FILIPENSES CAPÍTULO 4
“No lo digo porque yo esté necesitado, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé lo que es vivir en la pobreza, y también lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a hacer frente a cualquier situación, lo mismo a estar satisfecho que a tener hambre, a tener de sobra que a no tener nada. A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo que me fortalece” Filipenses 4:11-13 DHHS94
Es sorprendente leer estas líneas considerando que el autor justo en ese momento estaba en una cárcel en Roma, en ese caso se pudiera pensar ¿cómo puede este hombre decir que estaba contento en medio de esa situación?
Pablo dijo «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» y tal vez esta frase se ha convertido en un lema o slogan para muchos, sin embargo, en ella hay mucha profundidad, el apóstol nos habla acerca de cómo él consiguió aprender a contentarse en medio de cualquier circunstancia adversa o favorable, y también nos revela el secreto para lograrlo, está justo en esa última frase Cristo era su fortaleza para sobrellevar las dificultades, así como, para no perderse en medio de las comodidades.
Para comprender lo que nos enseña pablo en este capítulo, es importante considerar que es una fortaleza, una de sus definiciones describe un espacio o lugar fortificado acondicionado para soportar un ataque. Esta puede servir de refugio, convertirse en una base de operaciones y defender un lugar.
Esto representaba Cristo para Pablo y es lo que debería ser para. La pregunta es ¿en quién o qué nos refugiamos cuando estamos agobiados? ¿Realmente es Cristo nuestra fortaleza o solo hemos usado esta frase como algo motivacional para convencernos que podemos superarlo todo? El caso es, que si decidimos todos los días hacer de Cristo nuestro lugar seguro podemos mantener el entusiasmo, el gozo y la fuerza para no perdernos en el camino de la vida.
Diariamente vamos a enfrentar retos y muchas veces se nos hará difícil permanecer animados, con deseos de seguir adelante y batallar hasta superar el obstáculo. Precisamente, la biblia nos permite encontrarnos con hombres de carne y hueso que vivieron pruebas incluso más grandes de las que hemos experimentado y vemos como su confianza inquebrantable en Dios les permitió vencer en todas ellas. Vemos este Salmo en donde David le dice a Dios: El SEÑOR es mi roca, mi fortaleza y mi libertador. Dios es mi refugio, él me protege. Es mi escudo, me salva con su poder; él es mi escondite más alto. Salmos 18:2
El mensaje del apóstol pablo a la iglesia de Filipos y aun a nosotros el día de hoy nos habla acerca de contentamiento, no de sueños o metas logradas, sino del sentirnos seguros y confiados en Dios, aun en las situaciones más duras de la vida. En otras palabras, no se trata de ganar el partido, sino de la manera de reaccionar cuando perdemos. Esto es algo que es necesario aprender porque la vida cambia, nada permanece estático o estable. En Cristo Pablo encontró su lugar seguro, un lugar adonde se sentía a salvo, que le daba el coraje para enfrentarse a cualquier cosa (debilidades, pérdidas, fracasos, escasez, riqueza, etc.), en Cristo encontró su razón de vivir, por ello el gozo, la paz, el júbilo o el deleite en él eran permanentes, por qué dependía directa y absolutamente del amor de Dios, él sabía que eso era algo que nunca se iba a ir o iba a perder.
Pensemos entonces, ¿en dónde estamos buscando la seguridad? ¿Verdaderamente tenemos un contentamiento permanente o está supeditado a nuestros apegos? Pablo entendió que lo adverso puede ser transformado a través del contentamiento, la esperanza, la alegría y la paz que produce el tener a Cristo en el corazón. Así como, también comprendió que la prosperidad, plenitud o abundancia son permitidas por Dios con el propósito de darle gloria y no para envanecernos. Vivir en ese gozo o contentamiento continuo es lo que hace que podamos hacer frente a cualquier cosa que nos presente la vida.
Entonces, no debemos esperar a que ocurran las cosas buenas para estar contentos, sino que esto debe ser una actitud permanente y anticipada de nuestro corazón, por eso la invitación del apóstol es: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!” Filipenses 4:4. Esto no significa que el dolor, la muerte y la desesperación no nos causen tristeza, sino que nos gozamos en que Dios todavía está sentado sobre su trono, que Él es el soberano, omnipotente, y que Él puede usar todas las adversidades de la vida para nuestro beneficio.
Vivimos en un mundo que parece que solo sabe producir dolor y amargura, sin embargo, el llamado hoy es a alegrarnos y celebrar siempre una y otra vez. Que nuestra actitud ante la vida sea de fiesta, aunque parezca que no hay nada que celebrar. El hecho es que tenemos mucho por lo que agradecer y vivir contentos, y dentro de ellos ciertamente están el hecho de saber que no estamos solos, que hay uno que pelea nuestras batallas, que usa todo para nuestro bien, que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin, que tiene planes de bien y no de mal, que envío a su único hijo a morir por ti y por mí para darnos acceso a su presencia ahora y por toda la eternidad; si estas no son razones suficientes para levantar nuestro ánimo y celebrar entonces no sé qué lo será.
Dios envió a su Hijo, Jesucristo, para que pudiéramos ser fortalecidos en medio de los desafíos. Y la vida de hombres como el apóstol pablo nos inspiran y nos enseñan a confiar en Jesús, a encontrar la paz, el valor y la fortaleza para vivir.
Por esto a partir de hoy hablemos a nuestra alma como dice el Salmo 91:2 Declaro lo siguiente acerca del Señor: Solo él es mi refugio, mi lugar seguro; él es mi Dios y en él confío. Isaías 41:10 No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te fortalezco; siempre te ayudaré; siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Isaías 40:31 Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán.