Hay que celebrar el hecho de que la 16 Cumbre mundial de las Naciones Unidas para las Partes se celebre en un país como Colombia, que ha sido privilegiado con una de las más altas biodiversidades del planeta, y que suceda en Cali, que tiene posición de privilegio entre las ciudades amables, acogedoras y bellas del país y del continente. El sólo hecho de esas dos coincidencias debe servir para la Conferencia mundial goce del más propicio ambiente para el feliz desenvolvimiento de las deliberaciones, pero sobre todo para que quede en el imaginario de cada participante la imborrable certeza de lo que implica la riqueza de la Biodiversidad para el planeta y las sociedades actuales, así como el compromiso político que se deriva de allí para cada uno de los Estados y ciudadanos y ciudadanas del mundo. El mérito crece aún más cuando es Colombia el país que preside el evento.
Celebramos, por supuesto, que Jefes de Estado del Continente y del mundo, Presidentes, Primeros Ministros, Vicepresidentes y altos funcionarios de distintos gobiernos, así como destacados directivos de las Naciones Unidas hayan decidido hacerse presentes, dando con ello reconocimiento a la trascendencia que tiene hoy este particular asunto de la protección de la Biodiversidad y las profundas implicaciones políticas que tiene su conservación y manejo en la vida de nuestros pueblos en general. Pocas veces se puede hablar de un asunto de tanta relevancia en los tiempos de hoy, y de modo especial cuando la humanidad enfrenta graves complicaciones con el ya desatado proceso de “Cambio Climático”, que endurece la extendida situación de hambre y falta de alimentos en diversidad de países. La agenda sobre la conservación de la Biodiversidad y la protección de las especies, muchas de ellas sometidas a tráfico ilegal y en peligro de extinción, tiene, por consiguiente, elevado alcance entre los asuntos urgentes de los Estado para hacer de la conservación de los valores naturales un componente fundamental de los procesos de desarrollo, de donde deriva el desafío de configurar renovados modelos productivos no contradictorios con el balance y la estabilidad ambiental.
La reunión en Cali adquiere entonces altísimo carácter político en consideración de las decisiones y compromisos que resulten de las nuevas deliberaciones para el cumplimiento de los países hacia el final de la presente década, cuidando seguir la ruta en la Cumbre 15 de Montreal (Dic.19.2022) contenida en el Marco Global por la Biodiversidad (GBM, por su nombre en inglés)[i]. No se trata de un asunto menor, sino más bien del compromiso renovado de las naciones para encaminar sus esfuerzos y recursos en la defensa de la riqueza natural, entendida y valorada ésta como patrimonio social de los pueblos y garantía principal para su supervivencia, de donde se confirma la responsabilidad superior que asumen de los Estados y los ciudadanos para actuar de modo correspondiente.
Entenderíamos entonces que los países se presentan a la Cumbre con Informes de Resultados sobre cómo se está abordando el problema de la pérdida de la biodiversidad, de cómo se están aplicando esfuerzos para recuperar y reincorporar ecosistemas destruidos por actividades mineras, industriales y la deforestación, y de cómo avanzan los países en la protección de los derechos de los Pueblos Originarios en función de su estrecha interrelación con sus territorios. Deberían entregarse al mundo informes que explican las medidas que se han tomado y se seguirán tomando para detener y revertir la pérdida de la naturaleza a causa de los procesos productivos mal enfocados y abiertamente destructivos, e informes sobre Planes de Acción puestos en marcha y debidamente ejecutados y controlados por las instituciones de gobierno para aumentar la eficiencia productiva en defensa de la demanda alimentaria de los pueblos, al fin que se busca que la riqueza biológica preste un servicio de bienestar y vida buena para todos.
El Presidente Petro se presentó a la inauguración de la Cumbre sin lograr hacer referencia clara al asunto trascendental de la Cumbre. Como es su costumbre, “se elevó” en su discurso crítico sobre lo que siempre ha dicho que está mal con respecto a las energías “sucias”, con la consabida crítica al modelo capitalista y a lo que él llamaría “la economía carbonizada”. Perdió la oportunidad de destacarse con un mensaje profundo sobre la transición hacia energías más limpias en los territorios; o de la aplicación de la inteligencia artificial para fortalecer la acción en beneficio de los ecosistemas y los modelos productivos coherentes con el compromiso por la Biodiversidad; o de lo que proponemos en Colombia para la des-carbonización de la economía; o de la importancia de avanzar en la implementación de mecanismos de compensaciones ambientales en favor de los países que pueden aprovechar su riqueza biológica para secuestrar CO2 y ser protagonistas de primera línea – ésta sí muy buena- en la lucha contra el calentamiento global. Se dejó llevar, otra vez, así como en la reciente Asamblea de la Naciones Unidas en Nueva York, por una perorata que puede ser de su total agrado pero que no pasa de ser un repetitivo y estéril regaño para las economías capitalistas y que sirve muy poco para inspirar y orientar el espíritu de la Cumbre – presidida por Colombia, no lo olviden-, y menos aún para motivar el tono propositivo y consensual que se espera de una Conferencia de este calibre.
Un plan Estratégico
En todo caso, así el Presidente no aterrice nunca en el tema porque no le guste o porque no lo entienda, se tiene que trabajar en los objetivos del Marco Global por la Biodiversidad (GBM) y, para lograr alguna clase de avance, se requiere un marco de acciones estratégicas que no sabemos si ya el Gobierno de Colombia lo tiene diseñado, o está en camino de hacerlo, no obstante, en aras de adelantar algunas ideas orientadoras, insistimos en la necesidad de ajustar en el muy corto plazo los modelos productivos agrícola, industrial y energético para conseguir lo siguiente, en ese probable orden de prioridad:
- la protección del agua y los ecosistemas hídricos por el Estado y las comunidades;
- detener la deforestación y mejorar el sistema sancionatorio;
- freno al deterioro de ecosistemas y escenarios terrestres de alto valor ambiental;
- la protección y fomento de las especies en peligro y promoción del aprovechamiento sostenible;
- el ordenamiento y planificación de las áreas agrícolas para aumentar la agricultura restaurativa y la producción de alimentos con sello de sostenibilidad;
- la protección de los ecosistemas hídricos y el aprovechamiento racional de la pesca;
- la sistematización y promoción de esquemas productivos de raíz ancestral;
- la promoción de agroindustria local con sello social en los territorios;
- la reducción de la ganadería extensiva e impulso de la ganadería intensiva con uso elevado de tecnología;
- la recuperación y reincorporación de ecosistemas y escenarios destruidos o afectados por la agricultura, la ganadería, la minería, la deforestación, la urbanización.
Son diez acciones estratégicas que deben conducir al resultado principal de permitir el uso ordenado del suelo y conseguir una productividad sostenible para que los pueblos puedan asegurar su alimento y vivan mejor. Allí estaría condensado el valor social que puede tener la riqueza biológica, así como la dinámica gubernamental que se moviliza en torno al desafío global. Toda acción de restauración y recuperación buscará aumentar las oportunidades que ofrecen los territorios en favor de las gentes. Estamos seguros que detrás cada acción habrá resultados de beneficio económico y social, y también resultados en favor de la Biodiversidad y de la acción global.
¿Para qué se hace este esfuerzo? La transformación o ajuste del modelo productivo en sus distintas facetas debe servir para mejorar la producción local con alto grado de eficiencia e incorporar la Biodiversidad en el modelo productivo en los territorios.
Al Estado le queda la tarea de resolver el Financiamiento y la dotación de Infraestructura, así como el ajuste de la normativa vigente para asegurar la viabilidad del proceso. Superada la insuficiencia de recursos financieros, que son urgentes, sigue la obligación de asegurar la aplicación eficiente y oportuna de recursos que impulsen acciones con alto impacto en la conservación de la Biodiversidad, así como en el ajuste del modelo productivo hacia la sostenibilidad.
De esto es que debería estar hablando el gobierno y el país entero. En ese tono nos hubiera gustado ver al Presidente abriendo la Cumbre Mundial en Cali, simplemente para estar seguros de que el Jefe de Gobierno entiende la encrucijada por la que atraviesa el país con respecto a un modelo de desarrollo que “hace agua” desde hace décadas y que debe ajustarse para que la mayor parte de la población disfrute de oportunidades de trabajo digno y pueda salir de la pobreza. Y así mismo, de la importancia de optimizar los modelos productivos locales tomando en consideración las características de los territorios y los recursos naturales y culturales existentes, para avanzar en la ruta hacia una buena vida al alcance de todos. Sólo mediante la puesta en marcha de un modelo productivo inteligente se puede superar la falta de infraestructura de energía, conectividad y vías, así como de facilidades para el acopio y mercadeo local y regional de productos de la tierra y el agua, de modo que llegará el tiempo propicio para el desarrollo de las regiones rurales y los territorios. Los recursos económicos llegarán efectivamente a los proyectos bien diseñados para potenciar el trabajo de las comunidades locales y vincular con múltiples ventajas a las mujeres rurales, y podrán gestionarse fondos de promoción y fomento de la sostenibilidad que permitan a las comunidades proponer y ejecutar proyectos productivos respetuosos con el ambiente. De ese modelo de país es que deberíamos estar hablando, porque lo creemos posible y factible. A ese sueño es que estamos llamando al Presidente.
¿Qué es lo malo del modelo actual?
Ya hemos dicho que el modelo productivo y de desarrollo actual está equivocado y tiene argumentos de sobra para ser modificado: i) porque no promueve la industria y por ende no genera empleo; ii) porque no asegura el desarrollo inclusivo y equitativo del agro y no garantiza la seguridad alimentaria del país; ii) porque permite la concentración de riqueza en una fracción mínima de élites de poder; iv) porque promueve la pobreza y no garantiza la distribución equitativa de la riqueza; v) porque genera desigualdad y exclusión, tanto en el plano poblacional como territorial. Un modelo así es un fiasco por donde se mire y debe ser transformado por simple obsolescencia, pero aún más si se encuentra que es contradictorio con los principios y establecimientos de la conservación ambiental. Algunas evidencias de lo dicho cuando se observa que las tierras productivas y fértiles para producir alimentos se urbanizan, o se dedican a grandes minerías, o caen en la red de los cultivos ilícitos; o cuando las ciénagas y ríos de los sistemas fluviales del país se desecan para dar paso a ganaderías extensivas y agriculturas ineficientes; y cuando se sacrifican bosques para extender ganaderías, o asentamientos industriales y urbanísticos; y cuando se intervienen valles y montañas para abrir proyectos de gran minería; y cuando se sacrifican tierras fértiles y productivas para instalar parques solares o complejos petroleros; o cuando se inundan grandes extensiones de tierra productiva de laderas para establecer embalses para proyectos hidroeléctricos; o cuando se pretende hacer minería en páramos y en áreas de reserva forestal; y cuando las grandes industrias contaminan las aguas; o cuando las ciudades y asentamientos urbanos no hacen nada para controlar la contaminación de las aguas. De allí proviene la certeza de que hay una equivocación de uso que seguramente perjudica la riqueza natural, pero no sólo en ello, sino también cuando se encuentra que las tierras son objeto de tráfico ilegal, así como sucede con especies de fauna silvestre que se suponen en peligro de extinción. Y equivocado, toda vez que beneficia una pequeña élite de grandes capitales, entre los que se encuentran también dineros “sucios” del narcotráfico. Duele saber que la riqueza del país está en manos de los muy poderosos y los “traquetos”, lo cual excluye de privilegios a todos los demás.
Si coincidimos en que es la Biodiversidad nuestro principal y más valioso patrimonio colectivo, todo lo bueno que hagamos por conservarla y enriquecerla nos representará beneficios colectivos de trascendencia. Con base en este patrimonio natural de la Nación, el cual está necesariamente ligado a las tierras y los territorios, los colombianos tenemos una posición ganadora frente al concierto mundial en términos de ventajas competitivas para la producción de alimentos y el establecimiento de nuestra seguridad y soberanía alimentaria, sin embargo hay más, porque esa especial característica de ser un país Biodiverso, y Biodiverso en abundancia, tomadas en cuenta las condiciones naturales del Chocó Biodiverso, las llanuras del Magdalena, las llanuras orientales y la masa boscosa del Amazonas, y lo que queda de bosques en las alturas de los Andes, nos coloca de nuevo en la posición de ventaja para asumir liderazgo global en la discusión sobre el Cambio Climático. Cualquier aprovechamiento de la biodiversidad como patrimonio nacional debe generar beneficios colectivos, nunca individuales, que consoliden perspectivas de vida mucho mejores para las comunidades y los territorios.
Por esa razón combatimos la deforestación. Por esa razón promovemos la gestión sostenible de los territorios como ecosistemas integrados de la tierra, el agua y la biodiversidad. Por eso nos alegramos de la ocurrencia de la Cumbre Mundial en Cali. Por eso llamamos la atención de Presidente para que se centre en su tarea de gobernar, y gobernar bien para beneficio de todos.
[i] El resultado de la COP 15 se conoce como “Marco Mundial Kunming-Montreal por la Diversidad Biológica” (GBM). Objetivo: abordar la pérdida de la biodiversidad, restaurar los ecosistemas y proteger los derechos de los Pueblos Indígenas. El plan estratégico incluye medidas para detener y revertir la pérdida de la naturaleza.