible sin contener la diarrea tuitera de Petro y sin frenar los anuncios improvisados.
Finalmente, si el Gobierno no entiende que sin seguridad física no hay confianza ni inversión, no vamos a ningún lado. Y si en economía estamos mal, en seguridad, por cuenta de la “paz total” y del inepto del MinDefensa, vamos de culo para el estanco.
Rafael Nieto Loaiza