Después de instalarnos en el hotel “Barceló Istambul Taksim”, los siete protagonistas de la aventura de Turquía salieron ataviados con ropa ligeramente abrigada, a hacer lo mismo que hacen los equipos de fútbol cuando juegan de visitantes. Se van al estadio del rival a realizar “un reconocimiento de la cancha”. Eso fue lo que hicimos el primer día, antes de acometer la agenda turística que teníamos en la libreta. Salimos del hotel por uno de los tantos callejones que desembocan en la icónica Plaza de Taksim. Esta plaza es un amplio espacio pavimentado de adoquines donde convergen muchas funciones importantes de la ciudad. Allí está la parada del tranvía que recorre el centro de la ciudad, también en ese hito urbano se localiza una de las más reconocidas estaciones del metro y varias rutas de buses taxis convergen allí. Cambiamos algunos dólares por liras, para tener algo de moneda local y nos sentamos en una cafetería de esquina a disfrutar unas viandas típicas y a sentir la vivencia del ciudadano común. Allí degustamos la primera de muchas tazas de té que fueron consumidas en las dos semanas del paseo, pues el viaje estuvo a punto de ser cancelado para mí, por cuenta de un percance de salud dental que finalmente se pudo resolver con un estricto tratamiento de antibióticos que me permitió viajar, pero a cambio de total abstinencia etílica. No pude hacer absolutamente ningún brindis con vino, sino con te.
Luego de esa tertulia de esquina informal, arrancamos a contemplar y caminar la plaza de Taksim. En el punto donde el tranvía hace la curva del final de su recorrido lineal, hay una escultura monumental que representa la fundación de la nación turca. Desde ese mismo momento empezamos a comprobar la reverencia, el respeto y el agradecimiento patriótico que el pueblo turco le tributa a su fundador y padre de la nación, MUSTAFA KEMAL ATATURK. Las manifestaciones de ese genuino fervor popular por su epónimo líder, son abundantes y frecuentes. Allí tomamos el tranvía que recorre la histórica calle peatonal de Istiklal, la cual funge como una vistosa arteria comercial y es la de mayor reconocimiento de la ciudad. Hicimos el recorrido de ida en el tranvía y el recorrido de regreso caminando, pues era menester que Rosarito empezara rápido a ejercer sus actividades de compra, habida cuenta de la abundante oferta de llamativa y variada mercadería que ofrece esta calle al turista. Regresamos al Hotel y las damas se encontraron con una sorpresa inesperada. Había una sala del restaurante donde permitían jugar cartas, al tiempo que también era permitido fumar. Desde ese momento, la sonrisa nunca volvió a apartarse del rostro de doña Iris Acuña.
El diseño del viaje fue planeado para estar en Estambul los cuatro primeros días. Luego vendría un recorrido terrestre de siete días por diversos lugares y ciudades de Turquía y volveríamos otra vez a Estambul a descansar los últimos dos días antes del regreso. De manera que el día #2 comenzó con un opíparo desayuno en el hotel, antes de emprender la peregrinación por los sitios más emblemáticos de esta mágica ciudad. El primer destino de la agenda turística era fácil adivinarlo. Visitaríamos la basílica de Santa Sofía y el Palacio de Topkapi en horas matutinas. Luego tomaríamos un almuerzo típico en esa zona turística, para después visitar la famosa Mezquita Azul, el Hipódromo, el Obelisco de Teodosio, la Columna Serpentina, La Fuente Alemana, el Obelisco Egipcio y antes de la puesta del sol, la infaltable visita al famoso Gran Bazar.
La llegada a la Iglesia de SANTA SOFIA sucedió a eso de las 9 de la mañana. Aunque ya no funge como Iglesia sino como museo, desde su origen ha sido considerada una obra clásica de la arquitectura de todos los tiempos. Las obras de construcción duraron solamente 5 años y se iniciaron en 532 por orden del emperador bizantino Justiniano I el Grande. Hubo necesidad de hacer fila para entrar a la edificación, donde el protocolo exigía a todos quitarse los zapatos y a las mujeres cubrirse la cabeza. Como no todas las damas de nuestro grupo tenían el atuendo requerido, me vi precisado a desprenderme de mi bufanda para que ellas pudieran cumplir con el requisito del velo y también hubo necesidad de escudriñar la mochila de Mary de Torres, donde encontraron aturrugadas un par de pañoletas coloridas que había adquirido en su último viaje a Maicao y que sirvieron para sortear la situación. Finalmente ingresamos a la imponente estructura diseñada por los arquitectos Anthemios de Tralles e Isidoro de Mileto. La iglesia tiene una planta basilical y el interior se compone de un nártex, una nave triple y un ábside, los tres elementos fundamentales requeridos para el culto. El interior de la nave tiene una superficie de 100m x 70m y la cúpula, un diámetro de 31.5m a 55m de altura. El tambor de la cúpula tiene 40 ventanas y un total de 107 columnas, de las cuales 40 se erigen en la planta inferior y 67 en las galerías, cuyo interior está revestido de placas de mármol de diferentes colores y procedencias. Ante la imponencia de la estructura religiosa, que además transmite la fuerza de un halo invisible de solemnidad divina, los ojos de cualquier mortal comienzan instintivamente a hacer un recorrido hiperbólico en el interior del impactante edificio. Y cuando estábamos en ese ejercicio de admiración y perplejidad, recibo el comentario de Rodolfo Acuña, quien con sus ojos de ingeniero civil coincidía con el regocijo que tenía la mirada mía al contemplar con ojos de arquitecto semejante belleza terrenal erigida en honor de las más sublimes creencias terrenales. La más impactante característica constructiva de esta iglesia fue la imponente cúpula que notablemente contrastaba con la pequeñez de las cúpulas típicas de las mezquitas musulmanas.
Luego del impacto de visitar la iglesia de Santa Sofía, obra maestra del arte bizantino, nos topamos casi a la vuelta de la esquina con otro hito del urbanismo de Estambul. El famosísimo Palacio de TOPKAPI.
No es casualidad que dos de las más importantes edificaciones históricas de Estambul compartan la misma localización. Cabe recordar que esta es una ciudad transcontinental, es decir, tiene asiento territorial en el continente europeo y también en el continente asiático. Si trazáramos una línea imaginaria desde el mar Mediterráneo hasta el mar Negro, vamos a atravesar primero el estrecho de los Dardanelos para llegar entonces al mar de Mármara (llamado así por su parecido a una superficie de mármol). Y el trayecto marítimo entre el mar de Mármara y el Mar Negro, es el famoso estrecho del Bósforo, el cual es un canal marítimo natural de 25 kms de longitud y un ancho promedio de 1600 metros que funge como conector entre el mar de Mármara y el mar Negro. Justamente a ambos lados del estrecho del Bósforo se levanta la ciudad de Estambul, cuya orilla occidental es territorio europeo y su costado oriental es territorio asiático. En términos diplomáticos, las aguas del estrecho del Bósforo se consideran aguas internacionales. Pues bien, en el lado europeo del estrecho del Bósforo se registra una penetración de agua con buena profundidad que ha resultado óptima para la instalación de astilleros, puertos y bodegaje en sus orillas. Esta ramificación del mar se conoce como “El Cuerno de Oro” y debe su nombre a la forma de cuerno y al reflejo dorado de sus aguas al atardecer.
El Palacio-Museo de TOPKAPI se levanta en el saliente de tierra donde confluyen las aguas del estrecho del Bósforo, las del Cuerno de Oro y las del mar de Mármara. Allí, en esa acrópolis, se erige el renombrado palacio, el cual está rodeado por una muralla de 5 kms que arranca desde la basilica de Santa Sofia. El palacio consta de cuatro patios interiores y un gran parque. Fue erigido por orden del sultán Mehmet II y su construcción duró 6 años (1472-1478). Durante 400 años el vasto imperio fue dirigido desde este palacio, hasta que en 1856 el sultan Abdulmecit decidió trasladar la sede del gobierno al palacio de Dolmabahce. Desde el palacio de TOPKAPI gobernó Suleiman el Magnífico, cuyo reinado duro 46 años (1520-1566), cuando el imperio estaba en la cúspide de su apogeo. En ese periodo destaca el arquitecto MIMAR SINAM, quien vivió un siglo completo (1488-1588) y fue el responsable de la construcción de más de 300 estructuras principales entre puentes, acueductos y monumentos. Fue un protegido de Suleiman “El Magnífico” bajo cuya égida se convirtió en “El Arquitecto de Moda” del imperio, lo mismo que llegaría a ser 450 años más tarde, el arquitecto Gustavo Gutiérrez Maestre en la ciudad de Valledupar. Por orden del primer presidente de la república de Turquía, Mustafá Kemal Ataturk, el palacio de TOPKAPI fue declarado museo y abierto al público el 3 de abril de 1924.
En el ocaso de la tarde, visitamos EL GRAN BAZAR. En el mismo lugar que hoy ocupa este legendario centro comercial, desde la época bizantina los habitantes de Constantinopla realizaban allí sus actividades de intercambio. Con el fin de impulsar la vida económica de la ciudad tras su conquista, el sultán Mehmet II ordenó la construcción de dos mercados cubiertos. Con el tiempo se fueron instalando alrededor nuevas tiendas, talleres, almacenes y caravasares, hasta formar el Gran Bazar, tal como lo conocemos hoy en día. Es un vasto complejo cubierto compuesto por 24 bodegas mayoristas, 4400 tiendas y 65 callejuelas. Tiene 18 accesos, de los cuales 8 son entradas principales y 10, puertas menores. La diversidad de las tiendas es impresionante y la regateadera de precios hace que se forme un susurro ininteligible que hace parte del sonido característico de este enjambre de comerciantes que llevan en su ADN esa atávica disposición al negocio y al trato palabreado de sus mercaderías. ¡A Rosarito casi se le acalambran los ojos…!
Al regresar al hotel la recuperación física de las damas corrió por cuenta de una buena cena y un reconfortante juego de barajas en la sala de fumadores. Y el complemento del alivio, fue una holística untada corporal de vick vaporub, ungüento de poderes casi infinitos al cual Rosarito de Urbina y Mary de Torres profesan irrestricta veneración curativa, mas no Iris Acuña, a quien le perturba de manera casi letal el penetrante aroma de ese esotérico y sobrevalorado medicamento.
La implacable venganza de Iris ocurrió a la mañana siguiente, cuando dilató la llegada al comedor y aprovechó la soledad de la habitación para esconder en el bolsillo más profundo de su maleta, los dos frascos tamaño XL de propiedad de sus compañeras de habitación.
En el transcurso de los dos días siguientes, completamos la agenda turística de Estambul. Dimos un paseo en lancha por el Bósforo, visitamos el Bazar de las Especies, conocimos el Palacio Beylerbey en el lado asiático de la ciudad, completamos el recorrido por las históricas edificaciones adyacentes al Cuerno de Oro, incluida la Torre Gálata y fuimos pasajeros del Metro de Estambul, incluido el proyecto “Marmaray”, que es un túnel submarino que conecta dos líneas del metro ubicadas a ambos lados del Bósforo. Marmaray se inauguró el 29 de octubre de 2013, en el 90º aniversario de la República turca. El Túnel Eurasia (Europa & Asia), inaugurado en 2016 es el más profundo del mundo y está construido a 106 metros de profundidad por debajo del estrecho del Bósforo.
Ahora estamos en el amanecer del día #5. Hemos disfrutado un desayuno multivitamínico y esperamos la llegada de una van, la cual nos conducirá por casi medio territorio de Turquía. Nos aguardan 7 días de exquisita aventura turística, la cual resumiremos en la tercera y última entrega de nuestra crónica de viaje.
¡Hasta entonces…!
Orlando Cuello Gámez