La Guajira enfrenta una crisis que amenaza con debilitar su frágil economía y tejido social. Las promesas incumplidas y la corrupción rampante han impedido el desarrollo sostenible del departamento, y ahora, para colmo, se ha puesto de moda la protesta social abusando de los bloqueos de vías como método de presión. Esta situación ha generado inconformidad en todos los sectores sociales del departamento, al ver que sus vidas y la economía local se están afectando gravemente. Los datos son contundentes: hasta el 13 de junio de 2024 se han llevado a cabo 93 bloqueos, un aumento del 102% en comparación con 2023.
Los bloqueos de vías, en principio, son una manifestación legítima de la ciudadanía para exigir soluciones a los problemas. Sin embargo, algunos supuestos líderes han pervertido este procedimiento, utilizándolo para obtener beneficios personales bajo el manto de la justicia social. Por eso es crucial que la ciudadanía y las organizaciones sociales exijan a sus líderes una conducta responsable y ética.
No hay duda de que existen apóstoles de las reivindicaciones sociales; pero también están identificados algunos líderes voraces, insaciables, a los que nunca se les llena la tripa y aprovechan la mínima oportunidad para sacarle beneficio personal a los reclamos de la gente. Detrás de las pancartas y los neumáticos incendiados, algunos líderes emergen como figuras ambiguas. Supuestos defensores de la causa, pero también beneficiarios ocultos que se aprovechan de la situación para obtener ventajas personales, mientras la gente sufre las consecuencias.
Es imperativo que se haga una distinción clara entre las protestas legítimas y las acciones de los que buscan aprovecharse de la situación. Los verdaderos líderes sociales deben alzar la voz contra estos abusos y trabajar en conjunto con las autoridades y todos los actores involucrados para encontrar soluciones que beneficien a todos y no solo a unos pocos. También hay que escuchar las voces de quienes sufren las consecuencias de la protesta y buscar soluciones reales.
La práctica de los bloqueos no solo obstaculiza la movilidad de la gente, sino que también tiene repercusiones económicas devastadoras. Un estudio de la Cámara de Comercio de Riohacha concluye que la paralización del comercio y la afectación de la exportación de carbón, que a su vez afecta las transferencias de regalías, agravan la situación de pobreza y falta de oportunidades. Las pérdidas económicas en el primer semestre de 2024 ascienden a más de $7.6 mil millones. El impacto en el turismo es igualmente significativo, con pérdidas millonarias reportadas por los operadores turísticos, quienes ven deteriorar la imagen de La Guajira como destino seguro.
La inconformidad de los sectores sociales de La Guajira es comprensible, pero los bloqueos de vías, cuando se convierten en una herramienta de chantaje, pierden legitimidad y solo generan más problemas. La inversión en infraestructura, educación y salud es fundamental para mejorar la calidad de vida sin recurrir a medidas extremas que afectan a todos.
La situación actual es un llamado de atención para todo el país en el sentido de no permitir el abuso de la protesta convirtiéndola en norma. Es hora de que los verdaderos líderes sociales tomen las riendas y guíen a la comunidad hacia formas de manifestación más constructivas y menos perjudiciales. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde las demandas legítimas de la población sean escuchadas y atendidas sin necesidad de recurrir a la violencia.
La inconformidad de los sectores sociales de La Guajira es un reflejo de la desesperación y el abandono sufridos durante muchos años. Sin embargo, el abuso del bloqueo de vías como método de protesta solo agrava la situación, perjudicando a la comunidad en su conjunto y, como en un juego de espejos, la manifestación soberana se convierte en un arma de doble filo. La protesta puede ser tanto aliada como enemiga. Que la lucha no se convierta en abuso, y que el diálogo sea el camino hacia un futuro más justo.
La Guajira merece un futuro mejor, y es responsabilidad de todos construirlo con instituciones fuertes y autónomas, capaces de enfrentar los desafíos que nos presenta la coyuntura económica y social actual.
Y como dijo el filósofo de La Junta: «Se las dejo ahí…”
Luís Alonso Colmenares Rodríguez