Cuanto desearíamos “pasar la página” del uribato y sus nefastas derivaciones y reminiscencias sociales, éticas y morales, y primordialmente de su presumida “Seguridad Democrática” traducida en el más vergonzoso episodio contemporáneo de violación de Derechos Humanos. La circunstancia de la permanente e inocultable incidencia de las apariciones incesantes y atosigantes en la opinión y en el contexto político colombiano, del líder indiscutido de esa facción política, impiden obviarlo. Es un incurable adicto al poder y a la exposición mediática.
Su obsesión porque su “legado ideológico”, (teóricamente se desconoce), subsista en el imaginario de sus obsecuentes y bien domados prosélitos es supremamente efectiva. La “Doctrina Uribista”, al parecer no tiene remedio, no hay antídoto contra esa incurable enfermedad. Sus discípulos han llevado su admiración por el “ídolo”, a extremos preocupantes. Lo exaltan como el Líder Supremo, típico del Fascismo. A pesar de tantos desvaríos de vieja data que se le atribuyen y otros recién develados; lo encumbran a la cúspide. Acorde con su apreciación desbordada, paranoica, ha sido el “MEJOR PRESIDENTE DE COLOMBIA”, así como lo escribimos, en mayúscula. Un absoluto despropósito, en un pais con mandatarios de la talla de López Pumarejo, Lleras Restrepo, por no mencionar sino esos dos.
Para sus correligionarios, no importan los 6,402 Falsos Positivos, las declaraciones incriminatorias en actos espurios que le achacan varios de sus más prominentes examigos y socios, ni mucho menos las decenas de exfuncionarios de su gobierno condenados, sólidas evidencias de sus hijos aprovechando tal condición, para enriquecerse mediante decisiones administrativas a su favor. No importa como el propio Uribe ha contribuido sustancialmente a la desinstitucionalización, valiéndose de su inconmensurable poder y sus innegables habilidades, para la aprobación ilegal e inconstitucional de su relección, y mediante vergonzosa, recurrente e inédita actuación de la Fiscalía defendiéndolo grosera e impúdicamente contra toda certidumbre.
El ala reaccionaria del Partido Republicano de Estados Unidos, le acaba de tirar un salvavidas, al recibirlo con vítores y aclamaciones. En sus años mozos pintaba como un promisorio líder del partido liberal, hoy día es reconocido y avalado por la más rancia y extrema derecha internacional. Un episodio familiar: la muerte de su padre a manos de las FARC, acto que, por supuesto repudiamos y rechazamos, lo llevó a convertirse en una especie de vengador, para nada anónimo. En esa cruzada que lo catapultó y sostiene como “modelo”, por organizaciones fascistas internas y externas, utilizó los medios estatales.
Trasmutó el odio contra las guerrillas en el Leitmotiv de su acaecer político. El monumental y estúpido desplante de alias Tirofijo, a Andrés Pastrana, – hoy día involucrado, no se sabe hasta donde, en el famoso Affaire del pedófilo Epstein-, le dejó la mesa servida y lo encaramó electoralmente. Trasfiguró un asunto personal, en una cuestión de Estado. De ahí la prelación, su obcecación con la FARC, y su famosa “Seguridad Democrática”, que tuvo muy poco de los dos vocablos. Obviamente, algo más de lo primero que de lo segundo, a favor de unos pocos. La protección de intereses de ganaderos y de empresarios. Ello desató el genocidio más oprobioso en la historia del continente. Para su implementación y ejecución, se prohijó y promovió el asesinato impune y a mansalva de miles de ciudadanos inermes e inocentes. Un concepto de seguridad extraño y sumamente restrictivo y selectivo.
Él y sus más conspicuos seguidores, y en general toda la ralea, acompañados por otras fracciones recalcitrantes, no desperdician ocasión para desacreditar no solo el proceso local del primer Presidente alternativo del pais. Tacan a dos bandas, simultáneamente aprovechan sucesos políticos externos, cuestionando y desacreditando gobiernos y sectores políticos progresistas, y por el contrario celebran alborozadamente y ponderan todo acto afín a su ideología. En el objetivo de recuperar el poder se valen de estrategias deleznables, poniendo en tela de juicio todo lo que amenace sus seculares privilegios.
En este mismo medio, prestantes voceros del uribismo, acuden a análisis descontextualizados, segados y asombrosamente simplistas, incurriendo en elucubraciones descabelladas. Ahora resulta que los “súbitos” males y el actual contexto ecuatoriano obedecen a la amnistía que en su momento decretó Rafael Correa. Por el lado de Colombia, la inminencia y antesala de una crisis interna similar, se le endilga al Acuerdo de Paz de Santos. Semejante cinismo y desfachatez. O sea que el estropeo incesante a la paz, por parte del uribismo y sus áulicos, no figura como una de las principales razones. En cambio, omiten el insolente proceso de paz con los paramilitares, ese sí, un verdadero disparate, amén de improvisado.
Cuando Correa asumió la Presidencia en Ecuador, la tasa de homicidios era de 17 ciudadanos por cada cien mil habitantes, entregó un balance de 5,8 homicidios por cada cien mil habitantes; después de Chile era el segundo pais más seguro de América Latina. Hoy esa misma tasa es del orden de 45 homicidios por cada cien mil habitantes. El desmantelamiento estatal, de diversos programas sociales, educativos, de seguridad y culturales, y magnos proyectos viales y de infraestructura, ejecutados por Correa, devastados, liquidados por sus sucesores, todos opuestos a él, aporta su cuota de responsabilidad. A lo anterior sumamos la dolarización de la economía ecuatoriana, la apertura de los casinos, la complicidad y connivencia de la institucionalidad, la vecindad con Colombia, etc. De manera que es demasiado simplista sugerir y destacar la amnistía aludida, como la causa del actual trance ecuatoriana. Por favor más rigor en el análisis.
Los cortesanos uribistas no desaprovechan la ocasión para desacreditar y atribuirle con escasa argumentación y por supuesto, ninguna razón, la responsabilidad a Rafael Correa, a pesar de que gobernó hace más de siete años, y fue considerado por tirios y troyanos como un ejemplo en América Latina. El Milagro Ecuatoriano lo bautizaron diversos medios y especialistas.
Los conflictos nuestros tienen al tráfico de drogas como el eje del conflicto moderno. Acá se esgrime lamentablemente la fumigación con glifosato como un antídoto poderoso para disminuir las cifras de producción de coca y por ende como un factor decisivo a la hora de explicar la disminución del narcotráfico en Colombia. La fumigación con glifosato ha demostrado que es un asunto problemático y genera más problemas de los que intenta resolver.
Los paramilitares están inmersos en las cadenas más rentables del negocio. El Clan del Golfo es tal vez la principal organización mafiosa del pais. Existen múltiples evidencias de la ineficacia, tolerancia y probable complicidad de la actual Fiscalía, con poderosas organizaciones criminales. Las guerrillas aportan lo suyo al fenómeno.
La impunidad en Colombia es un asunto de vieja data. A lo que hay que sumarle la infiltración y aún más, alianzas y connivencias de importantes instituciones estatales con el crimen organizado. El Estado se encuentra abrumadoramente cooptado por estructuras mafiosas. Recordemos el caso del embajador Sanclemente.
A raíz del triunfo del orate Milei en Argentina, y del imberbe Noboa en Ecuador, la circunstancia que hayan derrotado a dos candidatos que podrían catalogarse como alternativos y representativos, uno del Peronismo argentino y otro del Correismo ecuatoriano; conjuntamente con los recientes resultados electorales locales tiene a la extrema derecha colombiana de plácemes. Aunque la rápida evolución de ambos gobiernos no invita al júbilo.
Ecuador escogió como Presidente a un joven bisoño, inexperto, impreparado para un pais que avizoraba su delicada coyuntura. Uno de sus mayores méritos es ser hijo de uno de los hombres más ricos del Ecuador. Aquí se escogió a otro bisoño cuya mayor virtud, además de tocar guitarra, era ser “el que dijo Uribe”. Sin embargo, amén de inepto, resultó un despiadado depredador del erario público. Aprovechó “eficientemente” su “cuarto de hora”. Y a contrario sensu, hizo hasta lo imposible por sabotear el Acuerdo de Paz.
Al otro recién elegido presidente regional (Milei), y cuyo triunfo celebró alborozadamente la oposición colombiana, con bastante probabilidad, como consecuencia de las arbitrariedades y sandeces que ha decretado desde su asunción: la inflación ha empeorado, congeló los salarios, ha puesto en subasta a las empresas estatales, se ha comportado como un auténtico dictador, pasándose por la faja al congreso, anunció que reprimirá las inminentes protestas, y paradójicamente se autoproclama como Libertario; le espera sino el manicomio, el exilio, o porque no la cárcel. Es un loco desaforado. Los argentinos se están cerciorando que dieron un “salto al vacío” con predicciones mayoritarias hacia el desastre.
Hemos referenciado a la crisis ecuatoriana por varias razones: por ser un pais vecino y hermano, en alguna medida esa vecindad repercute acá, y porque no se trata simplemente de cotejar la crisis del Ecuador y la eventualidad de que se replique en Colombia, aunque en honor a la verdad más bien ha sido al revés: la problemática del narcotráfico se ha trasferido de aquí para allá. Obviamente con las variantes y particularidades de cada pais. El tema va mucho más allá, lo que se infiere y discute encubiertamente, en el trasfondo, es justamente el modelo ideológico confrontado hoy día en América Latina. Fascismo versus progresismo.
Los dos desarrollos gubernamentales (Ecuador y Argentina), constituyen pésima noticia para los extremistas criollos. Borrosos espejos para sus aspiraciones de recuperar el poder local. El péndulo no les ayuda.
José Luis Arredondo Mejía