“¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.”
Simón Bolívar[i].
Incluso un tipo tan enaltecido, tan lleno de honores y de méritos, acaso tan soberbio y orgulloso de sí mismo, arrogante si se quiere y a ratos pasado de autoridad, tuvo suficiente nobleza para entender cuándo era llegado el momento en que debía bajar la cabeza y reconocer su impotencia ante la adversidad política que ya le había superado y le forzaba a retirarse. No es fácil para ninguno de nosotros calcular siquiera la inmensa pena y dolor con que ese luchador de mil batallas llegó al final de sus días con la consciencia de que su sueño de unión, bajo la égida de un Patria Única, se había quedado en el camino y que las divisiones, los celos, los egoísmos y la traición, se habían apoderado del Estado que imaginó, todo por causa de insondables soberbias y egoísmos de personas en quienes confió y por quienes luchó hasta la sangre con el primero y principal propósito de entregarles un territorio Libre y Soberano para pudieran hacerse cargo de él y de sus gentes. Imagino el dolor agravado por la frustración de pensar que el proyecto de Nación grancolombiana no era viable, simple y llanamente porque quienes tenían la responsabilidad de hacerlo realidad en la práctica estaban demostrando ser incapaces de superar sus intereses y vanidades personales, su arrogancia y su terquedad, rayana en lo más enfermizo, para conducir la Nación hacia el horizonte soñado de la Libertad, la soberanía y la riqueza. Lo más grande de todo lo que se proponía era la unión de los territorios liberados, y fue justo eso lo primero que se rompió porque a todos aquellos que tomaron las banderas del Libertador les faltó grandeza, talante de gobernantes y visión de Estado. Terminaron fácilmente rebasados por la codicia del poder y, en consecuencia, promotores y responsables de profundos desordenes que dieron fatales estocadas en la espalda de la naciente Nación.
Oh paradoja ésta que nos ha dejado el Libertador, porque son precisamente estos personajes que gobiernan hoy los territorios liberados de Venezuela y Colombia quienes enarbolan cada día las banderas de la Libertad y la Democracia, pero, muy al contrario, se aferran al poder y rehúyen el momento trascendental de decir: “Me voy, y lo hago con la cabeza en alto y las manos absolutamente limpias.”
Tal como lo expresara el también muy famoso General Benjamín Herrera, con ocasión de la firma de Tratado de Paz que dio por terminada la guerra de los Mil Días: “La Patria por encima de los Partidos” (1902), vendríamos a decir con cierto afán de prioridad que, en momentos como los presentes, cuando sufre el país complicados momentos de crisis política y social, procede que se alce todo colectivo humano que se sienta con el valor político y social de aportar en la solución de las crisis, dejando atrás cualquier interés de persona o partido para colocar por encima el interés de la Nación. Es este un momento de acercamientos más allá de doctrinas y pensamientos radicales para trabajar en las soluciones que requiere el país. No es el tiempo de saber quién grita más, o quién insulta más, o quién acusa más, o quién alega tener la razón, porque está demostrado que ese ambiente de confrontación divide el país y no conduce a nada. Sería mejor, en este caso, emplear todo nuestro tiempo y esfuerzo en hallar la forma de trabajar unidos por el bien de la Nación. Quiere decir que habrá que vencer egoísmos y pasiones que se han apoderado de los colectivos sociales y políticos , que sólo dividen y destruyen, para que el país se encuentre en un ambiente de solidaridad genuina a escuchar a los demás, a comprenderles a todos, a abrir los necesarios espacios de diálogo y construcción colectiva que habrán de restaurar la confianza entre unos y otros, para que podamos aceptarnos en medio de las diferencias sin necesidad de declararnos enemigos y sucumbir ante el desastre de la guerra. El Territorio que liberaron Bolívar y sus soldados en 1819 es para todos, sin exclusión, sin diferencias, por lo tanto, es responsabilidad de todos hacer de él un entorno libre y en paz para todos.
Hemos dicho aquí que una sociedad madura, en la medida en que toma control y responsabilidad de sus asuntos políticos, siendo muy particular el caso de las elecciones, que adquieren hoy un valor primario en tanto está en juego el destino del país. Es cierto, mientras en una Democracia estable y en paz las elecciones cursan como algo ordinario, en tanto son estables su sistema político y su modelo económico, en Colombia las elecciones están tomando un carácter crucial en razón de lo convulsionado de su sistema político, el estado crítico de la seguridad en el territorio, aparte de los sobresaltos que han comenzado a vivirse con respecto al modelo económico y los indicadores de desigualdad, inequidad y pobreza. Lo cual es un asunto importante porque, mientras en una Democracia estable – decimos- los gobiernos se dedican a sostener en las mejores condiciones posibles la economía y las condiciones de vida para las gentes, y funciona más o menos bien con un gobierno y con otro, en Colombia es más complicado en tanto hay necesidad de cuidar la economía con mayor insistencia, con tal de poder llevar el país por una buena ruta de desarrollo. Los gobiernos, en países que viven tales estados de alteración y cambio, tienen que ocuparse de ser más audaces y efectivos cada vez, lo cual puede conducir a que la mayor atención en la propuesta de Gobierno para ganar en las elecciones esté orientada precisamente a los asuntos de la economía del país y los efectos previsibles en la economía social, que es el terreno en el que todo gobierno debe dar sus mejores resultados. De allí el peligro tan previsible que ideas populistas de gobiernos de izquierda y derecha se coloquen por encima de propuestas más sensatas y mejor organizadas, simplemente porque hay mayorías electoraless que se encantan con las promesas fantásticas de candidatos decididos a ganar “como sea”.
La precaria situación política de las denominadas democracias inmaduras se caracteriza por la frecuente amenaza a la estabilidad del sistema democrático, la amenaza contra la institucionalidad y la separación de poderes, y la amenaza contra el modelo económico, lo cual configura estados permanentes de incertidumbre, tensión y caos. Sin atrevernos a afirmar que Colombia sea hoy una irredenta Democracia Inmadura, porque no lo es, sí podemos decir que presenta síntomas de atraso que le han quitado ritmo y velocidad hacia una condición de Democracia evolucionada, que sería ideal en todo caso, particularmente en razón de sus potencialidades y la calidad de sus gentes.
Y es así como se configura el verdadero desafío para los buenos candidatos y los buenos colectivos políticos con aspiraciones de Partido en el debate del 2026. Las elecciones se tornan cruciales para preservar la supervivencia del sistema democrático y la salud del modelo económico. Para que éstas no se conviertan en un campo de batalla de facciones opositoras que se contradicen y se señalan por todo y por nada, tendrán que dar un paso más evolucionado para buscar qué propuesta le quieren hacer al país, para que el elector inteligente decida. Ya no se trata de elegir un Partido, mucho menos un candidato –acaso cabecilla de algún movimiento -, sino de una propuesta para el país, un que deje ver cómo vamos a “sacarlo” de una vez por todas de la encrucijada en que se encuentra.
Pero se ha comenzado a hablar de coaliciones, bloques y frentes únicos, lo cual quiere decir que las fuerzas están tratando de recogerse. ¿Será cierto? Hay movimientos de Derecha en marcha, unidos por ahora en el propósito de escoger un solo nombre de entre la avalancha de candidatos – hombres y mujeres- para hacer frente al bloque de Izquierda; no se unen en torno a un proyecto político claro, sino para hacer frente electoral a un bloque de Izquierda que, aún sin consolidarse, les asusta. La izquierda no se queda atrás y propone una unión de tendencias que se someterán a consulta interna para poder salir a elecciones con un ganador. Otra vez, no hay allí ni el más remoto brote de proyecto político, solo el interés electoral de ganar para mantenerse en la posición de gobierno que lidera el Presidente Petro. Hasta allí tenemos dos grandes bandos enfrentados por el botín electoral sin otra arma que hablar mal del contrario, mientras que al país no le proponen nada. ¡Nada!!
Ni hablar de un sin número de otros candidatos que no van en ese viaje de los bloques pero que sí se empeñan en hacerse contar para competir en primera vuelta y ganar algo de capital político para hacerse atractivos en la negociación de segunda vuelta. ¿Y qué proponen? Divagan en la simpleza de las acciones inmediatas, que es un mal que les afecta a todos, sin que haya quien pueda convencer al país con algo contundente que permita visualizar el camino hacia la paz, el desarrollo y bienestar para todos. Todos hablan de resolver problemas, incluso con sospechosa locuacidad, pero ninguno de gobernar el país.
Y quedan así los movimientos que van por el Centro, lo cual agrega una opción alternativa que se cuela por el medio de los dos extremos que se declararon en “gazapera”. La tarea está en derrotar esa propuesta radical falsamente presentada como “Progresismo” que se lanzó abierta y decididamente contra la institucionalidad democrática y el modelo económico, así como en contra de la estructura productiva, acusada, por demás, de capitalista y esclavista. No oculta la izquierda su plan de reformar y hacer “la revolución por la vía de las urnas”, como tal vez dirían los pensadores de izquierda, supuestamente para reorientar la riqueza “hacia el pueblo”, que es el arcaico propósito misional de la izquierda radical. Lo problemático de todo esto es que se promueven actitudes de odio que representan una amenaza para el país.
Al mismo tiempo, se requiere convencer más que la derecha radical, hoy unida por el temor que haya un ganador de Izquierda que les resulta inaceptable, pero que también coquetea temas como la Seguridad Ciudadana y la fallida Paz Total, la recuperación de la productividad industrial y el empleo, la reactivación del agro, la minería, la solvencia energética, etc., asuntos todos que al país le interesan mucho pero que requieren de un tratamiento mucho más inteligente y sereno para convencer a los buenos electores. Es por esto que la propuesta de Centro avanza como un tren sin frenos, porque pone al país y los intereses de la Nación y de sus gentes como máxima prioridad, mientras se trabaja en la recuperación de las instituciones para tener un Estado eficiente y lograr un efectivo control de la corrupción, en tanto se ajusta el modelo económico para la generación de riqueza general y se moderniza la educación para que todo colombiano pueda prepararse para la vida y el trabajo digno. Es así de claro, por ello es que se requiere de una visión de gobierno que no se deje llevar a la trampa de los extremos radicales.
Así están las cosas. Madrugaremos a votar con el convencimiento que lo haremos bien por el bien de la Patria que aclamó Bolívar, que debe estar por encima de todo. Lo que importa es que la sociedad entienda cuál es su responsabilidad al decidir por qué propuesta vota, ya que en ello se juega la vida del país. La unión es necesaria, sin duda alguna, para que todos podamos estar comprometidos con este gran propósito nacional.
[i] Simón Bolívar. “Ultima Proclama del Libertador” – Santa Marta – Colombia, diciembre 10 de 1830. https://elhistoriador.com.ar/ultima-proclama-de-simon-bolivar/


Apreciado Arturo,efectivamente hoy se compite por lograr una diferencia de lo que está pasando y lo que puede pasar el próximo año.
Ojalá la vanidad y orgullo de algunos candidatos, que no tienen chance, dejen el camino a la unidad del país por un candidato que reconstruya nuestra maltratada patria ,que dejó Simón.
Excelente como.siempre felicitaciones