Cuando sufrimos, nuestros amigos y familiares nos dicen que con el tiempo nuestro corazón dejará de doler y posiblemente así sea, pero eso no significa que las heridas sanen realmente.
Todos conocemos la historia de José, un joven vendido como esclavo por sus propios hermanos, quien luego de pasar por muchas situaciones adversas, se convirtió en un hombre de autoridad, de plena confianza del Faraón. Siendo Gobernador de Egipto, José adquirió poder, por lo que es muy fácil pensar que estaba en su mejor momento, que Dios lo había recompensado por tantos años de sufrimiento sin que perdiera la fe. Sin duda, llegó a ser un hombre bendecido.
Pero un día, en su posición de mando, vuelve a ver a sus hermanos y con su presencia regresan los recuerdos de aquellos momentos amargos que vivió luego de experimentar el dolor de haber sido vendido por ellos.
Aunque habían pasado años y aparentemente el tiempo había curado todo, lo cierto es que no fue así. El tiempo puede anestesiar las heridas, pero si ellas no sanan de raíz, en cualquier momento pueden volver del pasado y lastimarnos.
José, al igual que cualquier ser humano, motivado por las heridas del pasado, actúo como si no conociera a sus hermanos, los trató con rudeza y los envió a la cárcel, acusándolos de espías, así se lee en Génesis 42:17. Con esto nos damos cuenta que esas heridas no pertenecían al pasado, hicieron eco en su presente, porque no es cierto que el tiempo lo cure todo.
Estas acciones de venganza, son el reflejo de un corazón lastimado, el mal trato hacia sus hermanos denota su propósito de no mostrarse débil, el tomar justicia por su propia mano, haciendo acusaciones falsas, no es más que tratar de devolver la injusticia recibida cuando apenas era un adolescente.
Con esta historia, nos damos cuenta que podemos llegar a ser muy bendecidos, podemos vivir de gloria en gloria, de victoria en victoria, pero una herida que dejamos en manos del tiempo, tarde o temprano pasará factura y hará volver las amarguras vividas en el pasado.
Para que José pudiera sanar verdaderamente sus heridas, hizo falta algo más que el tiempo, él perdonó a sus hermanos. En Génesis 50:19-21, leemos que José les dijo que no tuvieran miedo de él, que ellos se propusieron hacerle un mal, pero que Dios lo usó para bien, les dijo que seguiría cuidando de ellos, les habló con ternura, bondad y los reconfortó.
Si queremos ser realmente sanos debemos perdonar, de lo contrario, nuestro corazón herido dañará a otros, incluso a personas inocentes, buscará retribución, lo que traerá más amargura a nuestra alma.
Perdonar es un estilo de vida que nos acerca al Padre, quien realmente puede curarlo todo, trae libertad al alma cautiva por el dolor, nos sana, nos restaura y finalmente nos conduce al propósito para el que fuimos creados.
Jennifer Caicedo