CAÍDA DEL CASTILLO DE NAIPES

Mientras Colombia desde el 7 de agosto de 2022 no ha salido de la oscura noche, la verborrea, la manipulación mediática, las bodegas e influencers y el siniestro Sanedrín de Casa de Nariño habían tratado de construir una rosada utopía sobre el gobierno del cambio.

Frente a cada embarrada, corruptela, hecho terrorista o crisis de la salud. Frente a cada atentado a las instituciones, insulto, desaparición, borrachera o amenaza, la extraordinaria y bien financiada orquesta de estrategas mediáticos operaba el milagro diario de desviar la atención, crear una nueva tormenta o incluso sacrificar la honra personal del tirano con sus escapadas panameñas o sus orgías palaciegas y con ello retomar el control del tráfico digital y arrastrar con él la atención de la siempre aduladora prensa tradicional del establecimiento.

El mismo establecimiento, con sus aportes financieros a la campaña Petro 2022, sus lisonjas, pleitesías, sus remordimientos de gran burguesía y sus apuestas de siempre al ganador, se preocupó más de asegurar sus propios intereses que en frenar al aspirante de tirano, y por ello, colaboró presto a sostener el castillo de naipes del gobierno del cambio.

La realidad es que el grueso de la crisis la ha encajado la mediana y la pequeña industria, el sector minero energético, el sector de la construcción y el grueso de la población que se debate entre la falta de empleo formal, la inseguridad, el aumento del rebusque, la inflación y la desesperación que saca corriendo a cientos de miles de compatriotas a inciertos escenarios migratorios.

La pesada del establecimiento empresarial la ha llevado suave. La pesada del establecimiento político se ha enriquecido con la corrupción, la debilidad política y la total incuria en la gestión del gobierno. Las grandes hegemonías políticas territoriales han sufrido relativamente con el recorte de recursos para algunos de ellos, pero muchos han encontrado la manera de arrodillarse en la oscuridad en el humilladero del ministerio de Hacienda para asegurar las transferencias especiales que terminan siempre llenando los bolsillos y fondos de campaña de los parlamentarios gestores.

El establecimiento criminal y terrorista campea orondo por el país traficando, lavando, explotando oro ilegal y creando emporios de extorsión, tráfico de personas y recibiendo beneficios de gestorías y despejes por cuenta de la paz total.

Esos diferentes miembros del establecimiento, cubiertos con manto de la complicidad y la concupiscencia, eso que magistralmente Álvaro Gómez describió como el régimen, hoy siguen sosteniendo la farsa del gobierno de Petro, y lo harán hasta el último día del mandato, atentos a seguir recogiendo migajas de poder, contratos o beneficios en el ocaso siniestro.

No les tiembla la mano ni la billetera para pedir y amarrar. Sienten que dominaron y sobrevivieron a la bestia y que los costos incurridos fueron manejables y para muchos nimios.

Por ello siguen jugando con sus peones políticos y marionetas a que pueden “poner” presidente. Uno que controlen igual que controlaron a Petro pero que sea menos brocha y pervertido.

Y así iba el régimen tranquilo, mientras la Nación encajaba el desastre, porque se dieron el lujo de jugar con candela con la elección de Petro y el país no se fue por el despeñadero y sobre todo sus intereses se mantuvieron incólumes.

Pero entonces el aspirante a tirano, desesperado como viene por el derrumbe de su popularidad de papel, por el creciente fracaso de sus cortinas de humo mediáticas y la hecatombe de orden público, decidió revivir las viejas banderas del nacionalismo antiyanqui que tanto promovió la guerrilla setentera y ochentera y que sin duda tuvo arraigo en las juventudes comunistas y las élites académicas de esas décadas en las que Petro se formó como malandro.

Era un discurso efectista con el que Samper, también con el apoyo del régimen, jugó a ratos para sobrevivir a su propio escándalo de corrupción narcótica. En el narco gobierno de Samper no resultó tan relevante en la medida en que el control del patronato fue suficiente para mantener a Samper en el poder y los gringos de aquella época se interesaron más en apalancarse en el escándalo del 8.000 para avanzar en su agenda de interdicción e intereses económicos que en resolver la crisis de gobernabilidad que los terminó favoreciendo con el manso receptor del dinero narco en el gobierno, sentando las bases para lo que a la postre se convertiría en el poderoso Plan Colombia de Pastrana y que Uribe desplegó eficazmente.

Pero hoy la fórmula antiyanqui con la que Petro busca recobrar la iniciativa política ha generado un resultado bien distinto. La “soft diplomacy” de los Estados Unidos, con cien nombres del círculo de gobierno en la lista Clinton, privados posiblemente muchos más de sus visas, con la gravosa suspensión de recursos del Plan Colombia y la expectativa de que quienes administraron la campaña de Petro presidente y aportaron a ella queden afectados por asociación o participación, el gobierno entra en pánico y los validos del régimen empiezan a remar a toda marcha para escapar del naufragio y de las afectaciones que genera.

Y el castillo de naipes, frágil por definición, sobre el que Petro reinaba, se empieza a derrumbar, pero sus escombros resultarán bien pesados para los que se queden rodeando al tirano. Este claro que seguirá aprovechando la institucionalidad en sentido unidireccional: yo puedo violar todas las normas, pero a mí no me aplica ninguna. Y seguirá representando un peligro por sus afiliaciones criminales como las del ELN, el Golfo o las oficinas que desafiante expuso en la espantosa tarima de la Alpujarra.

Pero el establecimiento, que nunca le ha temido a la justicia colombiana que controla y mangonea, sabe que con los gringos las cosas pueden salir a otro precio. Y no hay nada que añore más un torcido o poderoso colombiano que lucirse gastando en las playas y centros comerciales de la Florida, o visitando a Mickey Mouse o guardando su dinero en lucidas e hipócritas bancas privadas de Nueva York. Petro, por fin, quedará solo de verdad y si bien a él la perspectiva del carcelazo le abre las puertas al martirologio añorado, es poco probable que los poderosos que lo pusieron y sostuvieron se quieran sacrificar.

Enrique Gómez Martínez

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