EL AGRO EN CRISIS: ¿QUIÉN CUIDA EL CAMPO COLOMBIANO?

En las últimas décadas, el campesinado y la agricultura en Colombia han experimentado un notable abandono por parte de las políticas gubernamentales. Mientras la economía se ha enfocado hacia la industrialización, lo cual ha impulsado el desarrollo, el campo colombiano enfrenta un olvido sistemático. Este artículo aborda el olvido del campo y sus consecuencias en la calidad de vida de los agricultores, así como el impacto en la estructura económica del país.

La Revolución Industrial provocó una transición masiva hacia las ciudades, dejando atrás al campo y desencadenando la concentración de recursos en los centros urbanos. Esta migración ha forzado a los gobiernos a priorizar las actividades económicas urbanas, generando un desequilibrio que ha marginado al campesinado y debilitado la vitalidad rural. Esto se refleja en un decrecimiento de casi el 10% de la población rural en Colombia entre el año 2000 y el 2023, y en un crecimiento de la población urbana de casi el 50% entre los mismos años (Datos Banco Mundial, 2024). Con el alto crecimiento de la población en las ciudades, el gobierno se ha visto obligado a enfocar el desarrollo en estas.

Lo anterior se evidencia en un desinterés gubernamental por el campesinado. Esto ha creado un escenario donde la deuda con el campesinado persiste. La falta de atención a la seguridad en las zonas rurales ha llevado a un abandono generalizado, donde el 58% de las víctimas del conflicto político colombiano han sido del campesinado y el 64% de las víctimas de desplazamiento forzoso han sido campesinos (Bautista, Malagón, Uprimny, Pic 2022). Esto ha impactado negativamente la calidad de vida de quienes trabajan la tierra. Este olvido también se refleja en falta de acceso a servicios básicos, infraestructuras, y en la ausencia de programas de apoyo que podrían catalizar el desarrollo agrario. Adicionalmente, el campo pierde productividad debido al conflicto armado, el narcotráfico, la desigualdad y el difícil acceso a tierras.

En consecuencia, solo el 9.6% de los productores agropecuarios recibieron apoyo técnico para mejorar el desarrollo y trabajo de la tierra, por lo cual la participación del sector agropecuario en Colombia cayó del 23% del PIB en 1970 al 6.8% en 2020. Asimismo, el descuido del campo y sector agrícola de Colombia ha llevado a que hasta el 30% de los alimentos que se consumen en el país sean importados (Fajardo, D.). Las exportaciones de productos agropecuarios en Colombia continúan cayendo incluso en los últimos años, siendo estas en 2023 un 14.3% menores que en el 2022.

Con estos indicadores y los problemas planteados en el campesinado, se quiere plantear la siguiente reflexión: un país que no reconoce, no habla y no da importancia a los problemas de los campesinos es un país que está destruyendo su capacidad de alimentarse. Los problemas que enfrentan hoy los campesinos de Colombia afectan su calidad de vida y, viéndolo bajo una perspectiva macroeconómica, afectan el desempeño económico tanto nacional como internacional del país. “Si el campo es vulnerable, todos somos vulnerables”, afirman organizaciones campesinas en el 2020.

El desolador panorama descrito revela un ciclo destructivo que amenaza la sostenibilidad y prosperidad del país. La indiferencia sistemática hacia el campesinado y la agricultura no solo ha debilitado la calidad de vida en las zonas rurales, sino que ha afectado negativamente la estructura económica del país. Las estadísticas de desplazamiento forzado, la caída en la participación del sector agrícola en el PIB y la creciente dependencia en alimentos importados evidencian las consecuencias del olvido del campesinado colombiano. Más que una crisis en el campo, es una crisis que afecta la seguridad alimentaria y la economía de Colombia.

Es necesario reflexionar que un país que menosprecia a sus campesinos está acabando con sus propios cimientos. Los problemas que aquejan a quienes trabajan la tierra resuenan más allá de las fronteras rurales; son problemas que nos afectan a todos. Reconocer la importancia del campo no es solo un llamado a la equidad, es una necesidad imperativa para la supervivencia y el florecimiento de la nación. La restauración del campo no es solo la responsabilidad del campesinado, sino un compromiso colectivo que determinará la verdadera prosperidad de Colombia.

Junior Santiago Fragoso Araujo

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