DESARMAR LA PALABRA PARA CONSTRUIR LA PAZ, EL PERDON Y LA CONVIVENCIA TANTO EN EL CAMPO COMO EN LA CIUDAD Y EL MEDIO AMBIENTE

Es un compromiso de todos como periodistas de narrar la paz como ciudadanos del común, aquel que se pregunta porque los periodistas discuten sobre los retos del periodismo, donde hoy nuestro trabajo está llamado a narrar sobre las huellas que ha dejado la guerra en nuestros pueblos, en nuestras casas, en nuestros campos, porque hoy, hay que hablar de la resiliencia; es decir de la resistencia de los colombianos y guajiros. Al observar los estragos que nos ha dejado la guerra y en esos caminos hemos sido testigos de la risa, del llanto, del miedo y de esa resistencia y obstinación de muchos para continuar luchando por todas esas cosas con las que hemos vivido y que forman parte de nuestra historia.

Hoy los periodistas a través de nuestros escritos, entrevistas contamos lo que muchos no alcanzan a explicar, ese potencial transformador cuyos lazos de empatía nos permiten reconciliarnos, resolvernos como nación y como departamento que ve en los campos del olvido y las voces oficiales de los campesinos motivados, iluminando los recovecos del pasado para mirar el futuro hoy con la pala y el azadón que nos permita cultivar y conservar la tierra fértil, abonada con los sueños, la voz que narra la paz; claro que habrá que contar historias de postconflicto, pero con nuevas perspectivas, con justa visión, con fe, con justicia para volvernos verdaderos escaladores de montañas, crear nuevos sentidos para comprendernos donde atrás quede el odio, el dolor, la desconfianza, la fatalidad y donde la paz no solo acabe con la guerra, sino que nos dé la oportunidad sobre todo a la gente del campo de construir un nuevo contrato social en el que quepamos todos y una nueva Guajira donde el perdón este en la esfera de todos los individuos.

La convivencia que viene después del postconflicto sea una capacidad de aprender a reconciliarnos en un futuro colectivo y que la convivencia se convierta en garantía para un pueblo que esta habido de perdón y olvido. Cabe subrayar que todos estos conceptos se deben implementar en un ambiente donde no haya incertidumbre, con alternativas entre el campo y la ciudad y que el postconflicto nos permita viabilizar estrategias de construcción cerrando la brecha entre campo y ciudad.

Teniendo en cuenta que la paz se cultiva a partir de una base de respeto, buena relación donde cada miembro de la familia juegue limpio adaptando sus actitudes uniéndose a los otros sin mentir, siendo solidario dar buen ejemplo.

Otro aspecto que vale la pena traer a colación para buscar esa paz tan anhelada es el flagelo del paga diario, es un grupo de jóvenes que deambulan por las calles de los barrios vulnerables, se movilizan en motocicletas con cascos, guantes y el rostro cubierto por un pasamontaña que asusta. Sabemos que son paga diario porque se bajan con una libreta en los restaurantes, ventas de comidas, en los salones de belleza, en las ventas de verduras, de carne; es decir en los pequeños emprendimientos en busca de la cuota que deban entregar a diario por los préstamos que le hacen al 10 y hasta el 20 por ciento, azotando a los que les prestan con malos tratos amenazándolos con violencia; se habla de que algunos que fracasan en sus emprendimientos, tienen que pagar hasta con su vida. Quien controla esto que azota a la comunidad vulnerable es decir que la mayoría terminan trabajando para pagar el pago diario y no ven las ganancias por su ardua labor muchas veces bajo un sofocante sol, ¿Podrán así contribuir a La Paz?

Ana Cecilia Fuentes

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