EL PLAN DE DIOS SIGUE EN MARCHA

2 Reyes 5:1-18 

El rey de Aram sentía una gran admiración por Naamán, el comandante del ejército, porque el Señor le había dado importantes victorias a Aram por medio de él; pero a pesar de ser un poderoso guerrero, Naamán padecía de lepra. Vr. 1

En este capítulo del libro de 2 de Reyes, se observa que Naamán era un hombre que básicamente tenía todo aquello con lo que sueñan la mayoría de personas: éxito, honra, poder y dinero, pero había un detalle importante, estaba enfermo y no era cualquier enfermedad, era incurable. La lepra en ese tiempo era consideraba una enfermedad contagiosa y, por lo tanto, un símbolo de impureza espiritual.

Sin embargo, Dios tenía un plan con este hombre, y para cumplirlo permitió varios sucesos.  El primero de ellos obviamente, la enfermedad de Naamán en sí. Este era un problema que ni nada ni nadie podía resolver, ni con todo el dinero, las conexiones e influencias, no encontró la cura. Posteriormente, se presenta la captura de una chica Israelita cuyo nombre no es mencionado, la cual es entregada como esclava a la esposa de Naamán.

En ese tiempo, los saqueadores arameos habían invadido la tierra de Israel, y entre sus cautivos se encontraba una muchacha a quien habían entregado a la esposa de Naamán como criada.  Cierto día, la muchacha le dijo a su señora: «Si mi amo tan solo fuera a ver al profeta de Samaria; él lo sanaría de su lepra». Vrs. 2-3

Pudiéramos pensar ¡que desgracia la de esta mujer!, pero a ella Dios la usaría para proveer una solución a la desgracia de Naamán.  Una mujer que, aunque no vivía una situación agradable, su compasión y empatía, le dieron el valor para proponer una idea de solución al problema de su señor, «Si mi amo tan solo fuera a ver al profeta de Samaria; él lo sanaría de su lepra». Al ser esta una enfermedad incurable, Naamán no tenía nada que perder si seguía el consejo de su esclava.

Esta historia es el vivo reflejo de muchas adversidades que enfrentamos en la vida, como Naamán y esta joven, pasamos por momentos difíciles, que parecieran no tener solución. Pero Dios siempre tiene un plan, que, aunque no conocemos en detalle, no quiere decir que no esté en marcha.

Entonces Naamán le contó al rey lo que había dicho la joven israelita. 5 «Ve a visitar al profeta—le dijo el rey de Aram—. Te daré una carta de presentación para que se la lleves al rey de Israel». Entonces Naamán emprendió viaje y llevaba de regalo trescientos cuarenta kilos de plata, sesenta y ocho kilos de oro, y diez mudas de ropa. La carta para el rey de Israel decía: «Mediante esta carta presento a mi siervo Naamán. Quiero que lo sanes de su lepra». Cuando el rey de Israel leyó la carta, horrorizado, rasgó sus vestiduras y dijo: «¿Acaso soy Dios para dar vida y quitarla? ¿Por qué este hombre me pide que sane a alguien con lepra? Creo que solo busca pelear conmigo». Sin embargo, cuando Eliseo, hombre de Dios, supo que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras en señal de aflicción, le envió este mensaje: «¿Por qué estás tan disgustado? Envíame a Naamán, así él sabrá que hay un verdadero profeta en Israel». Vrs 4-8

El propósito de Dios en esta historia era conquistar el corazón de Naamán. Para ello usó situaciones desafortunadas. Todo confluyó en el momento, hora y lugar oportuno. La aprehensión de la esclava, la disposición del Rey Aram de apoyar a Naamán en su travesía dándole carta de recomendación, la reacción del Rey de Israel al momento de recibir la petición de su homólogo de Siria, la respuesta del profeta Eliseo cuando se enteró de la preocupación del rey. Todo se alineó con lo que Dios quería hacer. Pero en ese momento Naamán no veía nada claro, solo creyó que había una posibilidad de ser curado y se movilizó en ese sentido.

Entonces Naamán fue con sus caballos y carros de guerra y esperó frente a la puerta de la casa de Eliseo; pero Eliseo le mandó a decir mediante un mensajero: «Ve y lávate siete veces en el río Jordán. Entonces tu piel quedará restaurada, y te sanarás de la lepra».  Naamán se enojó mucho y se fue muy ofendido. «¡Yo creí que el profeta iba a salir a recibirme! —dijo—. Esperaba que él moviera su mano sobre la lepra e invocara el nombre del Señor su Dios ¡y me sanara!  ¿Acaso los ríos de Damasco—el Abaná y el Farfar—no son mejores que cualquier río de Israel? ¿Por qué no puedo lavarme en uno de ellos y sanarme?». Así que Naamán dio media vuelta y salió enfurecido. Sus oficiales trataron de hacerle entrar en razón y le dijeron: «Señor, si el profeta le hubiera pedido que hiciera algo muy difícil, ¿usted no lo habría hecho? Así que en verdad debería obedecerlo cuando sencillamente le dice: “¡Ve, lávate y te curarás!”».  Entonces Naamán bajó al río Jordán y se sumergió siete veces, tal como el hombre de Dios le había indicado. ¡Y su piel quedó tan sana como la de un niño, y se curó!  Después Naamán y todo su grupo regresaron a buscar al hombre de Dios. Se pararon ante él, y Naamán le dijo —Ahora sé que no hay Dios en todo el mundo, excepto en Israel. Así que le ruego que acepte un regalo de su siervo. Vrs. 9-15

Dios tenía solución a su problema, aunque Naamán esperaba algo espectacular, Dios preparó algo sencillo, pero tan poderoso que tanto él como los que estaban observando su proceso fueron impactados por la gloria de Dios. Muchas veces quisiéramos que las respuestas de Dios se ajustaran a nuestras expectativas, creemos que podemos aconsejar a Dios respecto de cómo podría ayudarnos, pero Dios lo sabe todo y sus estrategias son totalmente distintas a las nuestras. ¿Acaso el Señor alguna vez ha necesitado el consejo de alguien? ¿Necesita que se le instruya sobre lo que es bueno? ¿Le enseñó alguien al Señor lo que es correcto, o le mostró la senda de la justicia? Isaías 40:14

Naamán creyó que por ser un hombre importante el trato del profeta seria preferencial, en su corazón orgulloso esperaba que Eliseo saliera a recibirlo con bombos y platillos y hacer magia para sanarlo. Ciertamente estaba decepcionado. Su corazón estaba obstinado, no aceptaba que el remedio a su enfermedad fuese bañarse en un río “sucio”.   Incluso hubiese preferido bañarse en los ríos de su país, que eran hermosos y cristalinos. Imagino a Naamán pensando que todo ese viaje había sido una pérdida de tiempo, por eso dio media vuelta para regresar a su casa enojado. Pero Dios usó a uno de sus sirvientes para persuadirlo. Y por fin decidió obedecer.

En ocasiones nosotros también tendremos que bañarnos en “ríos sucios”, porque esos Jordanes representan humillación, momentos que no quisiéramos vivir, que nos llevaran a ser quebrados, pero también a ser transformados. El rio Jordán, recordemos que fue el mismo donde Jesús fue bautizado. En hebreo, el nombre Jordán es Yarden (ירדן), proviene de la raíz y-r-d (ירד), que significa «descender». Entonces todo lo que necesitamos para recibir la sanidad, solución o respuesta a nuestras penurias es humillarnos y obedecer a Dios. Porque en nuestra altivez creemos que tenemos todo bajo control, pero cuando la vida se nos pone patas arriba, es que reconocemos que no sabemos nada y que no podemos solos.

Talvez hoy estemos atravesando situaciones infortunadas. Quizás pensemos que esa lepra no tiene solución, pero hoy Dios quiere que recordemos, que nada se escapa de su soberanía, que debemos confiar en que Él ya ha preparado la solución. Que ha puesto en marcha un plan y ha cuidado cada detalle para que todo coincida en el tiempo, hora, lugar y con las personas indicadas. Si bien, las estrategias de Dios muchas veces no serán de nuestro agrado, tendremos que bañarnos en esos jordanes para ver materializados sus planes y el resultado será mucho mejor de lo esperado.

Finaliza esta historia diciendo: Pero Eliseo respondió: —Tan cierto como que el Señor vive, a quien yo sirvo, no aceptaré ningún regalo. Aunque Naamán insistió en que aceptara el regalo, Eliseo se negó. Entonces Naamán le dijo: —Está bien, pero permítame, por favor, cargar dos de mis mulas con tierra de este lugar, y la llevaré a mi casa. A partir de ahora, nunca más presentaré ofrendas quemadas o sacrificios a ningún otro dios que no sea el Señor. Vrs 16-18

En definitiva, todo fue orquestado para que Naamán reconociera a Dios, vemos que al principio de esta historia se menciona que “el Señor le había dado importantes victorias a Aram por medio de Naamán” Dios conocía a este hombre y le respaldaba, pero Naamán no conocía al Dios que le dio tantas victorias.

Por momentos, nos pasa igual, a pesar de saber que Dios está presente en nuestras vidas, no alcanzamos a dimensionarlo y mucho menos nos disponemos a ser completamente fieles a él. En nuestros corazones hay otros dioses, cosas de las cuales dependemos, a las que nos acostumbramos y que le quitan a Dios el primer lugar. Pero es precisamente Dios quien viene a nuestro rescate, cuando nada sale como pensamos, cuando nos sobrevienen los “de repentes”, cuando parece que todo es un caos y se nos complica la existencia. Hoy te invito a soltar el control de todo y a decidir reconocerlo, confiar y depender totalmente de nuestro creador, porque su plan sigue en marcha.

Para reflexionar: En la vida nada es casualidad. Todo está meticulosamente planeado por Dios para que su propósito se cumpla en nosotros.

 

Vicky Pinedo 

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