EL IMPACTO DE LA CORRUPCIÓN EN LOS DERECHOS HUMANOS EN LA GUAJIRA

Hace algunos meses, tuve la oportunidad de visitar una comunidad Wayúu en La Guajira. Allí conocí a Ana, una abuela que, con dolor en su voz, me contó sobre las luchas diarias que enfrenta para conseguir agua potable y alimento para sus nietos. Su relato es solo uno entre miles en una región donde la corrupción no solo ha robado recursos, sino también la esperanza y dignidad de sus habitantes.

La corrupción, lejos de ser un problema meramente financiero, es una grave violación a los derechos humanos. Tanto la ONU como la CIDH han señalado cómo afecta directamente a las poblaciones más vulnerables y discriminadas. La Guajira es un claro ejemplo de esta trágica realidad.

Entre 2016 y 2020, el Monitor Ciudadano de la Corrupción documentó 37 casos de corrupción en La Guajira, un 30% de los cuales impactó directamente a niños y adolescentes. En los últimos diez años, 12 gobernadores han sido destituidos por malversación de fondos, muchos de ellos relacionados con recursos destinados a la alimentación infantil. La Procuraduría General ha alertado sobre 64 expedientes de corrupción que llevan más de una década sin resolverse, involucrando más de 85.000 millones de pesos. Y entre 2013 y 2015, la Contraloría detectó pérdidas de casi 17.000 millones de pesos en programas destinados a la nutrición infantil.

La gravedad de la situación en La Guajira llevó a la Corte Constitucional, en 2017, a declarar un estado de cosas inconstitucional debido al hambre que sufre la niñez wayúu. La Sentencia T-302 no solo ordenó medidas para garantizar el acceso al agua, la alimentación y la salud, sino que también subrayó la necesidad de transparencia en la selección de contratistas. En diciembre de 2021, como parte del seguimiento a esta sentencia, la Corte solicitó información sobre la corrupción en la región, a la que organizaciones como de Justicia y Transparencia por Colombia respondieron con informes detallados y recomendaciones.

El reciente escándalo en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) subraya aún más el impacto letal de la corrupción. Los fondos destinados a emergencias y desastres fueron desviados hacia bolsillos privados, poniendo en peligro la vida de miles de colombianos. Esto no solo es inaceptable, sino un crimen que amenaza directamente la vida y el bienestar de las comunidades más vulnerables.

Para combatir este flagelo, es crucial implementar medidas que garanticen la transparencia y el fortalecimiento institucional. La Corte Constitucional debería encargar a la Procuraduría General una evaluación sobre las garantías de acceso a la información pública en La Guajira, particularmente en municipios como Riohacha, Manaure, Maicao y Uribia. Sobre la base de esta evaluación, las entidades públicas deben diseñar un plan de fortalecimiento en materia de acceso a la información y crear un registro centralizado y público de los beneficiarios finales de las empresas que contratan con el Estado.

Para fortalecer nuestras instituciones, es fundamental implementar los parámetros de ética e integridad pública ya existentes, como las directrices del Sistema Nacional de Integridad y el Código de Integridad del Servicio Público. Además, el Gobierno Nacional debe revisar la estructura administrativa, los mecanismos anticorrupción y los canales de denuncia en las entidades departamentales.

En cuanto a la sanción de la corrupción, la Fiscalía y la Procuraduría deben coordinar esfuerzos para priorizar los casos en La Guajira, mientras que la Contraloría General debe acompañar a la Contraloría Departamental para fortalecer sus capacidades de control fiscal.

La corrupción no es una cultura, es un crimen. Cada peso robado es un plato de comida que falta en la mesa de un niño, un medicamento que no llega a un enfermo, o agua potable que no alcanza a nuestras comunidades. Debemos dejar de tolerar la corrupción como algo inevitable. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos exigir transparencia y responsabilidad a nuestros líderes. La corrupción nos roba no solo recursos, sino también nuestro futuro.

Es hora de decir basta. Es hora de exigir transparencia, integridad y justicia. Trabajemos juntos para garantizar que todos los guajiros tengan acceso a sus derechos fundamentales: agua, alimentación, salud y seguridad. Juntos, podemos erradicar la corrupción y construir un futuro más justo y equitativo para nuestras comunidades.

 

Juana Cordero Moscote 

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6 comentarios de “EL IMPACTO DE LA CORRUPCIÓN EN LOS DERECHOS HUMANOS EN LA GUAJIRA

  1. Noralma Peralta Mendoza dice:

    Yo me uno a Juana y digo basta. Exijo transparencia, integridad y justicia. Me uno a que trabajemos juntos para erradicar la corrupción y construir un futuro más justo y equitativo para nuestros hermanos guajiros, sobre todo Niños y adolescentes! Gracias Juana por levantar la voz, por los que no tienen la oportunidad de hacerlo. Vamos, que si podemos!!

  2. Elis moscote dice:

    Bendiciones juana es la realidad la vivi cuando trabaje en la alta guajira y vi la falta de compromiso a los lideres wayuu para garantizar la vida , esto se logra trabajando articulado con los diferentes entidades del estado , pero con sentido de pertenencia de las comunidades y sus dirigentes.

    • Manuel Ramírez Delgado dice:

      De acuerdo la corrupción no es una cultura , en realidad es una conducta de los criminales que a través de trampas apoyadas por funcionarios del Estado para despojar a las comunidades y ciudadanos de derechos fundamentales,

  3. Maria Curiel Gomez dice:

    La corrupción e injusticia social son directamente proporcionales.

    Los jóvenes sin oportunidades que son presa de grupos al margen de la ley, es resultado de la debilidad del estado para educar y planes de emprendimiento para la productividad . Es todo un sistema para que nuestra sociedad sea competitiva y autosostenible.

    No enseñar y no favorecer escenarios de trabajo, es esclavizar a la gente en la pobreza, dependiendo de «auxilios, canastas alimenticias» del gobierno, lo que es otra olla de corrupción

  4. Juan José Fonseca Muñoz dice:

    El robo al erario público se convirtió en negocio, familia enteras de dirigentes desde hace muchos años usurpan presupuestos para su beneficio, jamás han trabajado, no poseen empresas ni negocios ,nunca han tenido ni un empleado a su cargo y se ufanan ostentosamente de vehículos y mansiones mil millonarias, miles de denuncias, procesos e investigaciones duermen el sueño de los justos en los entes de control, en las IAS. Los ladrones de dineros públicos deben DEVOLVER LO ROBADO, y luego pagar cárcel como el peor asesino, son criminales que no pueden vivir en sociedad pues sin enemigos de ella. ¡JUSTICIA!

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