EL OTRORA DE UNA PRÓSPERA NACIÓN.

(…) Todos aquellos dirigentes eran para estos otros políticos, los más avezados caudillos del país entero. Y a ellos se debían, en exclusivo, los brotes promisorios de una bonanza sin parangón en el país, después de que Rafael Núñez hubiese impuesto la paz, con sus armas victoriosas, en la última guerra contra los radicales. Y encontré en aquellos nombres pletóricos de connotaciones legendarias el basamento de mi propia historia. Y la de mis ancestros. Y la de los primigenios símbolos de mi patria, ahora martirizada por la lucha de facciones guerrilleras en su afanosa búsqueda por obtener el dominio de zonas importantes del territorio para desestabilizar en forma grave la organización social.

Con el estudio pormenorizado de sus biografías en la biblioteca, comprendería cada vez mejor el valioso aporte al mundo de aquellas figuras de las cuales se hablaba hasta el cansancio en las largas veladas con los amigos en las ocasiones en que se reunían a departir en medio de unas cuantas copas para alegrar el alma. Y gracias a aquellas conversaciones, matizadas con apuntes graciosos, se hacía más fácil digerir las razones por las cuales estos o aquellos hombres levantaban esta bandera o agitaban aquellas ideas. Tanto lo uno como lo otro parecía corresponder a un orden lógico del cosmos establecido para siempre desde el día primero de la remota creación del mundo. En algún otro momento de mi vida, después de correr sin descanso gran parte del camino, la luz del universo pareció inspirar con sus destellos mi espíritu sorprendido por el misterio de encontrar siempre, en ese plano, las respuestas a mis múltiples interrogantes.

Y en el afán de cada día pude comprender mejor los enigmas de mi existencia cuando le escuché a Álvaro Gómez, muchos años más tarde, una disertación brillante sobre el significado profundo de lo que en su lenguaje peculiar llamaba el talante de quienes abrazaban el conservadurismo como un sello personal e intransferible de su discurrir por el sendero pedregoso de la vida.

IDY BERMUDEZ DAZA

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