“Ahora bien, los funcionarios de Joás conspiraron contra él y lo asesinaron en Bet-milo, rumbo a Sila. Los asesinos eran consejeros de confianza: Josacar, hijo de Simeat, y Jozabad, hijo de Somer. Joás fue enterrado con sus antepasados en la Ciudad de David. Luego su hijo Amasías lo sucedió en el trono.” 2 Reyes 12:20-21 NTV
Nótese bien lo que dice este pasaje bíblico: los asesinos del rey fueron hombres de su entera confianza. No especifica cuales fueron las razones que generaron esta conspiración, lo cierto es que se pusieron de acuerdo para destruir al que antes era su soberano. Leyendo esto me venía a la mente una frase “enemigo cercano” y es que hay personas a nuestro alrededor a los que probablemente consideramos “amigos” pero que cuando ya no nos necesitan, no les convenimos o no seguimos haciendo lo que ellos esperan, revelan su verdadero rostro e intenciones.
Este tipo de individuos, a menudo son difíciles de descifrar y, por ende, se les facilita simular y manipulan a quienes están a su alrededor. Por esta razón, precisamos un mayor discernimiento y atención a las intenciones, acciones y actitudes de las personas que nos rodean. Este relato indica que los que planearon la caída y muerte del Rey Joas, fueron aquellos que antes lo ayudaban, por eso él no vio venir la traición, creo que nunca se le cruzó por la mente que algo así fuese posible. Y es así porque la mayora de veces somos tan ingenuos que no vemos lo que hay detrás, no leemos las intenciones y mucho menos vemos el verdadero rostro de las personas, la falta de discernimiento, hace que bajemos la guardia y creamos que incluso nos tienen algún tipo de estima y consideración.
A Jesús también le sucedió con Judas Iscariote, la diferencia entre nosotros y Jesús es que Él sabía que su discípulo, lo iba a traicionar y que era parte del plan de Dios. Jesús leía a la gente, por eso no permitía que muchos estuviesen cerca, pero toleró a Judas por qué sabía que era necesario. En este sentido, la biblia enseña en Mateo 10:16 “» Miren, los envío como ovejas en medio de lobos. Por lo tanto, sean astutos como serpientes e inofensivos como palomas.” Estas palabras nos invitan a tener una visión y actitud guiada por el Espíritu Santo para descubrir el corazón de los que están cerca nuestro.
Para manejar nuestras relaciones interpersonales, Jesús nos aconseja desarrollar dos características esenciales: la mansedumbre y la astucia. Por un lado, las serpientes son conocidas por su astucia. Son conscientes de su entorno. Saben cuándo quedarse quietas y cuándo atacar. Por otra parte, las palomas son sencillas, no actúan con premeditación, alevosía, doble ánimo o malicia. Sin duda alguna, son dos actitudes totalmente opuestas, pero necesarias. Solo debemos saber en qué momento dejar aflorar cada una.
En últimas, el consejo de Jesús es que seamos cuidadosos. No podemos ser ingenuos, Por eso, la mansedumbre del corazón debe ir acompañada de la astucia del entendimiento. La idea no es caer en los extremos, no se trata de vivir desconfiando o sospechando a toda hora de cada persona; pero si es necesario ser meticulosos con aquellos con los que compartimos algún tipo de interés, considerar el hecho de que en algún momento las prioridades cambian, las opiniones difieren y que, por ausencia de Dios en sus vidas, algunos pueden ser usados por satanás, para hacernos caer o fracasar. Debemos examinar más allá de las apariencias y ser conscientes de las posibles fuentes de conflicto o dificultad que pueden estar presentes en nuestras vidas, pero que no se perciben a simple vista.
En síntesis, hay relaciones amistosas susceptibles de convertirse en enemistades, y lo que necesitamos es aprender a identificar las señales de advertencia y a manejar los conflictos de manera benéfica para resguardar las relaciones que realmente le aportan a nuestra vida.