He denominado el Eje del Mal a un pentágono o polígono de cinco lados y cinco vértices de países que serán protagonistas nefastos en la etapa «Trump bis», liderados con escasa fortuna y acierto, por los siguientes mandatarios: Gustavo Petro (Colombia), Nicolás Maduro (Venezuela), Díaz – Canel (Cuba), Daniel Ortega (Nicaragua) y Leslie Voltaire (Consejo de Transición de Haití).
Cuando escuchamos hablar del Eje, en clave de alianzas bélicas, recordamos aquel triunvirato fatídico de la segunda guerra mundial encabezada por la Alemania Nazi de Hitler, la Italia de Mussolini y el Japón del Emperador Hirohito, tan dolorosamente asociado al ataque a Pearl Harbor. También sabemos cómo terminó aquello: miseria, genocidio, suicidios, linchamientos, ahorcamientos, prisión perpetua, bomba atómica y el tribunal internacional en Núremberg, juzgando a delincuentes de guerra, el antecedente de los actuales criminales de lesa humanidad del que habla el Estatuto de Roma.
Por supuesto, las actuales circunstancias geopolíticas distan mucho de aquellos tiempos aciagos, pero he dicho que este nuevo Eje será nefasto para las normales relaciones con los Estados Unidos y con el Presidente Donald Trump, en especial, porque derivan en verdaderas amenazas para la estabilidad socio económica del país del norte: migración desbordada, bandas criminales en operación permanente como aliados y brazos armados del narcotráfico suramericano; política arancelaria y proteccionismo; posicionamiento y respeto a las fuerzas armadas estadounidenses, seguridad y soberanía nacional.
El presidente Trump, además, tiene a su lado una bancada republicana mayoritaria y cohesionada con todo su programa de gobierno en el Congreso, liderada por un americano – cubano casado con colombiana, el Secretario de Estado, Marco Rubio, quien tiene ideas muy claras sobre la problemática que históricamente se ha gestado desde el Eje.
Digamos que los otros gobiernos de izquierda en Latinoamérica, México, Brasil y Chile, puntualmente, no representan de momento, una incomodidad mayor para el gobierno estadounidense.
En su discurso de posesión, entre otras muchas cosas, el presidente Trump se centró en lo relevante de su programa de campaña: persecución y deportación de migrantes ilegales, considerando este fenómeno como la exportación de la criminalidad y por ello, ha de recuperarse la tranquilidad. El honor del ejército, es también un valor que hay que recuperar, decía Trump, pero fue muy cauto para referirse a intervenciones militares u otras operaciones, como podrían vislumbrarse para oriente medio o hipotéticamente, Venezuela, posibilidad que sí contempló en 2020. Muy mediador en el conflicto Rusia – Ucrania, pero sin pelos en la lengua para calificar de grupos terroristas a narcotraficantes y gobiernos que faciliten este crimen transnacional.
En ese orden de ideas, la inteligencia norteamericana concibe la alianza Petro -Maduro, como un corredor colaborativo del narcotráfico, con aliados o enlaces en Cuba y Nicaragua y una “cabeza de playa” en Haití, que garantizan la seguridad del tráfico y la diáspora de rutas y mercados. En ello, el gobierno Trump no dudará poner mano dura tantas veces sea necesaria, para romper ese “encadenamiento productivo” difícil de monitorear y controlar, sin intervención militar directa.
Paralelo a este nuevo orden en las relaciones con los Estados Unidos, el estallido guerrillero – narcotraficante en la región del Catatumbo, donde suman más de 50 homicidios, más de 55 mil desplazados, siembra de bombas y caos absoluto, producto de las erradas y absurdas “conversaciones de paz”, hizo metástasis. Antes que enfrentar el conflicto y ordenar mínimamente el caos anunciado, el presidente Petro y su ministro de defensa viajan a Haití, para terminar de enlodar a los militares colombianos torturados en las cárceles de esa isla inviable y peligrosa para la región, desde que tenemos memoria.
Discursos oscuros, trasnochados, de gestas libertarias inexistentes con salva de aplausos en un auditorio que no entendía una sílaba de castellano. Escenario surrealista y deplorable, mientras se cocinaba y expedía un decreto de conmoción interior sin motivación ni justificación, que será, sin dudas, abiertamente inconstitucional.
Pero el desastre total, la tormenta perfecta de la estupidez, se configuró a las tres de la mañana del pasado domingo 26 de enero, en lo que serían las peores doce horas en la historia de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, poniendo en riesgo la economía nacional, empleos, ingresos fiscales, empresas, turismo, cooperación, inversiones, exportaciones y la movilidad de connacionales hacia Norteamérica. Todo un tratado de torpeza, imprudencia, grosería y bravuconada que tendrá consecuencias irreversibles a futuro; ubicando al gobierno colombiano, por insania mental del presidente Petro, en el conejillo de ejemplo sobre lo que puede pasar en la región latinoamericana a nivel arancelario y de trato humano, si chocan con los postulados gruesos del programa de gobierno de Trump.
En concreto, ¿Cómo podría influir esta situación de antagonismo Petro – Trump, en la economía colombiana a corto y mediano plazo?
Tomando a Colombia como mal ejemplo de lo que NO SE DEBE HACER en las relaciones con los Estados Unidos hoy, en materia de comercio exterior es claro que el ARANCEL será utilizado como un arma de alineación política; los flujos comerciales girarán por afinidades entre Estados, en contrapeso a la creciente influencia estatal China en Latinoamérica, principalmente en Panamá, Perú, Brasil, Venezuela y Colombia, en ese orden. Hay que esperar a mediano plazo cómo toma el gobierno TRUMP la nota interpretativa introducida en el TLC entre Estados Unidos y Colombia, adelantada con el gobierno BIDEN a principios del 2025 y cuánto podría afectar a inversionistas norteamericanos en los próximos arbitrajes internacionales.
En este sentido, atendiendo asuntos fiscales y de tributación internacional, el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos tiene la misión de encontrar si en Colombia, a raíz de las últimas dos reformas tributarias o eventualmente por el decreto de conmoción interior, las empresas norteamericanas pertenecientes principalmente al sector de hidrocarburos, tienen una carga tributaria excesiva como para ser considerada usura tributaria, lo que daría pie a demandas contra el Estado colombiano.
A corto plazo, podríamos estar al limite de la descertificación y, para que no queden dudas de la ligereza irresponsable en cazar peleas absurdas y que no es nada fácil ni automatico “cambiar de mercados”, recordemos que el 36% de las exportaciones de Colombia van a los Estados Unidos, valoradas en 300 mil millones de dólares año, contrastando con las exportaciones a China que suman al año solo 18 mil millones de dólares.
Esta nueva era del gobierno Trump no será igual de errática, altisonante, mediática o dubitativa como lo fue su primera presidencia. En esta ocasión, el pentágono del mal estará en la mira y no se ahorrará esfuerzo el mandatario estadounidense, para cerrar el cerco desde varias aristas o escenarios; intentando cumplir, a rajatabla, con sus electores y de paso posicionar, por la inteligencia, el derecho, la economía o por la fuerza, a los Estados Unidos de los estadounidenses en la cima del mundo.
Luis Eduardo Brochet Pineda
El “Pentágono del Mal”: Un Relato Sesgado y Sin Sostenibilidad Geopolítica
Por Francisco Cervantes Mendoza
El artículo de Luis Eduardo Brochet Pineda ofrece una visión alarmista y profundamente sesgada de la geopolítica latinoamericana, construyendo una narrativa sin base empírica que ignora el contexto global. Presenta una supuesta coalición de líderes izquierdistas como una amenaza existencial para Estados Unidos y el gobierno de Donald Trump, distorsionando la realidad de la política internacional. En este análisis, desglosaremos los errores y contradicciones más evidentes en términos de política internacional, economía global y geopolítica estratégica.
1. Comparaciones Anacrónicas y Falaces con la Segunda Guerra Mundial
Brochet Pineda equipara a Colombia, Venezuela, Cuba, Nicaragua y Haití con la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón imperial, una analogía completamente inaplicable por varias razones:
• No existe una alianza militar expansionista entre estos países: A diferencia del Eje en la Segunda Guerra Mundial, ninguna de estas naciones ha demostrado intenciones de expansión territorial o conflicto bélico con EE.UU.
• El contexto geopolítico actual es completamente distinto: Mientras el Eje buscaba la conquista de Europa y Asia, los gobiernos latinoamericanos mencionados se enfocan en agendas domésticas y no poseen ni la capacidad ni la intención de desafiar el poder estadounidense en términos militares o económicos.
• Reducir gobiernos a “regímenes autoritarios” ignora matices esenciales: Aunque algunos de estos países tienen sistemas políticos más restrictivos, meterlos en un mismo saco desvirtúa sus realidades. Por ejemplo, Colombia es una democracia multipartidista, mientras que Cuba es un sistema socialista de partido único.
Este tipo de simplificación extrema solo sirve para generar narrativas sensacionalistas sin análisis riguroso.
2. Visión Distorsionada de la Relación Estados Unidos – América Latina
El artículo sugiere que EE.UU. está en una cruzada contra ciertos gobiernos latinoamericanos, pero la realidad es más matizada:
• EE.UU. mantiene relaciones pragmáticas con gobiernos de izquierda y derecha:
• Joe Biden reactivó relaciones diplomáticas con Cuba y Venezuela bajo un enfoque de negociación.
• México, gobernado por el izquierdista AMLO, es un socio comercial clave de EE.UU. en el T-MEC.
• Brasil, bajo Lula da Silva (izquierda), sigue manteniendo lazos comerciales fuertes con Washington.
• La influencia de Trump en la región no es absoluta: Aunque Trump ha mantenido un discurso agresivo hacia ciertos países, en su primer mandato no implementó sanciones generalizadas ni bloqueos comerciales significativos contra Latinoamérica.
• La política exterior de EE.UU. se enfoca en China y Rusia, no en Latinoamérica: La Casa Blanca está más preocupada por la rivalidad con China en tecnología y comercio, así como por la guerra en Ucrania. América Latina es una prioridad secundaria en la agenda global de Washington.
Es erróneo asumir que toda política exterior de EE.UU. girará exclusivamente en torno a sancionar a Petro o Maduro, cuando las grandes potencias están ocupadas en otros frentes estratégicos.
3. Falacias sobre el Narcotráfico y la Seguridad Regional
El autor menciona un supuesto “corredor colaborativo del narcotráfico” entre Petro, Maduro, Cuba y Nicaragua, pero esta teoría presenta varios problemas:
• El narcotráfico no es exclusivo de gobiernos de izquierda:
• México, con un gobierno de izquierda, es el mayor productor de drogas ilícitas hacia EE.UU.
• Colombia, bajo gobiernos de derecha, tampoco erradicó el narcotráfico en décadas.
• El narcotráfico es impulsado por la demanda de drogas en EE.UU.: Según datos de la DEA, el consumo de fentanilo y cocaína en EE.UU. sigue en aumento, lo que demuestra que el problema no es solo de producción sino de demanda interna en el mercado estadounidense.
• El narcotráfico no depende de “alianzas estatales” sino de economías ilícitas transnacionales: Los carteles operan de manera autónoma y no requieren de gobiernos aliados para funcionar. La prueba está en que el tráfico de drogas continúa independientemente de los cambios de administración en Colombia o Venezuela.
Afirmar que hay una “cabeza de playa” en Haití para el narcotráfico no tiene sustento alguno, ya que Haití no tiene las condiciones logísticas ni geográficas para ser un nodo relevante en el tráfico global de estupefacientes.
4. Comercio Internacional y la Falacia del Aislamiento de Colombia
Brochet Pineda sugiere que Colombia se encamina a un colapso económico debido a la política arancelaria de EE.UU. Sin embargo, esta afirmación ignora varias realidades del comercio global:
• El comercio internacional no funciona por “castigos políticos” sino por lógica económica:
• EE.UU. necesita el carbón, petróleo y productos agrícolas de Colombia.
• Empresas estadounidenses invierten en Colombia y cualquier medida extrema afectaría también a inversores de EE.UU.
• China ha aumentado su participación en América Latina:
• China es el segundo mayor socio comercial de Colombia y el primero de Brasil y Perú.
• Si EE.UU. implementara restricciones comerciales a Colombia, esto solo fortalecería la influencia de China en la región.
• No existe evidencia de que EE.UU. aplicará sanciones comerciales drásticas a Colombia:
• Los TLC no pueden modificarse unilateralmente sin pasar por mecanismos de resolución de disputas.
• El proteccionismo de Trump afectará a China y la UE más que a Latinoamérica.
Las afirmaciones de que EE.UU. usará el comercio como un “arma de alineación política” no se sostienen en la dinámica real del comercio internacional.
5. Exageraciones sobre la Política de Seguridad y Defensa
El artículo sugiere que Trump liderará una ofensiva contra Latinoamérica bajo la excusa de seguridad nacional, lo cual es poco probable:
• EE.UU. ha reducido sus intervenciones militares en la región:
• En los últimos 20 años, la política de EE.UU. se ha enfocado en Medio Oriente y Asia, no en Latinoamérica.
• La doctrina Monroe sigue vigente en la retórica, pero no en la práctica.
• Intervenciones militares en Venezuela o Colombia son poco viables:
• EE.UU. evitará conflictos que puedan generar crisis migratorias aún mayores.
• La comunidad internacional, incluyendo la ONU y la OEA, no apoyaría una intervención unilateral de EE.UU.
Trump puede endurecer su discurso, pero la realidad es que una intervención militar en la región es altamente improbable por costos estratégicos y políticos.
Conclusión: Un Análisis Sensacionalista y Sin Fundamento Geopolítico
El artículo de Brochet Pineda ignora el contexto global y exagera la influencia de ciertos gobiernos latinoamericanos en la política exterior de EE.UU. Su visión se basa en especulaciones ideológicas sin sustento real en la economía, la diplomacia o la seguridad internacional.
La geopolítica actual está determinada por dinámicas mucho más complejas que un simplista “Eje del Mal” latinoamericano. La política de EE.UU. hacia la región sigue siendo pragmática y depende de múltiples factores, no de una agenda de confrontación absoluta.
En lugar de recurrir a análisis alarmistas y sin sustento, es necesario un enfoque más serio, basado en datos, tendencias globales y relaciones internacionales reales.