ES CON USTEDES, SEÑORES EMPRESARIOS

Debo decirles algo a los electores colombianos con ocasión de la escogencia de gobernantes regionales y locales en la gesta política de este octubre 2023: Hay que movilizarse alrededor de unas buenas causas que de verdad logren cambios. De lo contrario, las bandas delincuenciales y la ausencia de respuesta a sus actos criminales que abundan en el país por blandura voluntaria del gobierno, se apropiarán del territorio, por un lado, y por el otro, las malas gestiones que caracterizan algunas cabezas regionales solo servirán para imponer sus sucesores con las artimañas de siempre.

No quiero decir esa manida frase de que estamos en el momento más preocupante de la historia del país, pero cualquier desprevenido ve pasos de animal grande frente a las circunstancias actuales.

Empecemos desde la base de la organización piramidal democrática: Los Concejos. Esos cuerpos fueron creados para darle a las poblaciones agrupadas en municipios unas personas que lleven la vocería de los intereses primarios de sus habitantes. Bien si somos agricultores, o comerciantes, o artesanos, bien porque hay pueblos pequeños aparte de las capitales que demandan vocería, en el seno del Concejo municipal deberían debatirse los elementos que favorecen a la población entera de la localidad. La vida de hoy los ha alejado de esa tarea. Varias son las razones. Una, los alcaldes han arrollado las responsabilidades de estos funcionarios, los manipulan, los arrodillan con las repartijas de pequeñas partidas presupuestales y la realidad de la gran mayoría de esas corporaciones es que es más lo que estorban que lo que aportan en la construcción de un mejor vivir local. Otra, el poco interés que despierta en los empresarios el hacerse elegir en estos cuerpos colegiados, por cuanto, o no quieren perder tiempo en esas lides, o consideran vacuo su mandato. Pues a esta indiferencia me quiero referir fundamentalmente por volverse prioritaria, casi que indispensable, su presencia en los concejos.

Los principales enemigos de los gobiernos de izquierda que fueron elegidos para la presidencia y en las tres principales ciudades de nuestro país son los empresarios. Esos seres que, recogiendo la visión del primer mandatario nuestro, obtienen un lucro, palabra condenada casi a la categoría de delito, por las explotaciones que hacen de la clase trabajadora para llevarse la parte del león en la provisión de bienes y servicios a los nacionales. Las voces que salen a defender al empresariado son tildadas de antipatriotas y clasistas, esclavistas incluso. Sus agremiaciones, apenas escuchadas y muchas veces silenciadas por el núcleo fundamental del poder de Petro. Sus angustias, sus trasnochos, los riesgos que han corrido para ejecutar una tarea vital para la vida en común, son vilipendiados. Por supuesto que no vivimos en un mundo de ángeles; hay desvíos y abusos en todos los sectores que construyen la economía del país. Pero en las espaldas de los empresarios, la mayoría pequeños en nuestro mundo, se recuesta el peso de la estabilidad en el flujo de bienestar nacional. Acá y en todas las latitudes.

No se trata de que dejen de hacer su tarea ni que abandonen sus negocios. Pero sí que entiendan que su participación en las decisiones primarias de su entorno les garantiza a ellos y a su comunidad una buena articulación con el andar de la sociedad. En la ciudad donde resido, Barranquilla, he preguntado insistentemente a muchas personas por quién van a votar al concejo. La mayoría me responde que no sabe. Que no ve a nadie que le parezca que puede hacer valer sus ideas y sus preocupaciones. Que están cansados de las caras desgastadas de los mismos aspirantes, que no se explican cómo pueden volver a presentarse a una elección, si no es por el voto amarrado que los elige vez tras vez.

Ni qué decir de las alcaldías. Cuando lo que conocemos como la “clase política”, es decir, los que se dedican a ella como profesión, no nos brindan resultados eficaces que alcen el bien común, pues hay que acudir a los que saben gestionar, es decir, culminar el tránsito de una idea a una realidad. Ya los hemos visto ejerciendo ese poder con buenos resultados, como en el caso de Armitage en Cali y Char en Barranquilla. Hace mucho tiempo, lo hicieron Mazuera Villegas y Virgilio Barco en Bogotá. Hay malos ejemplos, también. El ingeniero Rodolfo en Bucaramanga, el más reciente. Pero se trata de sacudir ese menosprecio por las actividades políticas que tienen los empresarios, pues precisamente es eso lo que lleva a que se enquisten en el poder los que no saben, ni pueden, sacar adelante la vida ciudadana.

El panorama no puede ser más gris en Medellín, con un alcalde destructor de la armonía de la clase política con la empresarial en tan importante ciudad colombiana. Su palabrería barata, sus decisiones inconsistentes y su canto destemplado por una ciudad mejor no han podido ser más generadores de caos por cuanto su periodo culmina pronto. La inseguridad en Bogotá, el desorden del tránsito y la ineficiente coordinación de las obras y el bienestar citadino, por abreviar en el ejercicio del juzgamiento de la gestión capitalina izquierdizada, dejan al sucesor de la alcaldesa altisonante y gritona una gran cruzada por adelantar. En Cali, la bella, las veces que se escucha algo bueno es para voltear a ver su cultura y distraernos del lamento de ese valle repleto de oportunidades.

¿Quiere que su ciudad prospere? Pues, ¡participe con su nombre en la política!

¿Quiere mejorar la seguridad de su entorno tan dejada por estas fuerzas desarmadas en su espíritu que comanda Petro? Pues, ¡Póngase de acuerdo con sus amigos empresarios, independientes y críticos del statu quo y haga política!

Después no se queje.

Nelson R. Amaya

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