Efesios Capitulo 2
Antes ustedes estaban muertos a causa de su desobediencia y sus muchos pecados. Vivían en pecado, igual que el resto de la gente, obedeciendo al diablo —el líder de los poderes del mundo invisible—, quien es el espíritu que actúa en el corazón de los que se niegan a obedecer a Dios. Todos vivíamos así en el pasado, siguiendo los deseos de nuestras pasiones y la inclinación de nuestra naturaleza pecaminosa. Por nuestra propia naturaleza, éramos objeto del enojo de Dios igual que todos los demás. Efesios 2:1-3 NTV
Este texto bíblico inicia con el apóstol Pablo aludiendo al pasado de los integrantes de la iglesia de Éfeso, antes de tener un encuentro con Jesucristo, ese momento antes de tomar la decisión de reconocerlo como señor y salvador, él estaba asumiendo que les estaba hablando a personas transformadas, que habían cambiado su modo de vivir y que a causa de la obediencia testificaban de la riqueza de la gracia y la bondad de Dios en casa área de su vida.
Leer esto me hizo pensar en esto, si desobedecemos a Dios total o parcialmente, especialmente después de años de conocer a Dios y haber recibido el regalo de la salvación seguimos dejándonos esclavizar por nuestras bajas pasiones y el pecado, entonces seguimos bajo el dominio del diablo y no de Dios. Es verdad que no somos perfectos y que Dios inició su obra trasformadora en nosotros y no descansará hasta terminarla (Filipenses 1:6); sin embargo, esto no debe ser excusa para seguir dejándonos dominar por el pecado. Leer al Apóstol Pablo nos enseña que si había algo que lo caracterizaba, era que él mataba su naturaleza pecaminosa todos los días, él no abrazaba su aguijón en la carne, sino que batallaba con él.
La pregunta hoy es ¿Bajo el domino de quien estamos viviendo? Y para responder esto es preciso que analicemos nuestros comportamientos, actitudes, palabras y pensamientos. Y es justo que lo hagamos así por qué la palabra de Dios es clara, no hay puntos intermedios dice en 1 de Juan: “pero los que obedecen la palabra de Dios demuestran verdaderamente cuánto lo aman. Así es como sabemos que vivimos en él. Los que dicen que viven en Dios deben vivir como Jesús vivió”
1 Juan 2:5-6 NTV. Es decir, que la evidencia de que estamos bajo el dominio del Espíritu Santo de Dios, es que procuramos vivir como Jesús vivió, recordemos que el vino a esta tierra y tomó forma 100% de hombre, estuvo expuesto a las mismas tentaciones, pruebas y pasiones que nosotros; sin embargo, fue encontrado puro y sin mancha; lo que lo ayudaba a permanecer de esta manera era el estar constantemente en comunión con Dios y dejarse guiar por el espíritu santo. Hebreos 4:14-15 Por lo tanto, ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a lo que creemos. Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó.
Ahora bien, consideremos por qué nuestra tendencia es más a desobedecer que a obedecer. En cuanto a esto, el significado de desobediencia es: Rechazo activo u omisivo a dar cumplimiento a una orden vinculante y de exigible cumplimiento. Si analizamos bien esto, nos daremos cuenta que las instrucciones que Dios nos ha dado, no son para el bienestar de Dios, sino, para cuidarnos y acercarnos a nuestro propósito de vida y a sus planes de bien. Dice en el libro de Jeremías que sus pensamientos y sus planes para nosotros son de bien y no de mal; aún en este mismo capítulo de efesios (2:10) dice que fuimos creados para cosas buenas, y también dice: “Pues nos levantó de los muertos junto con Cristo y nos sentó con él en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo Jesús. De modo que, en los tiempos futuros, Dios puede ponernos como ejemplos de la increíble riqueza de la gracia y la bondad que nos tuvo, como se ve en todo lo que ha hecho por nosotros, que estamos unidos a Cristo Jesús. Efesios 2:6-7 NTV
Dios siempre está dispuesto a cumplir esas cosas buenas que preparó de antemano para nuestra vida, pero no las alcanzamos por qué nosotros mismos nos saboteamos, por qué no queremos someternos a su voluntad, consejo, instrucción, pero si queremos seguir recibiendo el favor y el cumplimiento de las promesas de Dios.
Desobedecemos porque queremos seguir sucumbiendo a los placeres de la vida, a nuestros deseos, dominados por nuestras pasiones ( rabia, falta de perdón, orgullo, etc.) y digo que queremos seguir por qué cuando hay un arrepentimiento genuino se gesta en el interior del hombre un deseo de no volver a fallar, lo demás es remordimiento, no podemos ser reincidentes en el mismo pecado de manera consciente y voluntaria; habrá algunas otras cosas que hacemos de manera inconsciente y que el espíritu santo nos hará comprender para ponerlas delante de aquel cuya gracia es suficiente para vencer. Pero seguimos caminando y dando vueltas en el mismo lugar por qué no soltamos eso que Dios nos ha dicho “entrégamelo”.
Desobedecemos porque queremos ser nuestro propio Dios, la serpiente logró convencer a Eva con esto: “si comen del fruto prohibido serán como Dios, tendrán el mismo conocimiento que él”, Dice en Génesis 3: “La serpiente era el más astuto de todos los animales salvajes que el Señor Dios había hecho. Cierto día le preguntó a la mujer: — ¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto? —Claro que podemos comer del fruto de los árboles del huerto —contestó la mujer—. Es solo del fruto del árbol que está en medio del huerto del que no se nos permite comer. Dios dijo: “No deben comerlo, ni siquiera tocarlo; si lo hacen, morirán”. — ¡No morirán! —Respondió la serpiente a la mujer—. Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal.” Génesis 3:1-5
De alguna manera, nos seguimos dejando engañar por esa serpiente, viviendo así, nos cuesta someternos a la autoridad y no solo de Dios, sino también a las humanas porque queremos tener el control y manejo de todo en nuestra vida, nadie nos viene a decir qué hacer porque ya lo sabemos todo, lo podemos hacer mejor que nuestros padres, esposo(a), jefes, profesores y aún que el mismo Dios. Nuestras estrategias, planes, ideas y maneras son mejores. Un ejemplo de esto fue Saúl, leemos en 1 de Samuel 15:1-3 que Dios le dio una orden clara a Saúl siendo Rey, “Ve ahora y destruye por completo a toda la nación amalecita: hombres, mujeres, niños, recién nacidos, ganado, ovejas, cabras, camellos y burros”». 1 Samuel 15:3
Pero ¿que hizo Saúl? Dice que: “Saúl y sus hombres le perdonaron la vida a Agag y se quedaron con lo mejor de las ovejas y las cabras, del ganado, de los becerros gordos y de los corderos; de hecho, con todo lo que les atrajo. Solo destruyeron lo que no tenía valor o que era de mala calidad.” 1 Samuel 15:9. Saúl tuvo una mejor idea que Dios, hacer lo opuesto a lo que le habían ordenado. ¿Cuántas veces hemos hecho lo mismo? Recibimos instrucciones claras de parte de Dios, a cada quien Dios le ha ordenado matar algo en medio de su batalla, pero hemos decidido perdonarle la vida a aquellas cosas que por años nos han hecho mal ( la pereza, el alcohol, la pornografía, la promiscuidad, la mentira, la falta de perdón, la murmuración, la avaricia, la duda, el adulterio, el orgullo, la rabia, el odio, el rencor, la maledicencia, etc.); Saúl abortó su propósito de ser Rey por seguir sus deseos e instintos, y desobedeció a Dios. De verdad no podemos pretender que Dios cumpla esas cosas buenas para las que nos predestinó sino matamos nuestras ganas de jugar a ser dioses de nuestra vida.
En este mismo sentido, debemos comprender que la obediencia selectiva o parcial es desobediencia. Saúl y su ejército obedecieron en lo que les convino; es decir, siguieron sus propias inclinaciones, tanto al perdonar lo bueno como al destruir solo lo que era despreciable a su parecer. Entonces, perdonar lo mejor de Amalec, es equivalente a perdonar la maldad que hay en nuestro corazón o algún pecado oculto. Agag representa esa tendencia malvada, que existe en nosotros, y que nos lleva a pensar en el merecimiento, la auto compensación y la auto justificación; perdonar a Agag es ser misericordiosos con nosotros mismos, exonerar y justificar nuestras fallas, y tolerar el pecado que nos hostiga. Como Saúl, sabemos lo que debemos hacer, pero nos resistimos a caminar en esa dirección, nos enfrascamos en nuestras razones y argumentos, seguimos sintiéndonos pobrecitos, y eligiendo no perdonar, no amar, no hacer lo bueno, dejándonos guiar por nuestro sentido sesgado de justicia y haciendo justicia por nuestra propia mano.
Al respecto, este capítulo de efesios enseña que Dios nos levantó de entre los muertos y nos sentó con Cristo en lugares celestiales, entonces debemos vivir cada día crucificando nuestra maldad, eso que todavía está allí perturbando nuestra vida y que no nos deja vivir la clase de vida a la que Dios nos llamó, entristeciendo el corazón de Dios como lo hizo con Saúl, dice la palabra que Dios se lamentó de haber hecho Rey a Saúl… no hagamos que Dios se lamente de habernos escogido y predestinado.
Sin lugar a dudas, Dios cree en nosotros, Jesucristo cree en nosotros, así como le dijo a la mujer adúltera: “Entonces él se incorporó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena? —Nadie, Señor. Jesús dijo: —Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.” Juan 8:10-11 NVI
Él nos dice hoy, “yo no te condenó solo ve y no peques más”, aunque sabe que probablemente vamos a volver a fallar, también sabe que tenemos dentro su espíritu de poder y dominio propio, solo necesitamos determinarnos a ser dominados todos los días, un día a la vez, por su espíritu y no por el espíritu de este mundo. Rindamos a él ese deseo de hacer lo que no le agrada a Dios, esas ganas de actuar por nuestra propia cuenta, esas ideas que parecen mejores que el consejo de Dios, es nuestra elección vivir la palabra que dice que si estamos es Cristo, si le pertenecemos a él, si verdaderamente él habita en nosotros entonces somos nuevas criaturas, lo viejo quedó atrás por qué él hizo todo nuevo. Quienes decidimos volver a lo viejo somos nosotros, tal vez porque estamos acostumbrados a eso como el pueblo de Israel cuando anheló volver a Egipto a vivir en esclavitud y a comer sobras, tal vez nos resulte más fácil eso que esforzarnos cada día y someternos al dominio y voluntad de Dios. Para poder perseverar, debemos andar en su espíritu (Gálatas 5:16), para que él nos alerte acerca de esas cosas que nos hacen caer y decidamos voluntariamente darnos la vuelta, no podemos seguir consintiendo aquello que sabemos que nos hace daño y nos separa de sus planes de bien, y luego llamar proceso a lo que realmente son las consecuencias de nuestros actos; porque la verdad es que una cosa es el proceso transformador de Dios y otra distinta es la consecuencia de nuestras acciones.
Reconozcamos hoy esos hábitos, actitudes, pensamientos que parecen inofensivos pero que termina por destruirnos. La palabra enseña que todo nos es lícito pero no todo nos conviene y no todo nos edifica (1 corintios 10:23), pidamos al espíritu santo nos muestre eso que no nos conviene, y que nos de la voluntad para dejarlo atrás, por nuestro propio bien, porque la paga del pecado sigue siendo la muerte, eso no ha cambiado, el pecado nos lleva a morir y no es solo una muerte eterna, sino una muerte financiera, emocional, laboral, familiar, en síntesis permanecer en el pecado nos hace fracasar, es posible que no lo veamos así, pero ponernos a cuentas con Dios es necesario porque el pecado consentido u oculto trae muerte, como sucedió con Acán por ejemplo, ”Entonces Josué dijo a Acán: —Hijo mío, honra y alaba al Señor, Dios de Israel. Cuéntame lo que has hecho. ¡No me ocultes nada! Acán respondió: —Es cierto que he pecado contra el Señor, Dios de Israel. Esta es mi falta: Vi en el botín un hermoso manto de Sinar, doscientos siclos de plata y una barra de oro que pesaba cincuenta siclos. Los codicié y me apropié de ellos. Entonces los escondí en un hoyo que cavé en medio de mi tienda de campaña. La plata está también allí, debajo de todo. Josué exclamó: —¿Por qué has traído esta desgracia sobre nosotros? ¡Que el Señor haga caer sobre ti esa misma desgracia! Entonces todos los israelitas apedrearon a Acán y a los suyos, y los quemaron” Josué 7:19-21, 25
Tal vez no robamos o matamos, pero guardamos rencor y enojo hacia nuestro prójimo, hablamos mentiras, murmuramos de nuestro vecino, conyugue, hermanos, etc., no honramos a nuestro padre o madre, codiciamos lo que tiene el otro, tenemos deseos impuros, toleramos las borracheras, las contiendas, la maledicencia, etc. Ciertamente al exhibir nuestro corazón delante de Dios, más allá de hacernos sentir culpables, indignos o sentir auto conmiseración, debe generar en nosotros frutos visibles a otros y a cada día afilar el cuchillo de nuestra conciencia y matar nuestras ganas de hacer lo malo.
Hoy una vez más, Dios nos extiende su misericordia y al exponernos a su presencia todos los días algo tiene que suceder, algo debe ser transformado en nuestro interior para ser cada día nuestra mejor versión. Sino, como dice su palabra quedaremos por fuera de su presencia eternamente. “Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. » No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?”. Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”. Mateo 7:19, 21-23 NVI