Uno esperaría que los artífices de semejante fiasco que le ha significado al país el TLC que se negoció en volandas y acordó con los EEUU, que ya arriba a sus primeros diez años de haber entrado en vigencia, sin estar preparada la economía colombiana para encararlo con éxito, recapacitaran, hicieran un acto de contrición y su propósito de enmienda.
Pero no, con terquedad aragonesa defienden este paso en falso y se atreven a decir que en lugar de proteger la producción nacional y el empleo hay que abrir aún más la economía, alegando, como lo hizo el Banco de la República en un estudio que dio a conocer, que “el proteccionismo sobre la economía ha reinado”. Y remata diciendo que el “proteccionismo es la palabra que mejor describe la política comercial de Colombia en los últimos setenta años”.
A contrario sensu de los alabarderos del fracasado modelo económico neoliberal imperante, el ex ministro de Hacienda y ex codirector del Banco de la República José Antonio Ocampo conceptúa que que “esta es una afirmación sin sentido. El arancel promedio sobre las importaciones es hoy un 5 %, contra 30 % antes de la apertura; se eliminó la licencia previa, con la cual se protegían unas cuatro quintas partes de la producción nacional, y se han firmado un cúmulo de acuerdos de libre comercio”.
Lo que ha pasado es que, como lo afirma el experto Manuel José Cárdenas que “los tratados de libre comercio generan oportunidades de negocios, pero no los negocios… De nada nos servirá abrir mercados sino tenemos que exportar”. Bien dijo el Zar del TLC Hernando José Gómez que “por primera vez, desde la crisis de los años 30, Colombia tiene más acceso a mercados internacionales que oferta exportable”. De allí que no pasa de ser un espejismo lo planteado por la ex ministra de Comercio y Presidenta de la Cámara de Comercio Colombo americana María Claudia Lacouture, cuando afirma que merced al TLC con EEUU “más productos quedaron habilitados para comercializarse en el primer socio comercial del país, un aumento del 109 por ciento”. Pero, de qué sirve esa habilitación para exportar más productos si no tenemos esa oferta exportadora. Como en la fábula de Esopo, las uvas están verdes.
Afirmar como lo hace la ex ministra que gracias al TLC con EEUU “ha disminuido la dependencia minero – energética de Colombia en las exportaciones a EEUU” es una falacia. Alegar que “en 2012 las exportaciones no minero – energéticas representaban un 29% del total a ese país, para 2021 su cuota fue del 60%, doblando su participación”, es una verdad a medias, como diría el poeta Miguel Hernández “son goles para enredar derrotas”. Y lo decimos porque la realidad es otra: entre 2012 y 2021 se desplomaron las exportaciones totales a los EEUU un 50%, pasando de US $21.969 millones a los US $11.290 millones. Y cayeron tanto las exportaciones minero energéticas, el 60%, como las no minero – energéticas (19%).
Entonces, cuando las no minero – energéticas que “representaban un 29% del total a ese país en 2012, para 2021 su cuota fue del 60%” como fruto del TLC, no es porque hayan crecido dichas exportaciones, sino que las exportaciones de petróleo y carbón que tenían en los EEUU el primero y segundo mercado en importancia, respectivamente, perdieron ese mercado, ya que la potencia del Norte pasó de ser importador a exportador neto de petróleo y el carbón que consumían en las térmicas lo sustituyeron por el gas que ahora tienen en abundancia y bajo costo gracias a la revolución de los esquistos.
Hoy, más que nunca el país está urgido de una política de Estado tendiente a diversificar la economía, su oferta exportadora y el destino de estas y así depender cada vez menos del sector extractivo y sus avatares, mediante una estrategia de transformación productiva. Pero, la premisa para que ello sea posible es el cambio de modelo. Tal como lo ha venido planteando la CEPAL, “el modelo neoliberal ha fracasado y hay que encontrar un camino que se ajuste mejor a las características de la región”.
Lo que nos ha pasado en el pasado es que, como lo afirma nuestro laureado García Márquez siendo “nuestra virtud mayor la creatividad, sin embargo, no hemos hecho mucho mas que vivir de doctrinas recalentadas y guerras ajenas”. Doctrinas que han fracasado de cabo a rabo, no sólo aquí sino en otros lares también, que le han significado al país un bajo crecimiento de su economía, altos niveles de desempleo y de informalidad laboral, altos índices de pobreza y una enorme desigualdad social. Concuerdo con Einstein en que la “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”
Por ello, no puedo estar de acuerdo con quienes le temen al cambio y se aferran al statu quo, como lo pone de manifiesto el pronunciamiento de un grupo de empresarios aterrados ante esa posibilidad porque “suena osado” para sus oídos y aducen que no se pueden “modificar normas que por décadas han guiado la economía del país”, pese a sus pésimos resultados que saltan a la vista, tanto en lo económico como en lo social.
Amylkar D. Acosta M[1]
[1] Miembro de Número de la ACCE