CAPACITADOS PARA HACER LO BUENO

Hebreos Capítulo 13

 

Y ahora, que el Dios de paz —quien levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, y que ratificó un pacto eterno con su sangre— los capacite con todo lo que necesiten para hacer su voluntad. Que él produzca en ustedes, mediante el poder de Jesucristo, todo lo bueno que a él le agrada. ¡A él sea toda la gloria por siempre y para siempre! Amén. Hebreos 13:20-21 NTV

El autor en estos versos alude al poder único de Dios para dar vida a un muerto y de santificarnos, borrar todos nuestros pecados a través de la muerte de su hijo; y apela a ese mismo poder para que a través de él seamos habilitados para hacer su voluntad.

Recordemos que la voluntad es la capacidad humana para decidir con libertad lo que desea y lo que no, ordenar sus acciones y su propia conducta. Es ese poder de elección asistido por nuestra conciencia (conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno).

En concordancia con estos versos, el Apóstol Pablo dice en Filipenses 2:13 Pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”. Es decir, Dios es quien coloca en nosotros el deseo de hacer su voluntad. Y es así, porque en nosotros la tendencia es siempre escoger de manera consciente o inconsciente hacer lo malo.

Debemos considerar que, las capacidades, dones, talentos y habilidades que tenemos nos han sido otorgados por una sola razón, hacer la voluntad de Dios. Él es quien nos equipa para realizar cualquier labor, en él no tenemos límites. No obstante, muchas veces estás capacidades y talentos el hombre lo ha puesto al servicio del mal y no al servicio de Dios, la inteligencia la usamos para crear cosas destructivas, armas, estrategias para dañar a otros, sacar provecho de las personas o situaciones para beneficiarnos de manera egoísta, la mal llamada malicia indígena, parece inofensiva pero es el reflejo de lo que hay al interior.

La palabra de Dios enseña en Efesios 2:10 que fuimos creados para buenas obras tiempo atrás, está en nuestro diseño, y ese diseño es restablecido al momento de recibir a Jesús como señor y Salvador. ¿Pero por qué seguimos contendiendo entre lo que sabemos que debemos hacer y lo que queremos hacer?

El apóstol Pablo hace referencia a esto en Romanos 7:15-25 “Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí. He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón, pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor. Así que ya ven: en mi mente de verdad quiero obedecer la ley de

Dios, pero a causa de mi naturaleza pecaminosa, soy esclavo del pecado.”

Dios es el único que tiene el poder para producir en nosotros hacer lo bueno, es decir que lejos de Él nuestra tendencia a hacer lo malo será mayor; por ello no podemos tomarnos un respiro y apartarnos de Dios ni por un segundo; porque esa distancia podría significarnos la muerte. Y es que hacer su voluntad la mayoría de veces no nos va a resultar fácil, por qué queremos hacer lo que nos parece, lo que queremos, pero no lo que Dios nos indica, aun sabiendo que siempre será lo mejor, por qué Él no piensa como nosotros, y porque su voluntad y sus planes siempre serán buenos, agradables y perfectos para nuestra vida. No obstante, no dejamos que Dios sea nuestra principal influencia, sino que permitimos que otras cosas nos influencien, las amistades, los roles que tenemos, los cargos, las presiones sociales o expectativas de los demás respecto de nosotros, etc.

De alguna manera todos hacemos malas elecciones, cosas que sabemos que son dañinas para nosotros, pero igualmente continuamos haciéndolas; aun sabiendo que van en contra de nuestro bienestar, en el corto o largo plazo, pero igual las tomamos. En ese sentido es preciso examinar ¿Cuáles son nuestras motivaciones internas y por qué será tan difícil a veces resistirnos a ellas?

La respuesta está en Jesucristo y en reconocer esas debilidades que hacen que en vez de escoger hacer la voluntad de Dios hagamos lo contrario, todos sabemos lo que debemos y no debemos hacer, pero no tenemos la fortaleza suficiente para hacerlo. La buena noticia es que Dios es quien produce, provoca o causa en nosotros el hacer lo bueno, El más que nosotros conoce nuestra condición, batallas y debilidades, pero el hecho es, que no nos da licencia para pecar, sino que más bien nos provee los recursos necesarios para no caer en el mal.

  • Uno de estos recursos es la oración. Mateo 26:41 Manténganse despiertos y oren, para que no caigan en tentación. Ustedes tienen buena voluntad, pero son débiles”. Necesitamos perseverar en oración, para revitalizar nuestras áreas débiles y someter nuestra voluntad.
  • Reconocer nuestros errores. 1 Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.” Dios es un Dios de misericordia y nos extiende su amor y perdón. Pero en nosotros debe haber disposición para no volver a caer en lo mismo y tomar correctivos de la mano de Dios, un día a la vez. Dado que el no obra en medio de la

desobedicencia

  • Fuerza de voluntad para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. 1 Pedro 1:14-16 Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo» Aceptar a Cristo en nuestro corazón como Señor y Salvador, nos otorga el poder para vencer y para vivir en obediencia radical a

la palabra de Dios. Él lo cambia todo por completo, nos renueva día a día y nos da lo necesario para no dejarnos dominar por nuestros deseos.

Después de darnos el regalo de la salvación, Dios sigue obrando en nosotros, haciéndonos aptos en toda obra buena, y nos da el poder de hacer su voluntad y que todo lo que hagamos, digamos y pensemos le agrade a Él. El mismo poder que convirtió la muerte de Jesús en una gran victoria, también nos da a nosotros el poder de vencer cualquier dificultad.

Gracias a Dios que obra en nosotros por medio de su espíritu Santo y este a su vez obra en nosotros a través de la palabra que es su espada. (Efesios 6:17). Esa misma palabra Dios la escribe en nuestra mente y corazón como indica Hebreos 8:10, pero no nos coacciona ni coarta nuestro libre albedrío aun teniendo el poder para hacerlo, el hecho de obedecer debe ser una elección voluntaria. Escoger que la voluntad de Dios guíe nuestras acciones hacia el bien común, la justicia y la misericordia requiere de nosotros humildad y disposición, para cederle a Dios el control absoluto sobre nuestras vidas.

Vicky Pinedo 

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