“A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios. Él nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos.” 1 Timoteo 6:17 NVI
En este verso el Apóstol Pablo hace una exhortación a no poner la esperanza en las riquezas, sino en Dios. Así como en la época de Timoteo en nuestra época, la riqueza o el tener riquezas le quitan el sueño a más de uno.
Al respecto, es importante considerar que la riqueza no está definida solo en la abundancia de bienes y cosas que posee una persona; sino que también puede representar aquello que constituye lo más importante para un individuo. Por ello este escrito no se enfoca en el amor al dinero, sino más bien en el apego hacia aquello que ocupa nuestro corazón y que representa nuestro más grande tesoro, eso sin lo cual, no podríamos vivir.
En Marcos 10:17-22, se puede leer la historia del joven rico que se presentó ante Jesús y le preguntó qué podía hacer para heredar la vida eterna. Esta historia muestra que, para este joven, la pérdida más grande que podría tener era su riqueza, y fue precisamente esta dependencia lo que Jesús vio como una carencia. Por ello le dijo: «Una cosa te falta…». Luego, le hizo dos ofertas: 1. Le ofreció que renunciara a sus riquezas a cambio de los tesoros en el cielo. 2. Le dijo: «Ven, sígueme». Este ofrecimiento, pondría a Jesús por encima de cualquier cosa en su vida, convirtiéndolo en su mayor tesoro y su única e impensable pérdida.
Tristemente, este joven tipifica a muchos de nosotros, como el nosotros tenemos algo sin lo que no podríamos vivir, eso valioso e intocable, eso a lo que nos aferramos y se nos dificulta soltar: el motivo de nuestra alegría, paz, plenitud y serenidad. Cuando perdemos eso en lo cual nuestras seguridades están fundamentadas, nos entristecemos y creemos que no volveremos a ser felices, sonreír o sentirnos plenos.
Este joven rico no entendió que al no renunciar a lo que Jesús le estaba pidiendo, estaba rechazando no solo los tesoros eternos en el cielo, sino al creador, dador de la riqueza y de la vida misma.
En este mismo sentido, el verso sobre el cual reflexionamos, nos enseña algo extremadamente maravilloso, Dios es El mayor tesoro que deberíamos desear tener, porque Él es quien nos provee TODO en abundancia, no para presumir, tampoco para que lo amontonemos, sino para que lo disfrutemos. ¡Sin embargo, muchas veces no disfrutamos de nada porque siempre deseamos algo más, nos preocupamos por lo que no tenemos o por lo que no ha pasado, o tal vez estamos tan acostumbrados a tenerlo todo, que no le damos valor a nada más! Y esto nos lleva a caminar como errantes en la vida.
El propósito de este mensaje es que, reflexionemos acerca de ¿quién o qué es aquello sin lo que no podemos vivir? ¿Cuál es nuestra pérdida inimaginable? ¿Cuál es ese tesoro intocable? Familia, trabajo, belleza, éxito, posesiones materiales ¿O es Jesús? Si no es Jesús, Él nos dice hoy las mismas palabras que al joven rico: «Te falta una cosa…». Es preciso analizar esto, porque a veces nos engañamos pensando que Dios es el centro de nuestra vida, pero no es así; siempre nos hace falta algo más, nos aferramos tanto a algo o alguien que cuando no lo tenemos nos sentirnos perdidos.
Lo cierto es que, en Lucas 14:33, Jesús nos dice: «Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo» Dios desea que vivamos una vida donde Él sea nuestra pérdida impensable y tesoro intocable, como Pablo quien dijo: «Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo…» (Filipenses 3:8).
La invitación hoy es que, nuestra meta diaria sea hacer de Dios nuestra mayor fortuna, entendiendo que de Él provienen TODAS las cosas y que a Él le ha placido disponerlas para nosotros en abundancia, para entonces poder deshacernos de la tristeza, el agotamiento, la insatisfacción, el miedo, el vacío, la desilusión, la sensación de soledad, etc., para lograr esto es necesario hacer un alto en el camino, y tomar la decisión de depender totalmente de Dios y gozarnos el tránsito por la vida, vivir plenamente, dando y recibiendo, simplemente tomando las cosas como lo que son, algo pasajero; porque lo único eterno y permanente es Dios.
Para concluir, nuestra mayor riqueza no es lo que poseemos, nuestra mayor riqueza es Dios, Él no es incierto ni inestable, no abandona, El permanece. Es nuestra elección si queremos una vida llena de riquezas terrenales, o por el contrario queremos una vida abundante junto al Dios vivo, la fuente de nuestra felicidad y verdadera abundancia.
Salmo 16:11 Tú me enseñaste a vivir como a ti te gusta. ¡En tu presencia soy muy feliz! ¡A tu lado soy siempre dichoso!