Antier en la noche quise renunciar a mi columna de hoy, me dijo José Ramiro, tiene más rever un avión en vuelo madre, no puedo sacarte. Le dije a mi esposo, prometo que buscaré algo que tenga avanzado y eso trabajaré. Encontré esta historia que está como en tres versiones. No quedo mucho de lo que tenía, se mantuvo el poema final. Le pedí permiso a mi esposo de escribirla y le dije que usaría otros nombres, así estaba ya escrita, pero en medio de la confirmación de datos y fechas, tuve una conversación muy liberadora y creo que es tiempo de reconocer este hijo literario y dejarnos nacer.
La idea inicial es la historia de Abigail y Juan José. Así:
¡Hola! ¡Buenas tardes!! Perdón, ¿se encuentra Priscy? Preguntó desde el portón un joven de sonrisa elocuente, una sonrisa que hablaba de alegría, interés, coquetería, y también decía Ey, ¡yo estoy aquí!! Abigail, perturbada de escuchar tanto en una sonrisa, sintiéndose derretir, tomo hielo y lo colocó en su mirada para preguntar, un tanto chocante.
– Quien la necesita?
– Yo. Contestó sonriendo de nuevo, el caballero de estatura promedio, cuerpo fornido, cabello quieto, ojos negros de largas y risadas pestañas, propios De la raza negra; y unos labios sensuales, de lo cual tenía consciencia. Mojaba sus labios y sonreía como si supiera el efecto que causaba, su gesto, en Abigail.
– Mmm y tú tienes nombre? O te llaman, ¿yo?, Le preguntó Abigail sarcástica.
– Si claro, perdona, mucho gusto, soy Juan José y tú debes ser Abigail, la hermana de Priscila. Ella dice que tú y yo vamos a congeniar, porque nos parecemos mucho. ¿Es verdad?
– Y yo que voy a saber, si no te conozco. Le dijo mirándole a los ojos, con una aparente tranquilidad, que solo ella sabía que no existía. Conque este es el amiguito lindo de Priscila, “Juanjo es como tú, alegre, positivo, espiritual, divertido y hablar con él es un deleite, muy sabio, cuando se conozcan se van a llevar muy bien, lo sé”. Recordó Abigail la conversación que había tenido por teléfono con su hermana, antes de regresar a la Isla.
– Puedo entrar? Preguntó Juan José, Desplegando su intranquilizadora sonrisa y avergonzando a Abigail, por su falta de cortesía.
– Que pena señor Juan José, si claro, siga y tome asiento. ¿Le ofrezco algo de tomar? También tengo dulce de ahuyama recién hecho, ¿quiere un poco?…
No podía fluir desde Abi y Juan. Así que tomé está otra forma de contar la historia que estaba por allí guardada…
Sentada en el pórtico de Hamaca Grande, después de un día de reunión familiar, me sedujo el paisaje que produce la tarde noche de cerros azules, La Nevada gris, el cielo azul ultraocéano haciendo brillar el primer lucero de La tarde. En La Piedra el primer lucero aparece cuando se esconden los rayos del sol, aunque aún la luz no se despide. Llevo años viendo su luminoso esplendor, enorme, brillante e imponente.
-“Herbunco”, Pensé en vos alta. Así me había enseñado JJ, que se llamaba ese lucero, aquella madrugada del 28 de noviembre, mirando el cielo más hermoso del mundo, el de La Piedra; cerrando ya celebración de mi cumpleaños 43.
Ya me habían advertido que sería sorprendida con la sorpresa más hermosa, en ese momento de mi historia, y agradezco que matarán la sorpresa, así evitaron que me matara ella a mí. Mi Amor Contrariado, el mío que jamás se consumó; venía de USA a pasar mi cumpleaños conmigo, después de 4 ó 5 años de haberme bloqueado de su vida. En abril del año 2009, me había llamado a media mañana y me espetó sin anestesia, por quinta vez, y esta vez de la forma más brusca, que jamás le había escuchado, su propuesta sin fecha de vencimiento, de irme a ocupar el lugar que tenía guardado para mí, desde 1991, cuando se fue a cumplir su sueño de estudiar Ingeniería Eléctrica en Estados Unidos, con mi promesa de unirme a él un años después, en tanto me graduara.
Nuestro amor inconcluso nació sin darnos cuenta, éramos amigos entrañables. Disfrutábamos de nuestra compañía, esperábamos el momento de juntarnos para reír, conversar de lo humano y lo divino (literal), comer cosas que nos gustarán, caminar, ayudarme a estudiar inglés, o cualquier excusa que nos juntara, una vez a la semana, en cada descanso de su turno de trabajo. El velo de la amistad, no nos dejó ver el amor, hasta cuándo estaba a punto de irse al extranjero. Esa semana fue álgida para él, en sus trámites y no le dio tiempo de compartir conmigo, yo me había mudado de pensión y no había teléfono allí, no pudo avisarme y yo esperé cada uno de los 4 días de su descanso sin verlo llegar, la desesperación, se fue convirtiendo en desesperanza, luego en tristeza, llanto y al final en letras, escribí unos cuantos poemas y lamentos en mi libro gordo de Petete, inspirados en el dolor de no ver a mi amigo, al que amaba sin Lora. Así le llamábamos a nuestro amor de amigos: amor sin Lora; que significa algo así como amor no sensual, siempre que nos despedíamos lo hacíamos con un te amo. Esos días de ausencia, fueron los más largos y tristes, once días sin ver a mi “Precioso” fue una eternidad. Ni siquiera me cuestioné mi actitud; sabía que lo extrañaba porque nos habíamos acostumbrado el uno al otro. Cuando escuché mi nombre en su voz entrar por la ventana del apartamento, sentí como que todo se acomodó dentro de mí y la alegría volvió a llenar mi rostro de sonrisas. Estaba listísima, como cada tarde desde que inicio otra vez su descanso, bajé las escaleras corriendo y me tiré en sus brazos, feliz. “Te amo hasta el infinito” le dije mientras me acomodaba en el calor de su cuerpo. “También te extrañé, Preciosa mía” me dijo entre risas. “Vamos a comer, tengo noticias que darte” caminamos hacia el restaurante de una amiga, mientras me contaba la historia de cómo se habían conocido y de lo deliciosas que eran las Arepa que allí vendían; ambos pedimos de camarón.
– “Felicítame!! Me admitieron en la Universidad Politécnica Estatal de California”. me dijo con una cara de satisfacción imborrable. “No había podido venir porque estaba en los trámites de visa, me tocó ir a San Bernardo, a María La Baja, buscando documentos, aquí en el colegio, refrendando el diploma para estudios en el extranjero, en fin, es demasiado lo que hay que hacer, pero no podía irme otra vez sin verte y hacerte parte de mi alegría. Pensaba todo el tiempo en ti, porque sabía que me esperabas y porque imaginaba tu alegría cuando te dijera”. No paraba de contarme los pormenores de sus diligencias y de todo lo que tuvo que hacer para lograr irse a cumplir su sueño, que quedó truncado cuando su padre murió y como hijo mayor le tocó asumir su lugar en la casa. “Trabajé en La Mina con dos metas en mente: una mantener a mi familia y ahorrar para estos momentos, ¡así que a celebrar!!” me dijo en tono festivo. Mi corazón estaba feliz por su felicidad, pero también se llenó de añoranza, no imaginaba ya mi vida sin mí Negro Precioso.
Historia larga corta, nos dimos cuenta que ese amor ya tenía Lora, y un 25 de agosto nos sinceramos y decidimos que a pesar de los planes de cada quien ese amor debía vivir, fuimos intensamente felices 15 días, hasta el 9 de septiembre que debía partir, en 15 días hasta peleamos y nos reconciliamos. (detalles en Mi Novela)
Cada sábado por la tarde estaba donde mi amiga Lucy recibiendo su llamada. Durábamos hasta una hora hablando, desde un teléfono público en Los Ángeles.
– “Pinto un cuadro cada semana para pagar la renta, la comida y tener para cambiar monedas para tu llamada, no necesito más, todo lo demás lo ahorro para cuando te vengas conmigo”. Hacíamos planes. Cada 15 días recibía una carta y él una mía. Vivíamos el amor a plenitud, hasta que llegué a casa de vacaciones y le conté mis planes a mi hermana, hizo mangüala con mami y empezó la guerra fría, ya no sabía si lavaba los platos con agua o con mis lágrimas, cada día soltaban dardos, mi mamá hablando mal de mí Negro Precioso y mi hermana vuelta hielo. Dolía más que las palabras de mamá; éramos mancuerna, uña y mugre, complemento la una de la otra. Toda esa guerra, la viví, sin una llamada; en el pueblo no teníamos teléfono en las casas. El 31 de diciembre llegó la felicidad con una tarjeta de navidad y una carta que me hizo llegar a través del correo de La Mina, con William, su compadre del alma, y desde entonces, mi llave.
Por primera vez deseaba que terminaran las vacaciones para volver a Barranquilla y poder hablar, sentir que no estaba sola en esa situación tan incómoda, dividida en tres amores: el de mi madre sagrada, mi hermana del alma y el hombre que sería mi esposo y compañero de vida para siempre. Creo que mi mamá y Mi hermana querían asegurarse de que terminara esa relación, según ellas nefasta para mí, sin otro argumento que el miedo que tenían de perderme si me iba a vivir a otro país… deseaba con todas mis fuerzas que no dijeran nada más; les hice creer que había dejado esos planes a un lado, para que me dejarán tranquila. Casi terminando el semestre y quizás pensando que debía ser en ese momento o me daban tiempo para armar viaje, ¡mi mama llegó a Barranquilla a exigirme que terminara esa relación o no estudiaba más! En sus manos una carta de mi hermana que hizo uso de la más alta manipulación para instarme a terminar mi relación. Era frustrante y agónico, sentía en mi juventud que no podía con tanto.
Era sábado y no quería recibir esa llamada por primera vez, no quería estar allí diciendo lo que no sentía.
– No me llames más, no podemos seguir. ¡No me preguntes por qué! Le dije sin rodeo, o no sería capaz.
– No es justo, no puedes simplemente decir no me llames más, ¡cómo si tu sola fueras la que decides si terminamos, maldigo estar lejos y sin salida!! Me gritó una y otra vez. Su visa de estudio era por el tiempo de la carrera y no podía salir del país hasta terminar. Me pidió que no lo hiciera, me dolió el alma; yo solo quería dejar de sentirme entre la espada, la pared y el revolver. Los amaba a los tres.
No volví dónde Lucy a recibir mi llamada semanal, él llamó por dos veces más y luego era vacaciones. Al final de las vacaciones decidí aceptar un enamorado que mi mamá aceptaba con alegría, para que creyeran que lo había superado. Ese semestre para mi familia todo había quedado en el pasado, yo tenía novio, al regresar de vacaciones, la dicha me sonreía, el hombre era un andariego y me di cuenta, así que terminé la relación. Libre de novio y de la vigilancia de mi madre y mi hermana, volví a escribirle a JJ. Las cartas me las devolvían, ya no estaba en esa dirección. Intenté que su mamá me diera la nueva dirección y fue inútil. “No estoy autorizada” me dijo, sin dejarme entrar. Intenté todo lo que podía para dar con mi Negro Precioso de nuevo y fue imposible. Escribí cartas que le lleve a su madre para que las enviara, creo que nunca las envió, ella tampoco me quería para él.
Una tarde de esas de noviembre igual a la de hoy, ya desesperanzada, pero con un anhelo vivo en mi alma, mirando a Herbunco, escribí:
¿Cuándo Volverás?
Cada día me levanto con la esperanza de que llegaras en medio del olor a nuevo que tienen las mañanas. En la alegría del canto de los pájaritos que me despiertan cuando ni aún, el sol se levanta. En la oración que elevó dando gracias a Dios por el día que dibuja el alba. Sueño mientras me baño que al abrir la puerta te encontraré, ahí mirándome, esperándome, sueño que sonreiré con felicidad intensa y me abrazaré en tu cuerpo, adhiriéndome, para nunca más soltarme.
Te espero en otoño, aunque aquí no hay otoño. Me gusta pensar que cuando los árboles se desnudan, tú llegas, y me despierta el ruido de tus pasos sobre hojas secas. Te espero en primavera cuando las flores y las mariposas llenan el ambiente de colores, y ese olor a miel perfuma el aire que respiro. Te pienso llegando con un ramito de cortejos y azar, y una capa de panal cargada de miel, para mí. ¡Me río mucho!! imaginando las abejas detrás de ti y yo salgo a librarte, te tomo de la mano y te pongo detrás de mí, mientras hablo con ellas para que te dejen ir.
¿Cuándo volverás?
Te espero en verano, en el chirrido de los grillos que tienen sed, en la luz de las luciérnagas que compiten con las estrellas fugases, en las noches de junio, cuando la luna redonda baja y se sienta a mi lado, sobre la piel dorada de las sabanas de mi tierra, que también clama por agua; mientras hablamos cosas de mujeres, te veo llegar, fulgurante, lleno de luz de luna, silbando la canción de la rara alegría triste.
Te espero en invierno, te veo acercarte entre la espesa neblina, que esconde por un rato al sol y a tu imagen fresca. Apareces en lontananza, con pantalones de dril y playera amarilla. Te veo llegar en los hilos de agua que caen del cielo, mojando tu cara y la mía, como si fueran lágrimas de alegría, esas que no necesitan consuelo.
¿Cuándo volverás?
¿Volverás? Cómo el ave al nido, como el sol al día, como la musa al poeta, como la redención al perdido. ¿Cómo el amor a mi puerta?
Tampoco sentía que debía ser así, quizá una conversación sanadora que tuvimos pudiera ser, pero ya no daba tiempo.
Así que por aquí voy con la historia de Abigail y Juna José que algún día tomará forma en Mi Novela y podrán leerla. Si me animo el próximo domingo les escribo esa conversación sanadora. ¿O quizás no. Ustedes que dicen?
Noralma Peralta Mendoza
Quiero escribir la historia de sus amores Contrariados. Quien quiere?.
Cuando escribes le das vida a cada letra a cada palabra y nosotros como lectores no adentramos en esas historias que nos llevas a vivir el momento, gracias Nora sigue escribiendo dale vida a tus palabras 👏👏👏🥰😘♥️🍉