Cuando estaba pequeña con unos 7 años tal vez, recuerdo que mi papá se fue por unos meses a trabajar a Los Moreneros, estribaciones de la Sierra Nevada por el lado Riohacha, el lugar donde vivía “Geña” una señora muy bonita y elegante, que nos visitaba cada cierto tiempo en La Peña. La verdad ahora no recuerdo cómo se dio esa amistad, lo que si recuerdo es que esa mujer no desayunaba normal, ella abría dos huevos de gallina criolla y se los vaciaba crudos en la boca, vestía un tipo de ropa diferente, o a mí me lo parecía (años después conocí que era ropa costosa, no de jersey, poliéster u opal, que nosotros acostumbrábamos usar). Ella, se veía muy elegante todo el tiempo, hasta acabada de levantar, sus pijamas eran de seda y usaba pantuflas, nosotros no teníamos pijamas y usábamos chancletas Panam de caucho. Su cabello largo y ondulado, la mayoría de la veces recogido en un moño alto o en un turbante. También recuerdo que una de las razones por las que venía con frecuencia, era para ir donde “Toya”, en La Junta, famosa por leer la tasa de café.
Me imagino que “Geña” le planteó el negocio a mi papá y a mi mamá. En esos tiempos no le consultaban a los hijos, así que sólo de repente mi papá, no pasaba por mi hamaca cada mañana a despertarme halándome y sonándome los dedos de los pies. Una mañanita de invierno en La Peña, No sé si eran vacaciones o por la fuerte lluvia no fuimos al colegio, lo cierto es que en la sala estaban las 8 hamacas colgadas, todos mis hermanos y yo, envueltos en la hamacas, guardándonos del frío que provocaba la lluvia, escuchábamos a mi mamá en la cocina, cantar esa canción lastimera que se le oía tan bien en su voz cantarina, desde que mi papá, no estaba: “Muriendo Lentamente sin remedio estoy yo, mi vida es calvario, desde que él se marchó, ya mi dicha, se acabó, ya mi dicha se acabó”. Ese registro quedó en el recuerdo colectivo de mis hermanos, a cualquiera de nosotros que nos pregunten cual era la canción de mi mamá cuando mi papá se fue para Morenero, cantamos ese coro. Este recuerdo no preciso si pertenece a la primera o la segunda vez que mi papá se fue a trabajar a esa región. Recuerdo que la primera vez que regresó hubo fiesta grande con Pisco (Pavo) para el 24 y Chivo (Ovejo) el 31 de diciembre. Los aguinaldos subieron de categoría, ese año las muñecas tenían cabello y se les movían los ojos y las extremidades y cuando una las volteaba lloraban. Traían ropa de verdad y les podíamos diseñar y fabricar ropa y cambiarlas, era una emoción inigualable. Los carritos de Jose y a Armando, ya no eran plásticos, rígidos, les trajeron camionetas con carrocerías de lata, con llantas independientes y dirección para cruzar. Recuerdo también que mi papá le compro dos cabezas de ganado a tío Yeyo, un revolver calibre 38, de cacha blanca de carey, no recuerdo a quien y trajo dos grabadoras, que compró en Maicao, una para no sentirse tan solo en esa selva donde estaba trabajando y la otra nos la dejó en la casa. En ese entonces conocí los Cassettes y conocí otros ritmos musicales diferentes al vallenato y la ranchera, que eran los que se escuchaban en Hamaca Grande. Mi hermano Armando se compraba cassettes de música balada, pop, tropical y hasta uno de Richard Cleyderman. No sé cuánto le dejo mi papá a mi mamá, cuando se fue, pero cuando regresó de nuevo, ya la casa tenía otro cuarto y comedor. Ya no dormíamos la tan apretados, las mujeres mayores dormían en el cuarto; las menores y los varones seguían en la sala y el comedor.
Cuando mi papá regresó la segunda vez; llegó en una camioneta Ford 150 verde, a la que inmediatamente mi mamá nombró “La Cotorra”. ¡La emoción era grande, el primer carro de la familia!! Ese año, cuando mi mamá iba con mi papá en su camioneta, “con el codo afuera”* a comprarnos la ropa para diciembre, nos pusieron los pies sobre una hoja de cuaderno y nos dibujaron el pie derecho a todos y con una cabuya nos median el largo del pie. Ese diciembre estrenamos ropa y zapatos, ¡qué alegría más grande! Estábamos cumbos*¹; antes sólo estrenábamos ropa, que nos poníamos con los “Grullal” como le decíamos a los colegiales Grulla, no sé por qué razón. Los grulla eran para el colegio, fiestas, citas médicas y toda ocasión de “pontificar”.
El siguiente año mi papá no viajo a trabajar a esas tierras lejanas, le compro en 12 mil pesos Las Tablitas, a mi tío Baute, el hombre de las mentiras más hermosas, se volvió terrateniente, aumento el número de cabezas de ganado y otros animales, como la burra ratona en la que yo iba a llevar los desayunos donde quiera que estuviera mi padre sembrando; pues mis hermanos ya estaban en bachillerato en las horas de la mañana, en San Juan y yo aún en la primaria, en horas de la tarde, en La Peña. Cuando llegaba con el desayuno, para mi papá y los que estaban trabajándole el jornal, me pedían que les ayudará a traer las maticas pequeñas que estaban en un semillero, para sembrarlas en los huecos que iban haciendo en la tierra mojada por la lluvia. Cuando ellos se sentaban a desayunar me dejaban huevos y yo traía las matas y las colocaba, luego ellos solo apretaban la tierra. Hacia lo mismo si estaban sembrando semillas de maíz, frijol, sorgo, ajonjolí, patilla, pero en ese caso, las maticas eran de Marihuana, ni idea de que era, ni que hacían con ella, yo solo ayudaba a sembrar. Luego de unos meses, nos fuimos toda la familia a hacer los bollos de mazorca, como cada años antes y después de la marimba, solo que ese año estaban los dos cultivos dando su fruto. En la casa de Las Tablitas mientras mi mamá hacia mazamorra, bollos y arepitas de maíz, sus hijos raspábamos con medias puestas en las manos las matas de marihuana, bajo la coordinación de mi papá. No sé si para mi papá era igual que para nosotros, una cosecha más que recibíamos; antes era algodón, sorgo, ajonjolí, ahora marihuana, con una pequeña diferencia, el olor de esta cosecha era penetrante y nos daba dolor de cabeza, así que con ballestas o pañoletas nos cubrimos la nariz. Esas hojas doradas y sus moñitos llenos de semillas se extendían sobre superficies grandes, se les echaba agua de azúcar y luego se compactaban en las cajas grandes donde venían los paquetes de cigarrillos Marlboro. Ahora mi papá no estaba lejos, pero se quedaba en las tablitas por varios días, cuidando “La Mercancia”, nosotros nos íbamos a pasar el fin de semana con el y mi mamá iba cada vez que quería y podía. Ahora infiero que a cumplir con sus deberes conyugales.
A los días vi que mi papá regresó a la casa y entre la pared de la cocina y del cuartico del motor (generador de electricidad) hicieron un cerramiento, que le llamaban La Caleta, allí metieron todas las Cajas de Marlboro con “la mercancía”. A estas alturas de la historia casi todas las casaa de Las Peña, estaban llenas del producto de la cosecha, era el cultivo que estaba dando y eso se sembraba; digo yo que en la inocencia de lo que en verdad significaba lo que estaban haciendo, tal vez porque así era para mí a mis 10 años.
Una mañana llego la policía desde La Junta caminando hasta La Peña, inmediatamente desde la primera casa se fue corriendo la voz a toda casa donde había marihuana guardada, y el carrerón para sacar las cajas de Marlboro y echarlas al primer monte cercano, fue grande. Salían Cajas de debajo de las camas, de las buardillas, de los graneros. En la casa no corrimos, porque estaban en el pasaje secreto que se había construido, pero cualquier día llegaron y alguien les oyó decir que iban por una caleta secreta que les habías denunciado (no falta el envidioso) y llegaron corriendo a decirle a mi papá (no falta el auxilio), cuando llegaron a la casa mis hermanas más grandes, salieron a meterles conversación enviadas por mi mamá. Les invitaron a jugar un partido de billar, para dar tiempo que sacaran “La Mercancía” al patio grande de los Armenta, donde también la guardaban otros vecinos, el hecho se hizo tan recurrente que ya cada vecino tenía su lugar para guardar mientras la policía se iba y hasta se turnaban la guardia. En medio de la inocencia de mis años (10 a 12 a lo sumo) vivía todas estas cosas, como acontecimientos normales; incluso cuando se quemó la avioneta con el gringo.
En La Peña había una pista de aterrizaje natural. Allí llegaba una avioneta a recoger “La Mercancía” de la región: San Juan Fonseca, El Molino Villanueva, la Peña y sus alrededores. Siempre venía el mismo gringo de piloto y un señor de Fonseca: el intermediario. Ese día según me cuenta Mary Mendoza, no sucedió un accidente, como yo creí toda la vida y como muchos aseguran; sino que fue un plan para robar al gringo. Hay varias versiones fascinantes llenas de detalles vívidos, que OS contaré en una crónica especial al avión que se incendió cargado de marihuana en La Peña y el maletín lleno de dólares que le cambio la vida a un peñero. De las cosas ciertas que pasaron ese día, es que aprovechando el desorden un muchacho de La Peña que estaba por allí agarró el maletín con los dólares (sin saber que contenía) que un peñero más grande que él, que tenía más mundo porque vivía en la ciudad, se lo quito, (también sin saber su contenido, dicen algunos, otros dicen que sí) y los ha sabido aprovechar.
Mi papá dice que él no le vendió al gringo, sino a una señora Del Hatico de los Indios que compraba en toda la comarca, pero que nunca se la pagó. Dice mi papá “Se la regalé, porque la última vez que Celedonia fue a cobrarle, le dijo: yo a ti te voy a dar es para que te compres un galón de gasolina ahí donde los Jubales te lo echéis encima y te prendes fuego pa que te quemey y con la fama de bruja y mala que tenía, no volvimos a cobrá”.
Al año siguiente mi papá y mi hermano Armando que abandonó los estudios cuando vió el movimiento de dinero, pensando en ganar más, además de Las Tablitas, sino que arrendaron tierras. Estaban los cultivos en La Peña verdes y creciendo, cuando llegaron las avionetas del gobierno gringo fumigando con glifosato. Recuerdo el dolor de Armando mi hermano cuando pasaban y fumigaban el cultivo, lloraba, les ofendía con palabras y cogió la escopeta se subió a la moto y salió para el cultivo a dispararles, obviamente perdió las balas. Mi mamá por otro lado, muerta del susto mandando a mi papá a traerle a su hijo, que iban a llegar esos hombres de la avioneta y se lo iban a llevar preso. No sé cuál de las dos situaciones me parecen más absurdas hoy, ni mi hermano podría darle a la avioneta en vuelo, eso solo pasa en películas o la de mi mamá, creo que ni viéndolo, los de la avioneta iban a bajar un momentico a llevarse a mi hermano preso. ¡La ignorancia es atrevida, que digo yo, atrevidísima! Jajajajaja.
Yo no entendía muy bien lo que pasaba, lo único que entendía es que este año seguramente se embolataría la ropa y los aguinaldos. Creo que era el sentir de todos. A mí parecer no muchos sabían de qué se trataba el negocio a ciencia cierta; digo en el sentido de saber que era una droga alucinógena muy apetecida por los gringos, que se traficaba de manera ilegal, que era un delito producirla, comercializarla y lo peor aún, las consecuencias para quienes la consumían. Solo éramos campesinos sembrando una mata que daba más dinero que el algodón, el sorgo, el ajonjolí; estábamos aprovechando la bonanza, sin saber lo que hacíamos. De hecho, solo unos años después unos 5 peñeros se decían que eran asiduos y uno adicto a la marihuana y eran notables y variables los efectos que causaban en casa uno de ellos. En mi familia nadie se hizo asiduo, ni adicto a la marimba, mi papa me dijo: “la probé un día y no le gustó, me dio bonito, fuerte dolor de cabeza y no la volví a probar”, de mis hermanos ninguno ha confesado haber consumido. Mi mamá al final de su enfermedad, para aliviar el dolor del reumatismo y la artritis, tomaba leche hervida con hojas de Marihuana y un día que le hacía su “Toma” (dosis única cuando la solicitaba), La Nena, mi hermano menor y yo nos tomamos un traguito de leche cada una a ver si nos aliviaba a nosotras tambien, ella sintió que la cabeza se le crecía y los pies los tenía livianos, caminaba como en cámara lenta, a mí no me dio nada, absolutamente.
Anoche departiendo con mi esposo y tres amigos, les contaba estas historias y fue cuando como quien abre los ojos por primera vez dije: Aquí donde me ven, yo también fui narcotraficante, ¡aunque no lo sabía!! No reímos mucho con los detalles de mis recuerdos, y ellos insistían en que debía escribir una crónica de estas vivencias. Aun cuando empecé a escribirla, me reía de los títulos que sugerían para esta historia. ¡Historia que seguramente no es fiel a lo ocurrido porque está escrita casi que exclusivamente basada en mis borrosos recuerdos, pero que cuenta un capítulo de lo que hoy vemos en las series y películas de narcos, mismas que nos hicieron saber el nombre del oficio que ejercí en aquel momento Cuando Fui Narcotraficantes Y No Lo Sabía!!
Glosario.
*Expresión coloquial, para indicar satisfacción y orgullo de tener vehículo.
*¹ Alegres en exceso, a punto de vomitar de la emoción
Noralma Peralta Mendoza
Jajajajajajaja tiempos aquellos. nose como es el tema de plasmar las
Emociones en los escritos para mi escribes y generas lágrimas risas extrañeza sorpresa siii son emociones generadas al lector eso es Perfecto ; pero cuando lee alguien que acompaño la vivencia quisiera incluir una emoción en letras pero no sabría cómo hacerlo: queda como Tarea
Te amo mi hermana
Gracias ☺️
Excelente crónica, en esa época que todos éramos sanos. Buenos tiempos de bonanza
Hoy mientras viajo a una jornada académica desde Ríohacha hasta la Junta en el marco del festival del fique, me he leído está crónica de mi amiga Noralma, me he tenido, pero también me hizo volver a mi niñez en las sierra de machovallyo raspando marihuana a mis escasos 7 años con medias gruesas, fueron épocas de gloria para unos y de desgracias para otros, aquí se vivió lo mismo. Pero no había disfrutado una crónica suya como está. Creo que Armando tumbó la avioneta donde murió el Gringo. Jajajja
Así que pasaron muchos echos, mi querida comadre y hermana pero en mi caso en lo que alcance a participar, no creo que pasamos de unos simples raspachines, aunque en el proceso de cultivo alguna vez se me dio la tarea de cuando la mata estaba gecha ya para su corte yo le raspaba el tallo esto aligeraba su maduración y las hojas se tornaban amarillas y caían las recogía y el producto era mi trofeo que se sumaba o mezclaba con el producto final luego fui narco jajaja por otro lado la canción que vaga en mi memoria que identificaba a mi mamá en la ausencia de mi papá era desdicha de un hombre » tu quisas no sabía que tu ausencia sería…»
Buenísima !
Excelente y más aún cuando uno también la siente como propia
Recordar es vivir, así nos hicimos en la peña y hoy podemos contar con excelentes profesionales y seres humanos humildes pero con un gran corazón ♥️ y somos valiosos porque salimos de hogares con valores que ya se perdieron 🤗
Juancho pasajereaba de La Peña a San Juan en la camioneta la tal cotorrraj. En La junta la policia lo cogio preso y lo pasaron por La peña para San Juan. Al pasar le grito a Cele voy preso a lo que respondio: Eso mijo. Porque ella habia entendio que iba expreso. La expresion se hizo coloquial y famosa: » Cele voy preso, eso mijo».
¡Excelente Noringa!
Creo que en la Guajira, todos los de esa época nos identificamos con esa Historia.
«En Manaure también se accidentó una avioneta y el gringo se quemó»
Nora… Veee esa historia me recuerda muchas cosas que también viví, en esa época de la inocencia y la alegría de estar junto a papá y mamá.. Y tu narración me conmueve aun más…. Eres bálsamo para el alma, Dios te siga dando luz
La versatilidad de su pluma es la encargada de alegrarme los domingos en la mañana, siempre espero ese día, y siempre sé que voy a encontrar una crónica excelentemente contada. Vivencias del costumbrismo rural, con sabor a pueblo, con sabor a finca, redactadas de la forma más sencilla con un lenguaje pintoresco, creo que es eso lo que nos amarra de comienzo a fin, no quisiera uno que hubiese un final, pero la lógica dice que todo debe ser así, y a esperar ocho días más a esperar con qué se viene la seño, lo más bonito de todo ésto es que no ha habido una sola crónica regular, la calificación que yo doy es de excelente pa arriba, felicitaciones una vez más mi seño!
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