La crisis de liderazgo en Colombia: un reto para la democracia y el desarrollo
En Colombia, en este ciclo electoral analizamos con preocupación un fenómeno preocupante: la escasez de líderes realmente preparados y comprometidos para asumir las responsabilidades del servicio público, esta vez, para la Presidencia de nuestro país,, asistimos a una profunda crisis de liderazgo, donde la improvisación, el clientelismo y la corrupción reemplazan a la preparación, la ética y la visión de país, decir esto no es una afirmación pesimista, es una advertencia crítica basada en la realidad política que enfrentamos a diario en todos los niveles del Estado, sobre todo por que quienes nos gobiernan hoy no tienen la formación ni la preparación, producto de ello, el desgobierno que tenemos.
Los partidos políticos, otrora escuelas de pensamiento y formación ideológica, hoy actúan como simples maquinarias de poder, ya no se selecciona a los mejores ni a los más idóneos, sino a los más leales, a los más votados o a quienes tienen más recursos para financiar campañas, esta lógica ha cerrado las puertas a muchos ciudadanos valiosos que, con formación técnica, experiencia profesional y vocación de servicio, podrían aportar al fortalecimiento del Estado, pero se ven excluidos o desmotivados por un sistema político contaminado.
Lo más preocupante es que muchos de los nuevos rostros que aparecen en la política colombiana no lo hacen impulsados por un espíritu de servicio o transformación, sino por una ambición desmedida, se postulan con la intención velada —o en algunos casos, abiertamente reconocida— de enriquecerse mediante el poder público, para ellos, el Estado no es una estructura al servicio de la ciudadanía, sino un botín del cual extraer beneficios personales, contratos, favores y puestos, esta mentalidad ha degradado aún más el ejercicio político, y ha contribuido a la pérdida de legitimidad institucional.
La consecuencia directa de esta realidad es una administración pública plagada de funcionarios sin competencia ni visión, y en muchos casos, sin principios éticos, la lista de políticos envueltos en escándalos no hace más que reforzar la idea de que el poder político en Colombia se ha convertido en una plataforma de enriquecimiento personal, no en una responsabilidad colectiva, además, en muchas regiones del país, el miedo por la violencia política, el control de grupos armados y la intimidación han impedido la emergencia de liderazgos auténticos; líderes sociales y comunitarios han sido silenciados, perseguidos o asesinados, lo que ha generado un vacío de representación legítima en las zonas más necesitadas, a esto se les suma hace unos días la muerte violenta de Miguel Uribe Turbay, tal vez la gran promesa que teníamos para ocupar con honor y competencia la Presidencia de la República, hoy, el país padece con rigor, la desesperanza, por la pérdida de esta joven figura, que poseía grandes argumentos para realizar un excelente gobierno y transformar a este país.
La democracia colombiana no podrá avanzar si no resuelve esta crisis estructural de liderazgo, necesitamos una profunda transformación: reformar los partidos para que vuelvan a ser canales de formación política; promover la participación ciudadana desde temprana edad; fortalecer la meritocracia en la administración pública, garantizar la seguridad y condiciones reales para que nuevos liderazgos puedan emerger, sin miedo y sin necesidad de someterse a estructuras corruptas, Hoy más que nunca, Colombia necesita líderes con carácter, visión, sensibilidad social y compromiso ético, no solo para administrar, sino para transformar y esa tarea no recae solo en quienes aspiran al poder, sino en todos nosotros, somos los ciudadanos, que tenemos el deber de exigir más, Colombia necesita líderes verdaderos, pero también necesita una ciudadanía consciente y activa que no se conforme con menos, porque la transformación del país comienza no solo por quienes aspiran a gobernar, sino por quienes elegimos, cuestionamos y vigilamos.
Salustio Agustín Solano Cerchiaro