DONDE TERMINAN NUESTRAS POSIBILIDADES, COMIENZA LA GLORIA DE DIOS

“El Señor le dijo a Gedeón: «Los que están contigo son muchos. No puedo permitir que todos se enfrenten a los madianitas, porque entonces el pueblo de Israel se jactará delante de mí de que se han salvado por su propia fortaleza.” Jueces 7:2

Como a Gedeón, en ocasiones Dios quitará de nuestro lado toda ayuda posible: los recursos, eso que nos genera seguridad, todo aquello que nos hace sentir en control. ¿Por qué? Para que la gloria sea únicamente de Él.

Cuando menos probabilidades tenemos, cuando todo parece estar en nuestra contra, es entonces cuando Dios decide actuar a través de nosotros. Como lo afirma en Jueces 7:7:
«Yo venceré a los madianitas con estos trescientos hombres —dijo el Señor a Gedeón—; envía a los demás a sus casas.»

La victoria sobre los madianitas no debía atribuirse a la fuerza de Israel, sino al poder de Dios. Su intención era enseñar al pueblo a depender totalmente de Él, y evitar que se ufanaran de sus propias capacidades. Por eso redujo su ejército: para eliminar cualquier posibilidad de vanagloria.

Esto me enseña que solo podremos salir victoriosos de los retos y situaciones difíciles si confiamos plenamente en Dios. Porque donde terminan nuestras posibilidades, comienzan las suyas.

En esta historia, Dios básicamente desmanteló el ejército de Gedeón para remover cualquier seguridad puesta en los medios humanos. Ya de por sí la situación era crítica: 32 mil israelitas contra 135 mil madianitas. Y para hacerla aún más desafiante, Dios dejó a Gedeón con solo 300 hombres.

¿Cuántas veces hemos estado en una situación similar? Nos sentimos perdidos, sin salida, sin recursos, sin saber qué hacer y con ganas de rendirnos. Hoy tenemos mucho que aprender de Gedeón y de esos 300 hombres, que aunque asustados, se decidieron a confiar en que Dios era suficiente para ganar la batalla.

Y así se cumple lo que dice la Palabra en Zacarías 4:6: “No es con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu —dice el Señor de los Ejércitos.”

En conclusión:

¡Nuestra pequeñez no importa, sino la grandeza de Dios!

Este relato muestra que mientras más recursos y seguridades tengamos, más fácil es confiar en nosotros mismos y que disminuya nuestra confianza en Él.

Dios no necesita multitudes para obrar. Solo necesita un corazón dispuesto a confiar. Si hoy sientes que estás rodeado de imposibilidades, recuerda que Él sigue siendo el mismo Dios que venció con solo 300 hombres.

Vicky Pinedo 

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