CONFIANZA

En estos momentos históricos, no solo en Colombia, la esperanza está en riesgo. La sociedad está aburrida (anomia) y las personas desesperadas por lograr proyectos de vida alegres, realizables y que tengan un factor de sentido con la existencia humana. Cada día estamos enfrentado lo que los psicólogos llaman “la desesperanza aprendida” y que frustra a toda una sociedad incapaz de organizarse para prevenir pérdidas. Hace muy poco, los médicos vimos perder la vida de una residente de cirugía que tomó su decisión, al parecer, por no resistir ciertas presiones de grupo y otras causales.

El secreto se fue con la persona. Con la crispación de las elecciones en Venezuela, la incertidumbre política es otra desesperanza; el riesgo de perder la libertad. Ya lo dijo Karl Popper: “Para una nación la libertad es más importante que la riqueza y, en la vida política, esta es indispensable para vivir humanamente”. Sigo creyendo que en Colombia, en eso hemos demostrado resiliencia y mejor comportamiento democrático, lo demostramos en las urnas, en octubre de 2023, cuando el pueblo decidió darle una muestra de insatisfacción al gobierno central y otro tanto al congreso. En su columna: El pueblo es el poder, Gabriel Ángel Muriel González nos recuerda que “en las democracias el pueblo es el máximo poder”. Y dice: “El pueblo adopta una constitución para avanzar, no para ser frenada su fuerza y menos, ser sustituida”, totalmente de acuerdo. Por eso, considero que, para recuperar la confianza en las instituciones, los líderes que hoy ocupan el Gobierno, el Congreso y cada órgano de control y vigilancia deben mostrar probidad. Los colombianos debemos seguir luchando por nuestras libertades que están en riesgo; el mismo gobierno central se ha encargado de generar nerviosismo. Un día el poder constituyente, otro la asamblea, más adelante el fast track y así sucesivamente, amenaza cambiar las normas constitucionales impositivamente.

Una grata noticia es que en el partido Conservador, luego de 175 años, por primera vez, una mujer joven ocupa la presidencia: un hito, un verdadero cambio. En una parte de su discurso, Nadia Blel, la presidenta, alude a Thiago, su hijo, quien tendrá que sufrir sus ausencias mientras ella trabaja, justamente, para defender la libertad de su generación y un pueblo que la merece: Colombia. No me interesa la política, ese es el decir de muchos; he creído que esta expresión es parte de nuestra ignorancia porque la “polis” es donde vivimos, nos guste o no, compartimos una mínima convivencia. Como ciudadanos somos responsables de la estabilidad del país y 2026 es un reto enorme. Décadas de corrupción desbordada asquean, el cambio no ocurrió y la empeoró, no por eso debemos renunciar a defender la libertad de vivir sin ser maniatados.

Exponer lo que, consideramos, debe ser el contrato social que permita el libre desarrollo del ser y su entorno como un imperativo. La pobreza duele y duele mucho, no son ni la derecha ni el centro ni la izquierda los líderes a combatirla, somos todos. En 2026, a recuperar la confianza y esperanza. Colombia es grande.

Orlando Bustillo Pareja

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