CUMBRE SANJUANERA EN PUNTA CANA

Estuvimos a punto de no asistir por imprevistos de trabajo, pero finalmente logramos superar el contratiempo. El matrimonio de Andrés Felipe Aragón Giovannetti y María Laura Niño tenía varios meses de estar en gestación y el clímax sucedió el sábado 30 de agosto de 2025. Fue una boda diseñada para que quedara calcada en la memoria de los asistentes. Y en este relato intentaremos recrear, cual libreto resumido, la película vivida en Punta Cana, uno de los destinos turísticos más frecuentados de Latinoamérica. La cita era en el Hard Rock Hotel, un paraíso localizado en la punta más oriental de Republica Dominicana, en la ciudad de Higüey, Provincia La Altagracia (La Patrona de los dominicanos). Todos los invitados llegaron al Aeropuerto Internacional de Punta Cana, donde confluye el 64% de la actividad aérea del país, superando ampliamente a la capital Santo Domingo.

Desde el mes de febrero habíamos pagado la tarifa del hotel y a partir de entonces la empresa organizadora del evento comenzó a estimular a los invitados para que no se fueran a perder de este maravilloso convite. El día viernes 29 de agosto hicimos el arribo a este hermoso aeropuerto y mientras desfilamos por la línea que conduce al punto de inmigración, íbamos viendo el registro fotográfico de la evolución de este destino turístico. A finales de la década del 60, el empresario dominicano Frank Rainieri sembró la semilla del desarrollo que hoy se observa en la zona. En 1984 fue inaugurado este singular aeropuerto que luce una apariencia muy tropical y muy caribe con sus singulares cubiertas de palma que le imprimen un sello particular. Este pujante desarrollo turístico recibe una fuerte inyección financiera y mercadotécnica en 1996 cuando se vinculan dos inversionistas de talla mundial: El diseñador dominicano Oscar De la Renta y el cantante español Julio Iglesias. Mientras observábamos las fotos de esta metamorfosis, llegamos al punto donde mostramos el Pasaporte. Le dije a la funcionaria dominicana que estaba muy complacido de regresar a este hermoso país después de 23 años, pues en 2002 tuve el privilegio de trabajar en una empresa que impartía cursos de capacitación gerencial y, en tal condición, visite las principales ciudades. Su capital Santo Domingo, la zona del Cibao y su ciudad insignia, Santiago de los Caballeros, Constanza, Jarabacoa y San Pedro de Macorís. Con su amable sonrisa me sello el Pasaporte y nos dio una cálida bienvenida. Inmediatamente nos dispusimos a buscar el vehículo que nos aguardaba y allí tropezamos con la primera sanjuanera de la cumbre: La bella Rosana Aragón Brieva, prima del novio, hija de Arique Aragón y Ana Victoria Brieva. Allí tomamos el minibús que nos llevaría al hotel. Mientras cubríamos el trayecto, Ivonne Urbina era receptora de primera mano de las vicisitudes que estaba padeciendo María Angélica Suarez y su esposo Armando Domínguez, un cachaco muy querido oriundo de Choachí, Cundinamarca, un pueblo localizado en la espalda del Cerro Monserrate, cerca de Bogotá. Angelica y Armando venían de San Antonio, Texas, pero el vuelo fue cancelado y tuvieron que usar otra alternativa. Finalmente aterrizaron en la boda cuando la fiesta casi finalizaba.

Llegamos a la recepción del hotel para hacer el proceso de Registro de Entrada (Check-In). Y aunque el proceso es un poco largo por el alto volumen de personas entrando al mismo tiempo, la oferta de aperitivos disminuye el impacto desfavorable de la espera. Una vez tuvimos la manilla instalada en la muñeca, la cual nos permitiría deambular por todos los confines del hotel sin restricción alguna, seguimos por el pasillo central, que es una especie de columna vertebral desde donde se reparten los demás senderos secundarios. Con la ayuda de un mapa llegamos a nuestra habitación sin el equipaje, pues el botones lo llevaría directamente por otra vía.

Después de instalar el vestuario en el closet mientras el gaznate era refrescado con una cerveza “Presidente” (la cerveza insignia de R. Dominicana) salimos a deambular por el “Pasillo Central”. Allí nos encontramos con El Mono Cuenca y Dona Indira Murillo Giovannetti en un restaurante de comida árabe y mediterránea. Don Mono Cuenca dejaba traslucir su felicidad sin el menor disimulo, pues la placidez que expresaba su rostro, solo era comparable cuando compartía tertulias etílicas con Ricardo Urbina y Fuifa Pérez Giovannetti. Estando en la agradable tertulia con los Cuenca-Murillo, llegó mi querida prima María Carolina “Mita” Giovannetti Gámez, la orgullosa madre del novio. Apenas habíamos caminado unos pasos cuando nos fundimos en un fraterno abrazo con Juancho Urbina y Sra, con Rita Pérez Giovannetti, con Yuya y Javier Urbina Giovannetti y con Zobeida Amaya. Y el pequeño tumulto que se había instalado en medio del “Pasillo Central” recibió otro refuerzo, pues una comitiva encabezada con dos sillas de rueda que alojaban a don “Beato” Giovannetti y a Meche Egurrola, era conducida por su hijo Orlando José Giovannetti y su esposa Eliana Mendoza. Y el rabo de esa cometa se resistía a terminar, pues el desfile de los Giovannetti Egurrola era complementado con Luis-Ra Giovannetti y su esposa Silvia Ma Petit y por el gran Rodo Giovannetti. El abrazo fraterno, lleno de genuino afecto que siempre le doy al Beato y a Meche, todavía late en mi corazón.

Esa primera noche, denominada “La Noche Blanca”, terminaría con una recepción de bienvenida en uno de los Gazebos del Hotel. El nombre se deriva de la petición de vestirse de blanco que se hizo a los asistentes. Allí llegamos a las 8 de la noche y el encuentro nocturno sirvió para encontrarnos con otros rostros que no habíamos visto en el “Pasillo Central”.

Allí estaba la comitiva de Valledupar, ciudad donde residen los novios y la familia de ambos. El primer abrazo fue para nuestra querida Meira Rosa Carrillo y su esposo, don Arnobis Mattos y tambien para Hernán García Aragón & Sra. Milena Montero. Allí nos instalamos. Un Gazebo es una especie de kiosko abierto localizado en espacios exteriores. Estábamos adyacentes a una vía interna de los jardines del hotel donde circulan caminantes y también un trencito desde donde empezaron a descender los asistentes a La Noche Blanca. De allí vi apearse a mi querida prima “Chachi” Giovannetti luciendo una serena belleza actual que contrasta con la belleza salvaje de su arrolladora juventud. Estaba escoltada por su hijo Georgio Petroni, quien lucia como un caballero medieval al cuidado de su madre. También llego mi prima Marcela Maribeth Giovannetti acompañada de su esposo Ava Rubén, como solía llamarlo su suegro Rafa Giovannetti, luego de superar la etapa en que “no era visto” para novio de Marcela. Después la vida lo premio y se volvió el yerno predilecto. ¡Vea pues…!

También saludamos a Isabel “Cuqui” Vega Giovannetti y sus hijos Marco Antonio Álvarez, Gustavo y su esposa Diana, José Antonio Fernández Orozco y Sra. Elvira Elena Villazón. Y preguntamos por Plutor Giovannetti, quien me había llamado previamente para asegurarse que haríamos “combo” en Punta Cana. Pero mi primo estuvo un poco “esquivo” y no tuvimos ocasión de compartir.

Momentos después llego la reluciente novia. María Laura esa noche estaba hermosa. Y la escoltaba el novio ataviado con camisa roja, para que María Laura no tuviera posibilidad de perderlo de vista entre tantas camisas blancas. Una rápida circulación por las mesas vecinas hizo posible darle un abrazo a don Enrique Urbina Gámez y Rosy Marengo, una pareja muy cercana a nuestros afectos, pues Enrique es pariente mío por el costado Gámez y pariente de Ivonne por la arista Urbina. Y el abrazo también le fue dado a don Erasmo Lacouture Gutiérrez y Nani DiazGranados, otra pareja de afecto cercano por haber compartido con ellos nuestras respectivas infancias, adolescencias y juventudes. Otro abrazo afectuoso se lo dimos a Andres Avelino Parody Ariza y Sofy Noches.

La mañana siguiente, que era el día de la boda, amanecimos con un mensaje en nuestros teléfonos. Andrés Felipe y María Laura nos invitaban a compartir en la piscina MOON, para reforzar los lazos de integración. El Hotel HARD ROCK es un complejo inmenso de edificios habitacionales y de servicios conexos que están estratégicamente repartidos frente a la playa y en medio de jardines, senderos, canales, piscinas y otras facilidades. Y en una de esas piscinas era la cita. Una vez fue identificada, nos instalamos en sus alrededores. Meira se fue a bañar con Ivonne, don Arnobis Mattos se fue a dormir a la habitación y yo me quede bajo la reducida sombra de un cocotero con 4 sillas tumbonas desocupadas a la espera de las bañistas. Y como si fuera un panal de miel, las abejas fueron llegando. A medida que el perímetro de la circunferencia se extendía, las muchachas que atendían nuestros requerimientos de cocteles iban incrementando su trabajo. Y como las manillas que teníamos en la muñeca nos permitían pedir al antojo del capricho sin pensar en facturas, la tradicional austeridad atávica del sanjuanero sufrió un repentino desajuste. De repente escuchabas decir, pide lo que quieras, que yo invito. Era como si estuviéramos leyendo cuentos de “Condorito”, cuando Don Chuma le decía al Pajarraco, “Compadre, no se fije en gastos”. Y así transcurrió toda la mañana, hasta la hora del almuerzo, cuando nos dispersamos a ingerir la segunda yuca de la jornada en el restaurante que resultara del antojo.

A las 5 de la tarde la cita era en el Jardín Ipanema, lugar de la ceremonia del enlace matrimonial. El entorno paisajístico tenía una hermosura contagiosa. Encontramos unas sillas dispuestas frente a un escenario de sencilla solemnidad en una tarde soleada, como si el mar que estaba al fondo hubiera tejido una complicidad invisible con la belleza que se respiraba en el ambiente. Las palabras de la Notaria tenían la fuerza poética del amor y la contundencia de la realidad de la vida. Y se me antoja expresar que fue una boda con mucho estilo guajiro, pues la impronta matriarcal se hizo evidente cuando Mita Giovannetti condujo del brazo a su hijo Andrés Felipe camino al altar y Margarita Gómez hizo lo propio con su hija María Laura. Fue un momento solemne y alucinante.

Cumplida la ceremonia formal, nos fuimos caminando hacia la Plaza Tropicana, lugar donde sería la celebración de la boda. Era la hora del crepúsculo y en lontananza se podía observar el rosicler del paisaje de arreboles que le daba a ese momento mágico un pincelazo de nostálgica belleza. La Plaza Tropicana es un espacio abierto amplio, semejante al tamaño de la Plaza Santander de San Juan del Cesar. Estaba surcada por varias líneas diagonales de bombillos, como si la intención fuera poner el cielo al alcance de nuestras manos. Una estación de Bar estaba disponible para que los galillos se abastecieran de su elixir etílico predilecto. Allí pudimos saludar a otros visitantes que no habíamos visto antes. Me encontré con un amigo de vieja data en nuestras competencias profesionales cuando dábamos los primeros pasos en El Cerrejón Central como contratistas de construccion. Don Chijo Orozco, quien estaba acompañado de su querida esposa, Adalgiza Ovalle. Y en nuestra mesa estuvimos acompañados de la queridísima Estela Rosa Vega Orozco y Señor, don Lucho Campillo, quien desde el primer momento en que cruzamos palabra, se convirtió en nuestro “nuevo mejor amigo”.

La fiesta estuvo matizada con la alegría autóctona del espíritu festivo dominicano, un pueblo con el que la costa caribe colombiana tiene una similitud muy marcada. Solo hubo detalle para remarcar: El DJ de la fiesta, ignorando el significado que tenía para los asistentes la canción “Sanjuanerita”, cometió el sacrilegio de cortarla apenas termino la primera estrofa. Hubo “Trencito”, “Hora Loca” y otro poco de vainas a las que estamos acostumbrados. Y mientras todo eso ocurría, finalmente María Angélica Suarez y Armando Domínguez arribaron a la fiesta y pudieron saborear el trago del estribo, al tiempo que don Mamo Lacouture consumía un Tabaco que había destinado para esa noche. Ese día, durante el desayuno, Mamo me confesó que había cultivado el “Hobby” del Tabaco y que esperaba mi ingreso a ese club. Amanecerá y veremos, le respondí al hijo de Altagracia.

Durante la fiesta lamente no saludar a Gladys Rojas y Alexandra Orozco. Pero me llenó de alegría expresarle en un corto y sincero mensaje al oído, el amor que tengo por María Elisa y Rosa Mercedes Aragón Gámez.

La fiesta terminó al filo de la media noche y el día siguiente, domingo, fue aprovechado para relajar los cuerpos y los gaznates en la playa y en los restaurants. Algunos emprendieron excursiones a islas cercanas, aprovechando ofertas turísticas alternativas. Y al final de la tarde, quise darme “un lujito”, como suele decir Jorge Brieva. Tenía el antojo de disfrutar un whisky en las rocas en el lobby del hotel a la hora del crepúsculo, ojalá con música de piano al fondo. Aunque esto último no se pudo, un sonido dominicano autóctono lo reemplazó. Y mientras degustaba la poesía escocesa liquida, fueron llegando varios amigos, quienes se sumaron a una repentina evocación de sucesos pretéritos que espontáneamente se fueron desgranando en la memoria, como mazorca seca, al decir de Armando Moscote. Y de esa manera terminó la aventura de un grupo de sanjuaneros a quienes el destino los puso a protagonizar una cumbre histórica en Punta Cana.

Orlando Cuello Gámez

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